Lunes 17 de febrero de 2003

 

Trabajan como descosidas para ganarse el subsidio

 

Mujeres de Guardia Mitre hacen ropa para los niños. Responden con creces al pago del programa Jefes de Hogar.

 
Como en una boutique: mezcla de necesidad y creatividad, las mujeres de Guardia Mitre no paran de confeccionar ropa para todos los gustos.
GUARDIA MITRE (AV).- Verdaderas artesanas. Nadie puede negarles esta condición a un grupo de mujeres de Guardia Mitre beneficiarias del programa nacional Jefas de Hogar.
Con prendas que ya no se usan aportadas por la comunidad y tela que suma el municipio confeccionan ropa para niños que luego es distribuida en forma gratuita entre los que tienen más necesidad. Conjuntos de joggings con diferentes combinaciones, pantalones, polleras, vestidos, bermudas, camisas y remeras dignas de una vidriera de un comercio de venta de ropa para niños son exhibidos a la comunidad en el salón de la Sociedad Rural de Guardia Mitre.
La muestra está acompañada por las herramientas de trabajo que las mujeres utilizan: antiguas máquinas de coser heredadas de otras generaciones y en las que seguramente aprendieron el oficio en forma impecable.
La mayoría de las mujeres pasaron la barrera de los 30 y con un entusiasmo envidiable estudian la mejor combinación y aprovechan hasta el último centímetro de ese pedacito de género para, aunque más no sea, un detalle infantil que diferencie y endulce el azul que predomina porque es la tela de la que más metros se dispone.
La creatividad está presente en cada puntada. El objetivo es arropar al que menos puede pero de la mejor manera posible. A cambio de esos 150 pesos por mes existe una devolución de un valor incalculable que implica capacitación, deseos de progreso y un entusiasmo compartido de apostar por más ganas de hacer cosas. En el taller el ruido de las máquinas corta el silencio de las tardes de Guardia Mitre. Los retazos se superponen como un collage hasta convertirse en una pintoresca pollerita justo para la más chiquitita de las nenas.
Pero mientras unas cortan y otras cosen los proyectos fluyen tanto como el mate que se cansa de dar vueltas como hilvanando ideas. Así surgió el proyecto de confeccionar muñecas de trapo en una anticipada programación para el Día del Niño. Algunas ya lucen largas cabelleras rubias y negras, según la disponibilidad de lana. Y los pedacitos de tela que ya no se pueden estirar más para los más chicos se convierten en vestidos para las muñecas.
Al mate de la tarde se suman las abuelas del pueblo como Georgete que ya cumplió los 88, vive sola y está encantada de "acompañar a las chicas en este hermoso trabajo que hacen. ¿Los vio? Los sábados y domingos se me hacen eternas las tardes pero entre la semana se me pasan rapidísimo".
"Así, l e cambiamos el ánimo al pueblo", concluyen.

También atienden a los abuelos del pueblo

El programa Jefas no sólo implica artesanías. Son 40 los beneficiarios, en su mayoría mujeres sin trabajo y a cargo de hijos menores de 18. Además del ropero municipal comunitario y del taller de muñecas de trapo otros grupos se ocupan de la atención domiciliaria de ancianos que no son pocos los que viven solos en Guardia Mitre. Para evitar que dejen su lugar son visitados a diario por las mujeres del programa quienes les lavan la ropa, limpian sus casas, controlan si tomaron la medicación y les hacen las compras diarias. En otras palabras, son verdaderas familias sustitutas que contienen a los abuelos evitando que deban dejar sus viviendas por más precarias que sean porque ése es su deseo.
Otro grupo atiende el refrigerio municipal y los hombres beneficiarios se dedican al cultivo de una huerta.
Un párrafo especial merece una de las beneficiarias. Alba Martini es una joven psicóloga desocupada como tantas otras profesionales. Es la encargada del programa de orientación familiar que atiende derivaciones de la escuela, del hospital y poco a poco de la comunidad que se acerca tímidamente en busca de alguien que lo escuche desde otro lugar y que permita conducir a un camino de solución un problema determinado. Este circuito está desnudando problemáticas serias e importantes, comunes a toda comunidad pero que en los pueblos chicos se tratan de esconder con mayor celo por no quedar más expuestos sólo imaginando ser el único que padece dificultades. Alba vivió su infancia en Guardia Mitre y como no había secundario se vio obligada a emigrar a una ciudad de la provincia de Buenos Aires que le ofrecía esas posibilidades. Pero se fue con la promesa íntima de volver a ese lugar del que los recuerdos siempre le hablaron de felicidad. Además regresó con el valor agregado de su pequeña hija "para quien deseo una infancia como la mía".

   
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