Miércoles 12 de febrero de 2003
 

Héctor Cabaza: la continuación de una obra

 

Por Zulma Gasparini (*)

  Conocí a Héctor (Tito) Cabaza hace 4 años. Me habían avisado, en el Museo de Ciencias Naturales de La Plata donde trabajo, que un señor que vivía en Lamarque había encontrado unos huesos grandes que, decía, correspondían a un plesiosaurio. Realmente me intrigó porque cuando alguien encuentra huesos grandes supone que ha descubierto un dinosaurio. Tiempo después lo visité en su casa, en la que contrastaban la pulcritud sostenida por Blanca Bianchi, su encantadora y esforzada esposa, y una mesa ocupando buena parte del living en la que se desparramaban decenas de huesos fósiles.
Así conocí a Tito. Un hombre fascinado por la vida en el pasado, que había dedicado sus años más recientes a buscar fósiles, principalmente en un campo de su propiedad. Luego de una rápida observación de los huesos, coincidí con Tito en que se trataba de un plesiosaurio, pero además era el esqueleto más completo que se había encontrado en rocas de fines del Mesozoico (65 millones de años) en América del Sur.
Así comenzó una relación de amistad y cooperación con Tito. Con él, su familia y el grupo de jóvenes y amigos que lo apoyaban en la búsqueda de fósiles, luego fueron la base fundacional de la Asociación Amigos del Museo y del Museo Paleontológico de Lamarque, dependiente de esa municipalidad.
En menos de cuatro años, Tito Cabaza y sus amigos descubrieron cantidad de peces, tortugas, dinosaurios, huevos de dinosaurios, plesiosaurios, mosasaurios y mamíferos de fines de la Era Secundaria. Por nuestra parte, armamos un grupo de investigación integrado por paleontólogos y geólogos de las universidades nacionales de La Plata, Comahue, La Pampa y Buenos Aires, quienes trabajamos con ellos en el campo y les brindamos continuo asesoramiento.
El resultado fue muy positivo. Tito comprendió rápidamente el valor científico de los fósiles y cómo éste debía traducirse en conocimientos transferibles a la comunidad. Aprendió muchos conceptos básicos y luchó denodadamente para que los fósiles tuvieran un lugar público, como corresponde por ley, donde fueran preservados y exhibidos. Lo logró. Lo apoyaron sus incondicionales jóvenes y amigos, los artistas plásticos de Lamarque y las autoridades de la municipalidad, cediendo parte del edificio histórico de la ciudad. Así, entre todos, montaron un sencillo y original museo en el que diariamente Tito hacía visitas guiadas a todo aquel que con interés se acercaba, en particular los estudiantes.
Desde el punto de vista científico, su obra tiene un rédito muy alto. A raíz del hallazgo de los maravillosos reptiles marinos, se efectuó un trabajo geológico y bioestratigráfico, a cargo de los Dres. Silvio Casadío (Universidad Nacional de La Pampa) y Andrea Concheyro (Universidad de Buenos Aires), en el que se descubrió el límite preciso entre las eras Secundaria y Terciaria, hace 65 millones de años. Ese límite marca la gran extinción de dinosaurios y monstruos marinos, entre muchos otros. Los descubrimientos de los reptiles marinos y el límite entre las eras fueron publicados en el XXV Congreso Geológico Argentino el año pasado, y el estudio de los plesiosaurios será publicado por Cretaceus Research en este año. Los plesiosaurios del museo de Lamarque son nuevos para la ciencia. Uno de ellos lleva el apellido de Tito (Tuarangisaurus Cabazai), un más que merecido homenaje.
Los fósiles no son patrimonio personal y no cualquier museo puede tenerlos en custodia. Los fósiles deben estar inventariados y guardados bajo determinadas normas de seguridad. Los reptiles marinos de Lamarque tienen su número de colección, con el que han sido publicados en congresos y revistas científicas y deben ser conservados para estar a disposición de otros paleontólogos del país y el exterior que deseen estudiarlos. Por tal motivo, tanto en la Argentina como en los países del Primer Mundo el cuidado de los fósiles debe estar a cargo de personas que hayan tenido capacitación, preferentemente paleontólogos. En tal sentido, cientos de restos fósiles de animales y plantas que conforman las colecciones del Museo Paleontológico de Lamarque aguardan para ser catalogados y estudiados.
El legado de Héctor (Tito) Cabaza es incalculable. Exploró, con excelentes resultados, dando lugar a la apertura de nuevas líneas de investigación, con un futuro fascinante. Científicamente es relevante para la Argentina; en lo cultural es relevante para Lamarque y su gente. Ahora viene una etapa difícil porque se sentirá la falta de Tito, ese motor imparable alimentado a pura pasión. Estoy segura de que sus jóvenes y amigos seguirán sus pasos, porque comprendieron el valor del patrimonio, porque aman sus desiertos y porque saben buscar la vida del pasado en su suelo reseco. Pero esto no es tarea para sólo ellos. Hay dos niveles de responsabilidad para con ese patrimonio: el de la municipalidad, que debe salvaguardarlo con personal idóneo, y de los paleontólogos que debemos contribuir en los trabajos de campo, el estudio científico y el asesoramiento general.
El Museo Paleontológico de Lamarque es la obra de muchos tras el empuje de Tito Cabaza. Ahora será la responsabilidad de todos.


(*) La autora es profesora de Paleontología Museo de La Plata. Universidad Nacional de La Plata.
     
     
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