Miércoles 26 de febrero de 2003
 

Newton y la "new age"

 

Por Darío Torchio

  El 31 de diciembre del 2002 Jorge Guala Valverde publicó, en "Río Negro", "Dogmas", en respuesta a una nota de Jorge Gadano. Pasado un tiempo más que prudente sin que ningún científico de la región recogiera el guante me permito, como simple estudioso y apasionado defensor de las ciencias duras, opinar sobre un tema que considero de vital importancia en estos tiempos de tanta confusión. La seudociencia siempre existió pero, al menos en los tiempos modernos, tenía un estatus marginal. Hace 30 ó 40 años los curanderos eran detenidos y procesados por ejercicio ilegal de la medicina y los brujos y adivinos trabajaban en forma prácticamente clandestina. En los tiempos que corren y por razones que sería muy largo enumerar, esa seudociencia ha salido totalmente a la luz y ocupa un lugar central en nuestra sociedad con una presencia en los medios que supera ampliamente a la de la ciencia. Es muy común hoy ver en televisión a algún pintoresco personaje hablando de los temas más absurdos y delirantes ante el beneplácito del conductor del programa que nos asegura que estamos ante un "sabio". Estas formas de "conocimiento" no sólo llegan a los sectores de la población con menos cultura formal, sino que también son aceptadas por instituciones o grupos que tradicionalmente no les reconocían validez. Como ejemplos se pueden mencionar a la Iglesia Católica con el Movimiento Carismático de los curas "sanadores" y a sectores de universitarios que cansados del dogmatismo de algunos científicos o de la rigidez del método científico o por resabios supersticiosos se justifican de la mano de algún filósofo de la ciencia como Feyerabend. Quizá no sea éste el caso del autor de la nota mencionada, pero en ella nos ofrece una poética descripción del Universo como organismo vivo donde cada partícula, cada manzana, es "sentida" momento a momento por el resto del Cosmos, no importa qué tan lejos ella se encuentre gracias a la acción instantánea a distancia de la gravedad. Esta sustancia última de la ley de gravitación universal que, según Guala Valverde, fue "adivinada" por Isaac Newton (1642-1727) a los 24 años "...por influjo de sus conocimientos herméticos" le permite desarrollar una concepción de la ciencia que nos hace retroceder 300 años. Nadie puede negar el valor de la intuición o del llamado pensamiento lateral en la investigación científica o en las actividades cotidianas. ¿Quién no se fue a dormir con un problema insoluble y se despertó con la solución?, solución que normalmente es la más simple y evidente, pero imposible de obtener a nivel consciente. Del mismo modo muchas veces los científicos intuyen la solución a problemas difíciles y lo hacen con la más simple y elegante de las respuestas. El desconocimiento del funcionamiento de estos mecanismos no conscientes de nuestra psique no justifica los argumentos místicos del autor acerca de conocimientos "revelados" o esotéricos en la investigación científica. Todos los años los miles, o quizá millones, de parapsicólogos, astrólogos y videntes que hay en el mundo, usando estas mismas virtudes esotéricas que el autor atribuye a Newton, pronostican la muerte de un personaje destacado, una catástrofe natural o el inicio de una guerra y claro, normalmente se equivocan pero, por una simple cuestión estadística, a veces aciertan. Algún día morirán el Papa o Fidel Castro, siempre hay terremotos o inundaciones y las guerras seguirán existiendo mientras reine la codicia en el mundo. ¿Cómo podríamos distinguir a un charlatán de un científico si aceptamos como válidos los conocimientos obtenidos por métodos esotéricos?
Cuando Michelson y Morley, en un refinado experimento, fracasaron en su intento de medir el viento del éter, Einstein simplemente supuso (¿intuyó?) que el éter no existía y así desarrolló la teoría que revolucionó la física del siglo XX, la Relatividad restringida, que publicó a los 26 años de edad sin necesitar ningún tipo de conocimiento ocultista o alquímico. Esta teoría, entre otras cosas, establece la equivalencia entre masa y energía que sirve de fundamento para el desarrollo de la energía atómica. Diez años más tarde (1915) dio a conocer la Relatividad General, según la cual los fenómenos gravitatorios no provienen de una fuerza de interacción instantánea entre masas, como enunció Newton, sino que resultan de