Jueves 27 de febrero de 2003
 

Encuestas: ni endiosadas
ni vapuleadas

 

Por Fernando A. Miodosky (*)

  Como en todo año eminentemente electoral surge en forma explosiva por la mayoría de los medios masivos un gran caudal de datos que devienen de las tan afamadas encuestas. Ante esto, es preciso contar con ciertos conocimientos básicos que nos permitan, en la medida de lo posible, mensurar adecuadamente el valor de esa información y cuál es su alcance como expresión de un escenario electoral por de más convulsionado.
Las encuestas son un excelente instrumento de relevamiento de la opinión pública que, aplicado con una determinada metodología, nos permite achicar los rangos de incertidumbre a la hora de estimar, en este caso, la marcha de la contienda electoral. Pero, paralelamente a que esta estimación tiene una gran utilidad, también presenta limitaciones que resulta importante esclarecer.
Intentando ser pedagógicos, en principio, podemos decir que toda encuesta electoral es una "foto" en un momento determinado de tiempo, la que puede ser relevada con distinto tipo de "cámara" (diseño muestral), con un determinado "enfoque" (diseño de indicadores) y puede ser "revelada" en distintos formatos (exposición de la información).
Sobre este esquema, lo importante es que toda encuesta no puede utilizarse con fines predictivos en tiempos ajenos al relevamiento. Esto implica que un relevamiento realizado previamente a los comicios electorales no necesariamente va a estimar los resultados de las urnas, sino que dará cuenta de las preferencias electorales al momento de realizada la indagación. Uno podría pensar intuitivamente que mientras más cerca de la elección se efectúe el relevamiento, mayor va a ser la capacidad de predecir el resultado electoral. Esto es por de más falso dado que, tomando en cuenta que las campañas suelen extenderse hasta la elección y toman mayor intensidad hacia el final, un hecho de último momento (por ejemplo una denuncia, un mal cierre de campaña, una repentina alianza electoral, un resultado adverso en un debate) o la misma dinámica de la campaña electoral puede significar el ocaso para un candidato ganador y, por lo tanto, un fuerte cambio en las preferencias electorales.
Siguiendo con la metáfora de la "foto", podríamos asimilar a la idea de la "cámara" lo que en la jerga llamamos "diseño muestral". Así como hay una gran cantidad de tipos de cámaras fotográficas, en forma equivalente existe un numeroso caudal de metodologías de relevamiento. Una de ellas y la más ponderada es la "muestra probabilística" que se caracteriza por garantizar la aleatorización de los casos que ingresan en la muestra y por ser la única que admite la proyección poblacional de sus estimaciones.
Pero, paralelamente a su perfil probabilístico, la muestra debe contar con el caudal mínimo de casos que nos permita desarrollar una serie de cruces estadísticos (ejem. intención de voto según sexo), manteniendo niveles razonables de confiabilidad de la información. Siguiendo con el esquema que mencionamos anteriormente, la definición de la foto tiene que ver con la cantidad de puntos con los que fue revelada. Si nos interesa, además de ver la foto completa, focalizar en alguna pequeña parte, necesitaríamos mayor cantidad de puntos. Y mientras más pequeña sea esa parte, aun más va a ser la necesidad de contar con más definición. En este sentido, podríamos decir que cada punto de la foto equivale a un encuestado. Si tenemos interés en saber cuál es la intención de voto en un segmento pequeño de la población (ejem.: universitarios, electores de nivel socioeconómico alto) será requisito contar con un caudal mayor de casos que nos permita hacer esa desagregación de la información sin perder calidad en la estimación. De lo contrario, el margen de error será muy grande y la estimación imprecisa.
Otro punto que debe observarse es la cobertura geográfica de la muestra. Suelen publicarse relevamientos acotados, por ejemplo, a la capital que luego, en su difusión, se extrapolan al total de la provincia. En este caso, las estimaciones serán incorrectas. Es como si en vacaciones, sacáramos fotos de Mar del Plata y cuando las mostramos, decimos que son del Caribe. Estaríamos mintiendo.
También, en el análisis del valor de las encuestas debe tomarse en cuenta la forma en que fueron indagados los casos. Los encuestados pueden ser contactados por timbreo, por teléfono, por Internet, por e-mail o por correo. El sistema utilizado para el relevamiento tendrá gran incidencia en la validez y confiabilidad del dato y del instrumento de indagación. Cada sistema genera una calidad distinta en las respuestas y una tasa de rechazo diferenciada que incidirá en las características de la información relevada. Por ejemplo, en el caso de Internet, sólo un 12% tiene acceso lo que deja afuera, como mínimo, a un 88% del universo de interés. En general, hay un acuerdo que el sistema por timbreo, en cuanto a las encuestas electorales, es el que brinda mejor calidad de información y permite un diseño muestral de mayor calidad.
