Domingo 16 de febrero de 2003
 

La mayoría silenciosa

 

Por Héctor Mauriño

  Difícilmente los políticos rionegrinos harían con sus propios bienes tan malos negocios como los que realizan con el dinero que no les pertenece.
Según la más somera apariencia, en el gobierno se dejan engañar cual cándidos muchachos inexpertos. Pero, aun así, pretenden que la ciudadanía los tenga por habilísimos administradores y los vote.
Carlos Ferrari vino, hizo y venció. Concluido todo lo que quiso, se fue.
Ese es el corto cuento -sin final feliz- que el gobierno rionegrino pretende contarle a la ciudadanía de la provincia.
Por supuesto, que nada de esto pudo hacerlo sin la ayuda o la omisión de quienes manejan el poder y el control.
Lo grave del caso, en definitiva, no es tanto que el gobernador y el presidente de Lotería hayan entregado durante años un negocio muy lucrativo y sin riesgo a una persona que no les demostró solvencia empresarial sino sólo confianza personal y retribución de favores. Lo peor es que pudieron hacerlo sin que ningún organismo de control interno ni externo del Estado rionegrino lo evitara.
Y sin que la oposición política moviera cielo y tierra.
Y sin que los gremios de empleados estatales o privados de la provincia saltaran ofuscados.
En fin, sin que nadie -más que un escasísimo puñado de voces que este diario se enorgullece de integrar- diera la voz de alerta.
Esta debilidad institucional y ciudadana es un verdadero riesgo.
En un año electoral, es trágica.
De algún modo, tiene relación con el incremento de la delincuencia, que tanto preocupa de palabra a dirigentes, empresarios y ciudadanos: los ladrones que asaltan, golpean o matan son una porción pequeña de la sociedad. Pero, por cada uno de ellos, existe una red de silencios, "no te metás", ineficiencias, complicidades, compras "discretas y baratas" de cosas robadas... En fin, una "mayoría silenciosa" que los alienta, consiente o ampara.
Con los políticos ineficientes y/o sospechados de corrupción sucede lo mismo: muchos dirigentes que han sido "socios políticos" del radicalismo en el poder toman distancia hoy y se dicen diferentes, pero no explican cómo pudieron antes convivir en silencio con las gravísimas denuncias de corrupción sin que pareciera importarles. Del mismo modo, jueces, fiscales, funcionarios de los organismos de control, empresarios, gremialistas y demás parecen conformarse mirando su entorno más inmediato, ignorando o fingiendo ignorar la relación directa que existe entre el desmanejo de fondos oficiales por corrupción, ineficiencia, clientelismo o negligencia y el creciente deterioro de la calidad de vida de todos y cada uno de los habitantes de la provincia.
Ricos y pobres, habitantes de las ciudades y de las zonas rurales, grandes y chicos, todos de alguna manera sufren las consecuencias de la falta de hospitales en condiciones, de la degradación de las escuelas y de la educación, del deterioro de la obra social del Estado, de la falta de mantenimiento en las rutas, de la escasez de infraestructura y personal para combatir incendios de campos, de la ausencia total y absoluta de una política cultural del Estado provincial, de la inacción en materia de promoción del desarrollo económico o del fomento de la comercialización de nuevos productos o la exploración de nuevos mercados internacionales.
Claro que no todos lo padecemos en el mismo nivel. Los sectores de mayores recursos económicos no sufren más que molestias. Pero los más dependientes del Estado o los más desprotegidos, lamentablemente, ponen en juego su patrimonio, su salud y hasta su vida.
La semana pasada, quince médicos de una iglesia de Buenos Aires viajaron a Los Menucos, en la Línea Sur rionegrina, voluntariamente y en misión solidaria para atender en forma gratuita las necesidades de salud de la población. Las conclusiones a que arribaron son tan graves, que ofenden la calma de quienes pretendan ignorarlas y mirar para otro lado: alarmantes miopías agudas, baja estatura, reumatismos y dermatitis producidas por la mala calidad del agua y la escasa alimentación debida a la pobreza extrema de amplios sectores de la población de esa zona, fueron las principales dolencias detectadas por los profesionales.
El gobierno de Río Negro -en manos del radicalismo desde hace 20 años y, más puntualmente, de un puñado de dirigentes que han cambiado de lugares unos con otros- decidió que sólo dos médicos hospitalarios atiendan a toda la población de esa franja de la Región Sur, y ni siquiera les dotaron de comunicaciones, ambulancias y equipos para su misión.
Estas también son decisiones de gobierno, adoptadas por funcionarios y consentidas por la población de la provincia.
De algún modo u otro, se impone que la ciudadanía comience a incrementar su nivel de participación activa en relación con la marcha del gobierno en todos sus niveles. Votar es demasiado poco para "hacer" un ciudadano. Tampoco ayuda pintar graffittis o quemar cubiertas. Pero sí contribuye el concurrir a reuniones de política partidaria interna, para controlar qué se resuelve y cómo se eligen los candidatos. Ellos que, después, tendrán poder sobre nuestras vidas y bienes.

Alicia Miller
amiller@rionegro.com.ar

     
     
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