las propiedades geométricas que las distribuciones de masa confieren al espacio-tiempo. En esta concepción, la órbita de un planeta alrededor del Sol no se debe a la fuerza que éste ejerce sobre aquél, sino que es el movimiento inercial del planeta en un espacio-tiempo curvado por la masa del Sol. La Relatividad General no sólo describe con mayor precisión los fenómenos gravitatorios comprendidos en el modelo newtoniano (como la precesión del perihelio de Mercurio que ya había sido observado por Le Verrier en 1859 y no se podía explicar usando el modelo clásico), sino que predice fenómenos sorprendentes, muchos de los cuales han sido confirmados por una gran variedad de experimentos. Entre otros, que un rayo de luz o cualquier onda electromagnética se desvía cuando pasa en la vecindad del Sol o cualquier astro, porque debe recorrer un espacio-tiempo curvado por la masa del mismo. Esto se comprobó tempranamente (1919) durante un eclipse de Sol que se observó desde Sudamérica y Africa y, recientemente, el valor predicho por la relatividad de la desviación (1,75 segundos de arco) ha sido comprobado con un error del 0,1% usando la técnica VLBI, en la que se combinan dos o más radiotelescopios separados por la mayor distancia posible a escala planetaria.
Faltaba comprobar otra enseñanza de la Relatividad General: cuando un astro se mueve, su campo gravitatorio no cambia en forma instantánea (como supusieron Newton y su exegeta local), sino que éste sufre un retardo porque se propaga con velocidad finita igual a la de la luz (300.000 km/seg).
Hay que suponer que al momento de escribir "Dogmas" Guala Valverde desconocía un experimento realizado el 8/9/02 que tuvo amplia difusión en revistas de divulgación científica. S. M. Kopleikin (Universidad de Missouri-Columbia ), con la colaboración de E. B. Fomalont (NRAO), aprovechando la alineación de la Tierra, Júpiter y el quasar J0842+1835 y haciendo uso de los 10 radiotelescopios de 25 metros del NRAO de EE. UU. (desde Hawai a las islas Vírgenes) y el de 100 metros del Max Plank Institute (Alemania) se propuso medir el efecto de retardo en la propagación de la gravedad y anunció que publicaría los resultados para fines del 2002, cosa que hizo en la reunión anual de la Asociación Americana de Astronomía en Seattle. La publicación de esta "inoportuna" noticia en la contratapa del diario "Río Negro" del 10/1/03 (Einstein no estaba equivocado) evidentemente obligó a Guala Valverde a escribir, ocho días más tarde, una nueva nota (Develando el misterio gravitatorio), donde pone en duda que en ese experimento se haya medido un efecto realmente gravitatorio. De ser así, asegura, "habrá que buscar en la estructura misma del espacio... la razón de tan particular comportamiento...". Justamente esto es lo que intenta Kopleikin (como la casi totalidad de los físicos y astrónomos serios que hay en el mundo) asumiendo que la Relatividad, con su concepción de las propiedades geométricas del espacio-tiempo, explica con mayor precisión que el modelo newtoniano el universo conocido. Por ejemplo, la aplicación estricta de la Relatividad General exige un universo en expansión y como Einstein (al igual que todos sus contemporáneos) estaba convencido de que era estático, "inventó" la constante cosmológica. El científico ruso A. Friedmann, sin tomar en cuenta la opinión del creador de la teoría, predijo en 1922 la expansión del Universo, cosa que fue comprobada por Hubble en 1929 y corroborada por Penzias y Wilson en 1965. A los ejemplos dados habría que agregar otro fenómeno comprobado con experimentos rigurosos: el tiempo transcurre más lento a altas velocidades o en un campo gravitatorio intenso. También explica la existencia de singularidades (agujeros negros), de las que prácticamente ningún astrónomo cuerdo hoy duda.
Ningún científico serio asegura que la Relatividad (que generó una revolución en la filosofía y otras áreas del pensamiento del siglo XX) es la explicación última del Universo, sólo que lo describe con mayor aproximación que la teoría clásica. Falta una teoría que unifique sus "verdades" con el principio de incertidumbre de la física cuántica y en eso se trabaja intensamente, por ejemplo, con la teoría de cuerdas.
