Lunes 24 de febrero de 2003 | ||
Arturo Frondizi, intelectual y político |
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Por Ricardo Alberto Rojas |
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El 23 de febrero de 1958 Arturo Frondizi se consagró presidente constitucional de los argentinos. A 45 años de ese resonante triunfo electoral que significó poner en marcha las fuerzas productivas del país, superando las antinomias que dividían a la sociedad, es imprescindible hoy resaltar la figura de este político que se adelantó a su tiempo, con un pensamiento actualizado y moderno. Arturo Frondizi fue una de las grandes figuras de la política argentina del siglo XX, tanto su aguda inteligencia como su compromiso político se evidencian en una de las primeras actitudes públicas de su vida: en 1930 se recibió de abogado con diploma de honor de la Universidad de Buenos Aires, pero decidió rechazarlo como repudio a la dictadura militar del general Uriburu. En ese momento tomó la decisión de dejar de lado las comodidades de la vida académica y lanzarse a la militancia política, que comenzó en la corriente yrigoyenista y cumplió durante toda su vida al servicio de los intereses nacionales. Una militancia en la que combinó el estudio de los problemas con una gran capacidad de hacer llegar sus ideas a la gente, y su inteligencia y su talento político estuvieron adornados con una conducta de austeridad y de ética irreprochable y con un espíritu que lo acompañó durante toda su larga vida política: excluir de la acción política los agravios a los adversarios y buscar de construir siempre puentes de diálogo, de coincidencia y de unidad nacional. El primer cargo público importante lo alcanzó en 1946, cuando fue elegido diputado nacional. En el Congreso pudo mostrar lo esencial de su personalidad: era un legislador que estudiaba los problemas y presentaba iniciativas serias y a la vez un político sereno que no se dejó arrastrar por las fuertes pasiones que dividían a la sociedad de entonces. No usó la banca como continuación de las reyertas callejeras e hizo una oposición constructiva, tendiendo siempre puentes con sus adversarios, convencidos de que así debían actuar quienes forman una Nación. Cuando llegó a la Presidencia de la Nación lo hizo de una manera que no fue comprendida por todos en su momento, por las pasiones que dividían a la sociedad, lo hizo levantando la bandera de la conciliación entre argentinos, planteando la necesidad de superar la cruda antinomia peronismo-antiperonismo que había llevado al golpe de Estado de 1955. Eso se comprendió años después y es justo reconocerlo. Le tocó gobernar, en el período 1958-1962, en medio de grandes turbulencias y pasiones que no se apagaban, soportó en esos febriles cuatro años 36 intentos de golpe de Estado, hasta el último que lo derrocó. Pero sin duda lo notable y lo que muestra su cabal personalidad de estadista es que, pese a esas turbulencias, gobernó los cuatro años tomando decisiones de gobierno que, al margen de las opiniones que se tenga sobre ellas, mostraban la decisión de no dejarse arrastrar por las contingencias y avatares de la política circunstancial. Como estadista, al margen de sus intereses políticos inmediatos, no dejó de pensar en el país en su perspectiva histórica. Sin entrar en el detalle de esa obra de gobierno, cabe decir que se caracterizó por grandes inversiones y proyectos en los que se destacó una gran preocupación por la Patagonia, a la que Frondizi denominaba "prioridad nacional". La política petrolera de Frondizi, que formaba parte de una estrategia nacional más amplia -participación del capital privado con control de YPF, ahorro de divisas para financiar la industrialización, etc.- tenía como uno de sus aspectos el desarrollo de la Patagonia y, en verdad, cuando comenzaron las actividades en la región florecieron muchas ciudades al ritmo de la exploración y explotación del petróleo argentino. Pero no fue sólo el petróleo, estuvo el impulso a la explotación carbonífera, los primeros pasos para la posterior construcción de El Chocón, que era concebida por Frondizi no para proveer energía al Gran Buenos Aires, sino para impulsar con energía barata la industrialización de la Patagonia, y así muchas iniciativas, además del impulso que la economía general daba a la región. La política nacional, con el impulso a la industrialización y las obras de infraestructura, al margen de las opiniones que puedan tenerse, permitió el pleno empleo, el mercado interno en expansión y una sociedad equilibrada. Y en lo político, pese a lo opinable de muchas cuestiones que ocurrieron fruto de la violencia que dominaba a la sociedad, le permitió decir a Frondizi que había logrado gobernar si que hubiera un solo muerto por las luchas sociales y políticas. No cabe hacer aquí un análisis de esa gestión, pero sí señalar, como muchos lo reconocieron después del golpe de Estado de 1962, que el derrocamiento del gobierno constitucional de Frondizi fue un gran error y un retroceso para el país. Frondizi, sí cabe decir, marcó tempranamente un camino con su idea del desarrollo, con su lúcida mirada acerca de que la Argentina no es un país pobre, sino que su pueblo vive en la pobreza por la falta de políticas adecuadas y requiere que sus potencialidades se pongan en acción con el desarrollo. Un camino que hoy muchos argentinos, de distintos partidos, quieren recorrer. Y también lo marcó con su austeridad republicana y con su ética irreprochable. Salió del gobierno sin fortuna personal y una vez que cumplió su injusta detención en Martín García, primero, y en Bariloche, después, volvió a su casa donde vivía austeramente y donde exponía sus ideas con humildad. Eso refleja también un camino y un ejemplo que los dirigentes de la Argentina deben seguir. Eso es importante, porque los homenajes y recordaciones de figuras públicas tienen que tener, además de su fundamento en la justicia histórica, un sentido práctico para el presente y para el porvenir. No deben ser limitadamente nostálgicos, tienen que servir como ejemplo para que podamos construir una sociedad mejor. Y quizá uno de los aspectos más destacables al recordar hoy a Frondizi, una figura que está por sobre todos los partidos, es que, además de su condición de estadista que todos le reconocen, fue nada más ni nada menos que un político. Un hombre entregado a la política entendida como actitud ética en favor de la sociedad, entendida como lucha de ideas y no de pasiones mezquinas, entendida como servicio al bien común y no como búsqueda de ventaja personal. En los momentos actuales, cuando la Argentina necesita recuperar a la política, la figura de Frondizi nos ayuda. Nos ayuda a mejorar la política y a tomar conciencia de que es en la política, y no en otro lugar, donde debemos buscar la solución para los problemas políticos del país. Y nos ayuda, justamente, porque supo situarse por sobre los partidos y poner sobre los intereses partidarios su ideal de Nación, a que coincidamos, desde distintos partidos y desde la perspectiva de ciudadanos independientes, en buscar caminos y referencias para construir una sociedad mejor. Arquitecto. Vicepresidente del MID de Neuquén |
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