Jueves 6 de febrero de 2003

 

Pan y dignidad

 

La semana en viedma

  La pobreza económica es carencia de recursos. Es no tener para lo mínimo. Para comer, la leche, el pasaje del colectivo, para comprar una garrafa. Es mirar una vidriera y ver como lejano ese par de zapatillas que se necesita. Pero la pobreza no tiene por qué arrebatarle a la gente que la padece la dignidad, aunque siempre esté a un paso de ello. Indigno es no tener ni siquiera la posibilidad de ganarse el pan de cada día con las propias manos.
Para revertir este concepto y frente a la necesidad de todo, hasta de lo mínimo como es el pan, se ha generado en Viedma una encomiable actividad: los hornos comunitarios en los barrios Lavalle y Mi Bandera, sectores populares con un elevado índice de desocupación y por ende de extrema escasez de recursos. Familias numerosas, hacinamiento, madres solas con varios hijos a cargo, viviendas precarias, hambre. Todos los eslabones que encadenan a la pobreza. Esa que el asistencialismo le alcanza a cubrir la cabeza pero le deja a la intemperie los pies y progresivamente le va quitando lo que es propio en el ser humano -rico o pobre-: la dignidad. Esa que hasta elimina el derecho a decidir. No en vano en épocas preelectorales se reparten más colchones, chapas y cajas de comida.
Por todo esto es esperanzadora la llama que se enciende en cada horno comunitario que hasta el momento suman 12.
Al margen del importante aporte de organizaciones y entes oficiales es una experiencia que tiende a multiplicarse.
Los hornos comunitarios han generado la organización de grupos, conformados en su mayoría por mujeres, que le ponen toda la fuerza tanto como cuando entierran los puños en la masa para obtener un pan inflado que acalle el ruido de la panza vacía.
Más allá del pan de cada día el objetivo de estos grupos, de los que también participan hombres en un número menor, es recuperar la dignidad de llevar comida a la mesa producto del esfuerzo propio. Pero si bien esta es una actividad solidaria si no se trabaja en alguna etapa de la elaboración no se lleva el pan a casa porque se trata, justamente, de dejar de vivir de la dádiva para recuperar el valor del esfuerzo y sobre todo de entender que si uno quiere algo debe trabajar para lograrlo. Y esta es una oportunidad.
El municipio de Viedma les entrega por semana a cada horno 14 kilos de harina, sal y levadura. La demanda supera esa cantidad y entonces cada grupo busca la forma de aumentar el recurso con la venta de otras elaboraciones como rosquillas o empanadas.
No es fácil la tarea porque implica un gran esfuerzo. Pero el resultado es tan satisfactorio como la rodaja de pan recién sacado del horno amasado por mamá.
"Todo se puede si uno le pone empeño", señaló una de las mujeres que organiza estos hornos y amasa a la par del resto.
El éxito del pan ha generado otras ideas como la conservación de verduras para el invierno como salsa y otros envasados. Ya trabajan en la capacitación de estas tareas para una adecuada elaboración. La falta de efectivo ya no es un impedimento y la dádiva no será la solución. Muy por el contrario. Ofrecerán a los chacareros cosechar verdura y como forma de pago por ello la entrega del producto que irá a parar a las botellas y frascos que esperarán el invierno.

Estela Jorquera
estelajor@yahoo.com.ar
   
    ® Copyright Río Negro Online - All rights reserved    
     
Tapa || Economía | Políticas | Regionales | Sociedad | Deportes | Cultura || Todos los títulos | Breves ||
Ediciones anteriores | Editorial | Artículos | Cartas de lectores || El tiempo | Clasificados | Turismo | Mapa del sitio
Escríbanos || Patagonia Jurásica | Cocina | Guía del ocio | Informática | El Económico | Educación