Las mayores resistencias a la Relatividad parecen provenir de despreciables prejuicios ideológicos (un conocido docente universitario me dijo hace tiempo que es sólo ciencia judía) o de respetables principios religiosos. Es lógico que así sea, Stephen Hawking, sucesor de Newton en la cátedra Lucasian de la Universidad de Cambridge y uno de los científicos más respetados de nuestro tiempo, ha dicho que en este universo relativista desde el Big Bang a la fecha no hay lugar para un creador.
En otro párrafo, Guala Valverde opina sobre un tema de actualidad, la clonación humana, y allí asegura sin ningún fundamento científico (¿quizá una revelación?), que en un clon "... definitivamente..." no se podrán replicar "... la personalidad, la inteligencia, la afectividad" (¿el alma?). En ésta como en muchas aseveraciones seudocientíficas hay algo de verdad: cualquier aficionado a la biología sabe que la apariencia física y funcional de los seres vivos o fenotipo es el resultado de la interacción entre la carga genética (genotipo) y el ambiente. En los humanos esta influencia del medio comienza en el vientre materno desde la concepción y continúa a lo largo de toda la vida. Un niño clonado será diferente porque nacerá en una época distinta, con padres distintos, etc. Por otra parte, habría que considerar la influencia de la herencia no cromosómica (citoplasmática) que se transmite exclusivamente por linaje materno, en este caso desde la mujer donante del óvulo.
Estrictamente, clon es una categoría taxonómica, como familia, género o especie, en la que los individuos que lo integran comparten todos sus genes porque han nacido de formas de reproducción asexuada, como ocurre en las plantas que se multiplican por injerto o estaca. En el sentido de compartir todos sus genes se podría decir que los clones humanos ya existen y han sido estudiados profusamente: se trata de los gemelos idénticos o monovitelinos (nacidos de un solo huevo). Tratando de determinar la influencia de la herencia sobre la inteligencia en EE. UU. se sometieron a distintos test a parejas de gemelos separados al nacer y que, en algunos casos, habían sido criados por familias adoptivas de muy diferente condición económica, social y cultural y en que vivían en estados distantes. Con las lógicas diferencias de personalidad que se podían esperar, estas personas compartían similares niveles de inteligencia en la resolución de los test y, lo más sorprendente (o quizá no tanto), tenían inclinación hacia actividades parecidas e incluso compartían algunos gustos artísticos, sin dudas, todas manifestaciones del "alma" humana.
Por último, el autor expresa su desencanto por todo lo que falta para que la ciencia interprete "... el alma, los espíritus, la teleportación (¿?), la precognición, los milagros..." todas creencias muy respetables en el ámbito de la religión y reclama que los teólogos se ocupen de la física. Sin duda la ciencia dista mucho de ser un sistema perfecto, pese a los esfuerzos de la epistemología del siglo XX para codificar el método científico. Pero pretender que los errores o inexactitudes de Popper justifican el "todo vale" de Feyerabend, es abrir la puerta a todo el charlatanerismo y la seudociencia que nos inunda desde la popular "new age" y que permite a personajes inescrupulosos quedarse con el dinero de los crédulos. Sería interesante preguntarse si los intelectuales que proclaman la validez de las "ciencias alternativas" y herméticas llevan a su hijo gravemente enfermo al curandero o al médico, si se comunican por telepatía o por Internet y si cuando viajan en avión prefieren que el control mecánico lo haga un rabdomante o un ingeniero.
Es cierto que la ciencia, en muchos casos, tiene una deuda con las formas de conocimiento empírico tradicional de los pueblos. Así lo ha entendido la medicina china incorporando al hospital público, después de comprobar su efectividad y por razones probablemente económicas, prácticas ancestrales como la herboristería o la acupuntura como complemento de la ciencia médica "oficial".
Pretender, como hace Guala Valverde, incorporar los conocimientos "revelados" y absolutos quitaría a la ciencia uno de sus principales méritos que comparte con el arte: la universalidad de su lenguaje a diferencia de otras esferas del conocimiento como la religión. Sólo nos queda recordar que en los tiempos en que piadosos teólogos se ocupaban de las ciencias naturales ardieron Giordano Bruno en la hoguera del Papa y Miguel Servet en la de Calvino.

dariotorchio@hotmail.com
     
     
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