Domingo 23 de febrero de 2003 | ||
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Letras muertas |
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"Gastar dinero en libros es una inversión que rinde buen interés". (Benjamin Franklin) Hay gobiernos que, en ocasiones, tienden a creer que la promoción de las manifestaciones culturales es asunto de contingencia, antes que política de estado persistente en el tiempo. Instalan eventos según la oportunidad y se aprovechan del barniz mediático, para presentarlos como acciones de mandatarios preocupados por la cultura de sus mandantes. Es poco. No en vano los presupuestos oficiales destinados a la cultura son casi siempre monedas. Durante la gestión gubernamental de Pedro Salvatori nació el Fondo Editorial Neuquino, con asignación de partida específica a partir del 1 de enero del "90. La administración de Felipe Sapag terminó con aquella certeza de recursos, y la situación se mantiene con Jorge Sobisch. El FEN entristeció desde entonces sin desprecios explícitos, sino con un despecho silencioso. Eso no impidió, claro, que el FEN siguiera seleccionando obras que luego no podía llevar a impresión. Bien lo sabe una treintena de neuquinos y, entre ellos, un puñado de sanmartinenses que espera turno desde 1997. Según consta en documentación aportada por escritores -fue imposible dar con la directora provincial de Cultura con el mismo fin-, las últimas selecciones de obras de autores de toda la provincia fueron presupuestadas con base oficial, para luego pedir la cotización privada pertinente. Se trata de nueve libros entre "97 y "00, correspondientes a distintos géneros, por una suma base de 29.675 pesos y para un total de 9.300 ejemplares. El detalle en cuestión fue enviado por Cultura de la provincia con fecha 22 de mayo de "01 al Deliberante de San Martín, cuerpo por entonces preocupado por el destino de las obras literarias de sus vecinos. No está claro si tras aquella preocupación se siguió ocupando. El interregno revela, como mínimo, que desde el "97 en adelante el FEN se sabía imposibilitado de editar, pero siguió seleccionando obras y acumulando dibujos de presupuestos para ir con ellos a ninguna parte. Con buen tino podría colegirse que lo hizo "por las dudas", por si el dinero aparecía. Pero conviene recordar que cada una de esas selecciones llevaba de suyo la publicación de los trabajos en tiempo y forma. La ley 1809 dice en su artículo 1: "Declárase de interés provincial al Fondo Editorial Neuquino, con el objeto de que a través de cualquier forma o sistema, publique, difunda y venda la obra intelectual de los autores del Neuquén, que se sirven de la palabra escrita como medio de expresión". Cabe preguntarse si es más importante destinar recursos del estado a patrocinar festivales, tertulias y eventos, sin duda valiosos y con presencia de artistas llegados allende la provincia, que cumplir con la ley que obliga a publicar y vender trabajos literarios seleccionados en justa brega y entre neuquinos. Para ser consecuentes, la pregunta es falaz en sí misma. Tanto de bueno tiene una política como la otra si se utilizan los criterios adecuados. Lo mismo que tiene de bueno promover estadios de fútbol, o acaso no es el fútbol bien jugado una forma de arte popular. Por lo pronto, es el Fondo Editorial Neuquino -que demanda presupuestos mucho más acotados que otros diseños políticos de la provincia- el que languidece en promesas vagas. Por efecto de curiosa paradoja, el organismo difusor de las letras neuquinas es letra muerta. Fernando Bravo |
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