Miércoles 12 de febrero de 2003
 

Verdades y mitos de la convertibilidad y el "veranito"

 

Por Rolando Citarella (*)

  Entre la conducta de "no separar la paja del trigo" y el extremismo de endiosar o endemoniar, difícilmente los argentinos podremos coincidir, aunque sea medianamente, en las verdaderas razones de nuestros problemas económicos.
Observemos por caso lo que pasó con la convertibilidad que, de ser considerada una panacea, al cabo de diez años se convirtió en un veneno de los peores, cuando en realidad nunca le cupo ninguno de esos adjetivos.
En primer lugar, porque una cosa es la convertibilidad (los pesos en circulación tienen una determinada relación con las reservas en divisas en el Banco Central) y otra cosa es el nivel que se fija a esa relación (1 a 1; 2 a 1, etc.).
Surgió en marzo de 1991 como una herramienta contra la inflación, que era entonces el flagelo a combatir. Y bien que lo logró. En cuanto a la relación 1 a 1 fijada, era la que se correspondía en ese momento, dada la abundancia relativa de dólares y el nivel de precios internos.
Pero entre los buenos indicadores macroeconómicos de la primera mitad de los "90 y el notable facilismo argentino, la convertibilidad pasó a ser un "modelo de desarrollo", algo que por cierto nunca fue.
Y lo que es peor aún es que se lo tomó como un modelo que se bastaba por sí solo: que no necesitaba de equilibrio fiscal, tampoco de una profunda reforma del Estado, ni de una desregulación en serio de la economía, especialmente del mercado laboral, etc.
Entre esas cuestiones eternamente postergadas y el aumento de precios internos (muy importante esto, ya que entre 1991 y 1995 crecieron en más de un 50%, deteriorando seriamente la relación 1 a 1), estaba claro en la segunda mitad de los "90 que esa relación era insostenible en el largo plazo, por cuanto: a) prácticamente no había actividad económica de bienes transables que fuera competitiva y por lo tanto rentable y b) el endeudamiento para cubrir el déficit fiscal comenzó a tomar niveles peligrosos.
Sin embargo, nada se hizo en ese entonces. Recién después de diez años de vigencia se instaló el objetivo de "déficit cero" (mediados del 2001), pero ya era demasiado tarde para evitar la explosión.
Primera conclusión: la convertibilidad fue el antibiótico que paró la infección, pero de ninguna manera podía solucionar una quebradura de huesos, para la cual existen otros tratamientos. Por lo tanto, si no se hizo nada de eso, no podemos culpar al antibiótico porque el hueso no se soldó.
Con el actual "veranito" ocurre algo parecido. Tiene verdades a la vista:
1) Gracias a una circunstancialmente alta relación entre el peso y el dólar (no puede pensarse que la relación 3,5 ó 3,2 a 1 sea razonable, ya que nos ubica como una de las economías más pobres del mundo) de repente se han vuelto competitivas todas las actividades de bienes y servicios transables. La exportación y la sustitución de importaciones, incluyendo el turismo, están teniendo un claro proceso de reactivación.
2) Como consecuencia de la pesificación, ha bajado notablemente el nivel de endeudamiento de empresas y particulares (en dólares, lógicamente). Esto se nota particularmente en las actividades ligadas a la exportación ya que, si bien con retenciones, venden sus productos en dólares sobrevaluados, pero pagan sus deudas en pesos subvaluados.
El gran mito de este "veranito" es que estemos transitando por un camino de crecimiento autosostenido o despegue económico. De ninguna manera puede afirmarse que la actual situación sea de un equilibrio tal que pueda proyectarse para el largo plazo. Porque esas verdades anteriormente mencionadas tienen graves contrapartidas que sostienen a aquéllas:
1) En primer lugar, el país no está pagando deudas. Está gozando de ese tiempo de relativa tranquilidad que disponen los que se presentan en convocatoria, hasta tanto haga una propuesta de pago a los acreedores.
2) Las tarifas de los servicios públicos privatizados han caído fuertemente en dólares. Esta situación, en el caso de mantenerse, además de estar en colisión con los contratos de concesión, a la larga va a provocar una desinversión de los sectores, y sus consecuencias serán deficiencias en los servicios, que si no se han producido aún es porque se dispone de la inversión realizada luego de las privatizaciones.
3) También los salarios han bajado fuertemente en dólares. Convengamos, para no ser demagógicos, que era imposible que el país se recompusiera con los salarios en dólares que tenía antes de la devaluación. Pero también convengamos que absorber totalmente el aumento del dólar de $ 1 a $ 3,5, es un sacrificio demasiado duro.
4) La seguridad jurídica está seriamente dañada (pesificación asimétrica de ahorros y créditos, suspensión de ejecuciones, modificaciones a la ley de quiebras, discriminación en favor de morosos y en contra de cumplidores, etc.).
5) Hay un beneficio de inventario en todo lo que es inversión realizada en la década del "90, sobre todo lo que tiene que ver con tecnología de punta, que se ha incorporado con un dólar 1 a 1 y hoy difícilmente se pueda reponer. Digamos que andará hasta que se rompa.
Segunda conclusión: los acreedores, las empresas de servicios, los asalariados, los ahorristas frustrados y la inversión acumulada son los que están soportando esta repentina competitividad y consecuente reactivación de algunos sectores económicos.
Por lo tanto, calificar adecuadamente la situación actual requeriría poner en claro lo siguiente: a) ¿qué va a pasar cuando empecemos a pagar deuda (o es que no se piensa hacerlo)?; b) ¿qué va a pasar cuando las tarifas se reacomoden (o es que tampoco se piensa en eso)?; c) ¿los salarios se van a poder mantener en el nivel actual?; d) ¿quién va a invertir en el país, después del desastre jurídico realizado?; e) ¿qué va a pasar cuando nos hayamos consumido el inventario tecnológico acumulado y no lo podamos reponer?
Lamentablemente, la respuesta a estos interrogantes la tendremos en el largo plazo y, al igual que sucedió con la convertibilidad, los responsables ya no estarán en sus cargos, sino argumentando desde la oposición o desde el llano que al país le iba mejor cuando ellos gobernaban.

(*) Economista
     
     
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