Lunes 24 de febrero de 2003
 

Una estrategia a largo plazo

 

Por Antonio Torrejón y Nantlais Evans (*)

  En el inicio de la última década del siglo pasado, estando nosotros en funciones de gobierno en la provincia de Río Negro, resultaba evidente e impostergable la necesidad de encarar la gestión de modernización del centro de actividades de montaña del Catedral, para su actualización y equiparación al nivel del destino que le corresponde entre los cerros más importantes internacionalmente. Es polifacético y de especial atractivo tanto para turistas que les gusta tomar contacto con la nieve como para deportistas de nieve -esquiadores o snowboardistas- excursionistas, andinistas, ciclistas o parapentistas. Por las formas del relieve de las que deriva su nombre, ofrece uno de los conjuntos de crestas más sorprendentes, de aspecto cupuliforme, que recortan su perfil en el escenario geográfico. Fue y es sinónimo de los productos montaña y nieve en relación con el destino turístico de San Carlos de Bariloche.
Cuenta aparte es que si esa mancomunidad debe entenderse como razón suficiente para su pretendida, por algunos, pertenencia a la municipalidad o, si por el contrario, que marchen por caminos institucionales y jurisdiccionales separados aunque paralelos, no es la condición necesaria y saludable para que las contingencias y abatares de cada uno no sea un elemento de arrastre o de contagio recíproco. Debe ser tema de otra nota.
Hoy es prudente echar una mirada sobre el proceso que en ese sentido se inició doce años atrás. En aquellos momentos la infraestructura de medios de elevación para turistas y esquiadores había entrado en una etapa en la que las perspectivas de actualizarla parecían pasar solamente por la vía de renegociar anticipadamente extensiones en los plazos de explotación. Pudo haber sido un camino, pero contenía el mismo vicio de los contratos originales: transcurrido un primer y corto período de inversiones en la infraestructura, siempre habría de haber un período largo de explotación de esa infraestructura, durante el cual ineludiblemente se caería en un período final de agónica meseta, si no en una letal declinación o desinterés en inversiones genuinas y de atención mecánica esmerada. Pero había otro aspecto importante: renovar los contratos individuales con los concesionarios para obtener un flujo de dinero que actualizase la infraestructura era patear para el futuro la lógica pretensión de lograr un manejo que presentara al Centro como una unidad frente al mercado turístico y posibilitar, por ejemplo (no único ejemplo), un pase unificado para esquiadores.
Se puso en marcha, por la Secretaría de Turismo de la provincia de Río Negro, un registro de potenciales inversores para un ambicioso programa de modernización de la infraestructura de todos los servicios del área Catedral.
El problema de diseño de distribución de la infraestructura de remontapendientes que presentaba el cerro Catedral era cómo salvar el tercio medio de las laderas, que a sus muy pocas alternativas de pistas, por lo general agrega el componente de carencia de nieve y presencia frecuente de lluvias.
En resumen, cómo acceder desde la base al tercio superior, espacio predilecto por los esquiadores por las condiciones y presencia de nieve. Cómo, también, al término de la jornada, descender rápidamente desde el tercio superior a la base, cuando, como se ha dicho, frecuentemente no hay posibilidades de hacerlo esquiando.
La principal pretensión fue entonces la instalación de un medio de elevación expeditivo, ágil, de gran capacidad de transporte y de moderna concepción, que facilitara y brindara celeridad al movimiento de ascensos y descensos, acortando los tiempos que demandaban largas colas o los medios relativamente lentos para atender esa afluencia en los momentos picos de inicio y final de las jornadas.
El nuevo medio de elevación podría emplazarse en una línea central del cerro, no muy lejos de la elegida oportunamente por el experto Hans Nöebl, por allá a fines de la década del "40.
Se ofrecería además al concesionario el refugio Lynch, la aerosilla del mismo nombre y el restaurante El Barrilete cuando concluyeran los plazos en vigencia. También la posibilidad de adquirir por compra una fracción de terreno aledaño al cablecarril, de unos once mil metros cuadrados. Este lugar sería destinado al hotel de categoría no inferior a cuatro estrellas.
La iniciativa se apoyaba y encuadraba en las acciones desarrolladas previamente por el organismo en materia de desregulación del marco normativo heredado del Estado Nacional. Se ofrecía, desafiaba y posibilitaba a los inversores lograr la modernización de la infraestructura.
Dijimos entonces que aquella propuesta no colisiona con las concesiones en vigencia. Así como que el Estado no puede renunciar a su tarea fundamental que es gobernar (prever el bien común), y si en el acto de hacerse ese eventual llamado surgiera un derecho subjetivo lesionado, la Justicia podría determinar cuál sería la vía de resarcimiento. Se alentaba la posibilidad de asociaciones de capital con los actuales concesionarios, ya que la finalidad de la propuesta era volver a hacer tentador y competitivo al centro de esquí y la ciudad de Bariloche en la Patagonia de los lagos.
No caben dudas, viendo lo realizado en materia de medios de elevación a partir de aquel llamado, de que la propuesta fue coherente y conducente al propósito de refundar las bases de un centro de actividades de montaña que tenía y tiene todos los atributos naturales y logísticos para estar entre los mejores del continente, pero al que le faltaba la excelencia-competitiva.
A doce años de aquello y cuando ya arriban a su término plazos remanentes de concesiones otorgadas en la década de los "70, salta indubitablemente a la vista que el desafío de llegar con comodidad, en forma directa y rápidamente de la base al tercio superior y a la inversa, fue conceptualmente correcto para el desarrollo coherente del cerro. Se logró una importantísima cuota de modernización diez años antes de lo previsto en contratos anteriores. El desafío se centra ahora, vaya la aparente paradoja, en los laterales: encarar la renovación, en diseño y en elementos, de la infraestructura de los sectores norte y sur del cerro que, aferrados a sus individualidades, han continuado en la previsible meseta y declinación que los ha llevado al anacronismo. Setiembre de 2002.

(*) Integrantes, junto con Rodolfo Wiefling y Jorge Barroso, del equipo que
enfrentó en 1990 el desafío de volver competitivo al cerro Catedral con la mínima inversión del Estado. (Asesoramiento: V. Ojeda-P. Rosenkjer)
     
     
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