Domingo 2 de febrero de 2003 | ||
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Las grandes empresas prevén un duro 2003 |
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Pronostican un año
entre quiebres y defaults.
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BUENOS AIRES (ABA)- El desafío para este año es enorme. Tan grande que
muchos de los altos ejecutivos están paralizados, hasta aterrados. Más
allá de que algunos exageran, lo cierto es que el 2002 fue el año más
difícil de la historia económica argentina. Y ellos, los dueños del país,
los capitanes de los grandes grupos empresarios nacionales, vieron como
sus balances se teñían de rojo. La mayoría de las empresas está en default, convocatoria o en quiebra. Acumulan deudas en dólares, multiplicadas por 3,40 desde su origen durante la convertibilidad. La devaluación ofrece oportunidades inigualables para producir pero para acumular calidad y volumen necesitan crédito y el mercado interno está liquidado. Es desafío para el 2003, entonces, es enorme: sobrevivir. Evitar el derrumbe. Aquellos apellidos que se transformaron en tradición de poder en las últimas décadas cayeron en desgracia. Los ejemplos abundan. Durante el año pasado, Gregorio Pérez Companc, el hombre más rico del país, debió deshacerse de su principal compañía, la petrolera Pecom, acosado por las deudas. La brasileña Petrobras pagó 1.077 millones de dólares para quedarse con el 59% del paquete accionario y asumió como propia una deuda por otros 2.100 millones. Según los especialistas, Pérez Companc vendió obligado y barato; hace tres años, Pecom valía más del doble, con una capitalización bursátil que superaba los 5.000 millones. Amalita Fortabat invirtió, entre 1998 y el 2001, 500 millones de dólares para levantar una nueva planta en Olavarría que puso al grupo entre las cementeras más modernas del mundo. Pero la devaluación la agarró a mitad de camino y la dejó con débitos que parecen imposibles de pagar. La dueña de Loma Negra contrató al banco de inversión Morgan Stanley para que se haga cargo de la renegociación de la deuda, que supera los 600 millones de dólares. El Grupo Macri, el mayor empleador y contribuyente del país, tiene un pasivo de 1.490 millones de dólares. Su empresa Correo Argentino está en concurso preventivo desde el 2001 por un gravamen de 737 millones y acreencias por otros 180. Autopistas del Sol también entró en default y Franco Macri ya se desprendió de una veintena de sus compañías en los últimos años. Enrique Pescarmona estuvo al borde de la quiebra, hasta que logró refinanciar la deuda de Impsat, superior a los 1000 millones de dólares, aunque debió ceder su empresa a los acreedores. La familia Bemberg, propietaria de la cervecería Quilmes, era uno de los "últimos orgullos" que le quedaba al golpeado capitalismo vernáculo. Habían sabido mantener su dominio en un mercado muy competitivo, resistiendo el ingreso de multinacionales de la talla de Isenbeck, Budweiser y Corona. Hasta que la devaluación sorprendió a la compañía con una millonaria deuda en dólares y debió vender parte de sus acciones. La brasileña AmBev, dueña de la cerveza Brahma, le pagó 346 millones de dólares por el 37,5% de Quilmes. Según informes del Banco Central, las 50 empresas más grandes de Argentina mantienen obligaciones que suman, en total, unos 40.000 millones de dólares. Las bancos locales registran en sus carteras préstamos corporativos por un monto también inalcanzable: 50.000 millones. Las cifras suenan descabelladas en un país cuyo PBI se derrumbó de 263.000 millones a 65.000 millones el último año. Ante este panorama desolador, los analistas temen que este año que comienza se transforme en el escenario de un nuevo proceso de extranjerización, como el que se dio durante los "90 con las empresas estatales. Perseguidos por las deudas, muchos empresarios deberán desprenderse de sus activos. Buena parte del gran empresariado nacional entró durante el 2002 en cesación de pagos. Los que sobreviven deberán afrontar durante el 2003 enormes vencimientos. Por eso la Ley de Quiebras atemoriza a los capitalistas locales; sospechan que grandes grupos norteamericanos se pueden quedan con las firmas argentinas, aprovechando su papel de acreedores y pagando precios disminuidos. Sin embargo, más allá de una realidad económica complicada, pareciera que la Argentina carece de una clase empresaria con espíritu nacionalista y dispuesta a correr riesgos. "La crisis tiene otra raíz: faltan emprendedores locales", señala Stefano Zamagni, catedrático de Economía Política de la Universidad de Bologna. La supuesta falta de vocación capitalista hace que, ante los riesgos de una competencia fuerte, los empresarios opten por vender y retirarse del mercado. Cuando lo atacaron por sus oscuros negocios al frente del Exxel Group, un fondo de inversiones que adquirió varias compañías de capital nacional, Juan Navarro contragolpeó: "Yo conseguí 4.000 millones de dólares del exterior para invertir acá. ¿Por qué no le preguntan a los empresarios que me vendieron sus empresas qué hicieron con ese dinero? Yo se los digo. Lo guardaron en bancos de afuera y ahora viven de rentas". Según un estudio del Foro Económico Mundial, con sede en Davos (Suiza), la Argentina es el país donde sus grandes empresas gozan de menos confianza interna. Durante el año pasado, el índice negativo de confianza en el país fue del 62 %. Japón (con 39%), España (21%) y EE.UU (12%), son los escoltas de un ranking en el que en realidad ningún país quiere estar. Aquellos buenos tiempos La revista neoyorkina Forbes, que cada
año publica otro ranking, el ranking mundial de los billonarios, ilustró
en la edición 2002 la decadencia argentina. Si en los 90´s el país supo
incluir 8 empresarios propios en el listado de los quinientos más poderosos
del mundo, en la actualidad sólo sobrevive Gregorio Pérez Companc, arañando
el puesto 496. En el del 2002 desaparecieron Roberto Rocca (Techint),
Amalia Lacroze (Loma Negra), Ernestina Herrera de Noble (Grupo Clarín)
y la familia Bemberg (Cervecería Quilmes). Antes ya habían sido desalojados
de la lista de súper millonarios Eduardo Eurnekian (Aeropuertos 2000),
Franco Macri (Socma) y Santiago Soldati (Comercial del Plata). Gonzalo Alvarez Guerrero La mirada en el Brasil Cuando Brasil devaluó, en el 2000,
varios empresarios argentinos "mudaron" buena parte de sus negocios,
aprovechando la diferencia cambiaria. Bunge & Born ya tiene su sede
en San Pablo, Pérez Companc sigue analizando la posibilidad de dejar
de operar sus subsidiarias en el exterior desde Buenos Aires, Pescarmona
también está migrando sus negocios de Mendoza a vecino país y el 47
% de la facturación del Grupo Macri proviene de Brasil. Pero ahora se
da vuelta la tortilla. El desembarco de enormes inversiones brasileñas
que se sienten atraídas por las facilidades de la Argentina devaluada
fue uno de los temas que Duhalde anotó en la agenda para tratar con
"Lula" de Silva, presidente de Brasil, en el encuentro bilateral sostenido
a principios de enero. Sin embargo, el brasilero se le adelantó. Cuando
Duhalde estaba por expresarle "sus dudas" en torno a la compra de Pecom
por parte de la estatal Petrobras, Lula señaló que "existen salvaguardias
en la operación que permitirán solucionar el tema sin demasiados conflictos".
En la sede de la cancillería brasileña, José Eduardo Dutra, el titular
de Petrobras, se mostraba eufórico: "No existe ninguna traba de naturaleza
técnica, jurídica o económica para que el negocio no sea aprobado".
Y hasta aventuró: "Nos interesa adquirir Pecom completa". |
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