Miércoles 26 de febrero de 2003
 

Sharon y la paz

 

Por Christian Fuerst

  El primer ministro de Israel, Ariel Sharon, mantuvo su palabra. Un mes después de las elecciones parlamentarias del 28 de enero logró un gobierno de escasa mayoría en la Knesset (Parlamento), al aliarse con el partido radical laico Shinui y el derechista Partido Nacional Religioso (PNR). Pero las posibilidades de que esta alianza dominada por la derecha y con una mayoría de un solo voto pueda solucionar las tareas más acuciantes de la política israelí son más bien escasas.
Los observadores israelíes incluso descartan que se puedan lograr avances en el proceso de paz con los palestinos y acabar así con el sangriento conflicto de Cercano Oriente.
"Este gobierno actuará armónicamente en política exterior mientras no haya un proceso de paz con los palestinos y Sharon siga impidiendo cualquier avance" en este sentido, opinaba a comienzos de la semana el diario "Maariv".
Aunque Sharon ya no rechaza la fundación de un Estado palestino, los 40 diputados de su partido, el Likud, están en su mayoría en contra de hacer amplias concesiones a la parte palestina.
El PNR, con seis mandatos, es el portavoz de los colonos judíos más radicales y se niega contundentemente a que haya un Estado palestino. Y también el partido Shinui, radical laico y con 15 bancas la tercera fuerza parlamentaria, está en materia de política palestina más próximo al Likud que a la izquierda israelí.
Con la posible entrada al gobierno de la ultraderechista Unión Nacional, con la que la coalición de Sharon llegaría hasta los 68 diputados de los 120 que tiene el Parlamento israelí, estarían representadas en el gobierno todas las fuerzas de la derecha.
Por primera vez en décadas, Sharon ha dejado de lado en la formación de gobierno a los debilitados ultraortodoxos. Una decisión muy popular entre la mayoría de la población judía laica. Sólo sin los constantes intentos de chantaje de esta minoría ultrarreligiosa puede Sharon adoptar las urgentes reformas económicas y financieras necesarias para acabar con la profunda recesión que vive Israel.
Sin embargo, los expertos ya advierten de que en las próximas semanas sólo tendrán éxito los necesarios recortes en el presupuesto y en la seguridad social si acaba el conflicto con los palestinos, que ha sido uno de los principales causantes de la caída de la economía israelí.
Ya antes de las elecciones dejó en claro Sharon que prefería continuar el "gobierno de unidad nacional" con el Partido Laborista, ahora en la oposición. Al fin y al cabo, los socialdemócratas lo habían apoyado con sus 25 diputados durante los dos años del gobierno anterior, incluso durante las masivas acciones de represalia contra los palestinos y la reocupación de Cisjordania.
Pero el actual secretario general laborista, Amram Mitzna, consideró que una nueva participación en un gobierno dominado por la derecha acabaría por destruir completamente a su partido, ya reducido a sólo 19 escaños. Mitzna, que le impuso a Sharon demandas inaceptables para participar en el gobierno, espera ahora que la coalición se rompa durante las esperadas disputas sobre el conflicto de Cercano Oriente y las planeadas reformas políticas y económicas. Pero si, en contra de lo esperado, Sharon se atreve a intentar alcanzar la paz con los vecinos palestinos, los laboristas lo apoyarán con una "red de seguridad" desde las bancas de la oposición. Y si se rompe la alianza de derechas del primer ministro, estará libre el camino hacia unas nuevas elecciones o hacia una gran coalición, deseada por la mayoría de los israelíes. (DPA)
     
     
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