Miércoles 26 de febrero de 2003

 

Los narcos siguen aterrorizando a Río

 

El gobierno sacó 16.000 policías a la calle para controlar los desmanes

  RIO DE JANEIRO (ReutersAFP) - Los traficantes de drogas sembraron el terror en Río de Janeiro por segundo día consecutivo el martes, cuando hombres armados quemaron cuatro autobuses y ametrallaron comercios, en una ola de violencia desatada una semana antes del famoso carnaval de la ciudad.
Con esas acciones la ciudad emblema de Brasil registró en dos días de ataques 27 autobuses incendiados, otros siete depredados, al menos 16 heridos y unos 70 detenidos, dijeron las autoridades.
En la madrugada del martes, cuando Río se recuperaba de atentados y saqueos que alcanzaron hasta sus más exclusivos vecindarios el día anterior, presuntos narcotraficantes desafiaron las reforzadas medidas de seguridad para quemar los autobuses y ametrallar dos centros comerciales.
Las fachadas del centro comercial Norte Shopping y del supermercado Bon Marché, en la zona norte de la ciudad, recibieron más de 20 impactos de bala, en una acción que la policía calificó como una represalia porque no respetaron las órdenes de los traficantes para que cerraran sus puertas.
La policía acusó de organizar los ataques al llamado Comando Vermelho (Comando Rojo), la banda criminal liderada por el detenido narcotraficante Luiz Fernando da Costa, conocido como Fernandinho Beira-Mar.
Las autoridades de Río pusieron en las calles a 16.000 policías para prevenir nuevos ataques, pero el secretario de seguridad del estado homónimo, Josias Quintal, dijo que el personal policial local era insuficiente y propuso que las Fuerzas Armadas atiendan áreas de riesgo. En tanto, la gobernadora estatal, Rosinha Matheus, dijo estar abierta a conversar sobre esa posibilidad, aunque no reveló si las Fuerzas Armadas serán incorporadas al esquema de seguridad montado para el carnaval, cuando miles de turistas de todo el mundo llegan a la ciudad.

Como en Cali

Para el presidente del Instituto Brasileño Giovanni Falcone para la Investigación del Crimen, Walter Maierovitch, ex jefe del combate a las drogas en el país, Río es, en muchas maneras, similar a la ciudad colombiana de Cali.
"La facilidad con que las bandas (de narcotraficantes) practican su control social es lo que hace a Brasil similar a Colombia", dijo, comparando la situación brasileña con la guerra civil que en su vecina nación ha provocado más de 40.000 muertos en los últimos 10 años.
"El cuadro hoy en Río de Janeiro todavía no se puede comparar al que encuentra Colombia, pero estamos caminando con largos pasos hacia esa dirección", afirmó la ex directora del sistema penitenciario del estado de Río, la socióloga Julita Lemgruber.
Da Silva afirma que Río "todavía" no es tan peligroso como Colombia, pero dice que el gobierno federal brasileño debe declarar prioridad a la seguridad pública y coordinar la acción policial, algo que aún no ha sido hecho.

Una exhibición de poder

Cuando supuestos pandilleros bajaron de las favelas de Río de Janeiro para incendiar autobuses y aterrorizar la ciudad esta semana, la policía ya sabía dónde encontrar al cerebro del caos: en la cárcel.
La policía dijo que Luiz Fernando da Costa, dirigente del grupo criminal Comando Rojo, estaba detrás de la ola de violencia que agitó la ciudad el lunes y ayer
Los narcotraficantes, que controlan las "favelas" o asentamientos precarios levantados en los cerros de la ciudad, han convertido a esos barrios marginales en áreas donde no puede ingresar la policía, a no ser en operaciones de estilo militar.
Los delincuentes, equipados con armas automáticas y lanzagranadas, suelen contar con mejores armas que la propia policía y muchas veces, si son arrestados, conservan su poder y operan desde la prisión.
"Percibimos que el poder de los traficantes dentro de la cárcel es enorme porque están montados dentro de un poder de corromper que es enorme", dijo Lemgruber, directora del Centro de Estudios de Seguridad y Ciudadanía de la Universidad Candido Mendes.
Según Lemgruber, muchos agentes penitenciarios, cuyo salario no supera los 277 dólares al mes, habitan las mismas "favelas" donde actúa el tráfico. "Ellos son presionados en sus propios lugares de vivienda para llevar cosas dentro de la cárcel. Les ofrecen a veces la mitad de su salario para ingresar teléfonos a la cárcel", dijo.
Para el coronel retirado José Vicente da Silva, un experto en cuestiones de violencia del Instituto Fernand Braudel, lo que los traficantes han hecho en los últimos días es una exhibición de su poder hacia bandas rivales. "Secundariamente pueden también buscar una mejora de las condiciones de encarcelamiento para sus jefes", indicó.

   
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