Pero no sólo importa el diseño muestral sino que, a su vez, asume un papel protagónico la batería de preguntas que utilizamos para relevar el comportamiento electoral. En nuestra metáfora de la foto, esto refiere al "enfoque", dado que la definición de las preguntas de la indagación implicará la delimitación del fenómeno del cual vamos a dar cuenta. En el ámbito electoral, estas preguntas tienen la funcionalidad de ser indicadores de las simpatías políticas y por tanto son los que miden (en forma equivalente a un termómetro) estas preferencias. Cambiar la batería de preguntas, en general, implica cambiar el objeto de estudio. Ante esto, es de extremada relevancia dar cuenta de la validez de dichas preguntas en cuanto a si están midiendo lo que queremos medir. Si bien hay muchas preguntas que están homologadas, siempre hay diferencias entre consultoras respecto de cuáles son los indicadores más eficientes. Aun más, estos indicadores pueden ser válidos en una determinada población y no en otra. Por otro lado, tomando en cuenta las encuestas de opinión pública que relevan las preferencias electorales, no siempre se utiliza una sola pregunta para medir, por ejemplo, intención de voto. Esta, en general, suele indagarse primero en forma espontánea y luego guiada y la conjunción de ambas permitirá al investigador generar un estimador de la intención de voto al momento de la indagación. En el caso de que los candidatos no estén definidos, se indaga sobre la base de escenarios posibles. Por otra parte, es importante tomar en cuenta que no todos los electores están compenetrados equivalentemente con la contienda electoral y por tanto, o no conocen a los candidatos o no tienen una posición tomada. Esto implica que siempre debe contemplarse que un porcentaje importante del electorado, hasta último momento, no define su voto y son los que en general van a parar al tan habitual No Sabe/No Contesta (NS/NC). Por más que el investigador intente hacer una proyección de los indecisos, es significativo contemplar que estos electores "no" tienen decidido su voto y, por lo tanto, la estimación de su comportamiento en las urnas tiene menos precisión.
Como último punto en este breve detalle de las implicancias de las encuestas de opinión pública es necesario hacer un análisis de cómo se expone la información, dado que esto puede llevar a equívocos. En el esquema de la foto, esta instancia sería el "revelado". Ultimamente, tenemos acceso a una cantidad de información estadística que da cuenta de la evolución de la intención de voto a nivel nacional. Muchos han caído, mediante interpretaciones apresuradas, en falsos diagnósticos de la dinámica electoral. El común denominador de la mayoría de los relevamientos es que muestran una clara fragmentación de las preferencias electorales y donde un 17% colocaba a uno u otro candidato en el liderazgo de las encuestas. Pero este liderazgo tiene grandes particularidades que suelen diferir de otros escenarios electorales. La principal fuente de error es transferir la distribución porcentual en término de puestos. Esto nos impide ver las cualidades de ese primer lugar. Por otro lado, en un análisis de evolución suele hablarse del crecimiento de un candidato porque incrementó sus guarismos en un punto o dos. Dicho punto, en general, está dentro del margen de error, lo cual nos impide llegar a esa conclusión. Es más, por el error muestral, tal vez ese candidato hasta pudo haber bajado.
Otro aspecto significativo es que toda publicación de resultados necesariamente es parcial y obedece al acotamiento que indefectiblemente debe hacer el investigador. Esta exposición de los resultados se parcializa aún más si tomamos en cuenta la difusión mediática de la información. Por lo tanto, es importante resaltar que existe una ineludible distancia entre los resultados de la investigación y la publicación de los mismos.
Como conclusión, es relevante saber que cada dato que deviene de una encuesta tiene una validez y confiabilidad que dependerán, principalmente, del tiempo en que se hizo el relevamiento, del diseño muestral, de la cantidad de casos, del grado de desagregación de la información, del sistema de relevamiento utilizado, de la cobertura geográfica abarcada, del tipo de preguntas (indicadores) utilizado y de la forma en que se expone la información. En este sentido, es significativo preguntarse cómo fue obtenido dicho dato y, con la probablemente escasa información disponible, intentar reconocer su justo valor sin forzar su capacidad como estimador de una compleja y cambiante realidad electoral.

(*) Licenciado. Director de ECO Consultores - Miembro de Alacop (Asoc. Latinoamericana de Consultores Políticos)
     
     
Tapa || Economía | Políticas | Regionales | Sociedad | Deportes | Cultura || Todos los títulos | Breves ||
Ediciones anteriores | Editorial | Artículos | Cartas de lectores || El tiempo | Clasificados | Turismo | Mapa del sitio
Escríbanos || Patagonia Jurásica | Cocina | Guía del ocio | Informática | El Económico | Educación