Miércoles 5 de febrero de 2003
 

¿Tendrá México un presidente de izquierda?

 

Por Andrés Oppenheimer

  La sorpresa política más grande que encontré en mi primera visita del año a México es la creciente popularidad del alcalde izquierdista de Ciudad de México, Andrés Manuel López Obrador, a quien muchos ya ven - algunos con horror- como el candidato mejor posicionado para ganar las elecciones presidenciales del 2006.
A pesar de que su Partido de la Revolución Democrática (PRD) está en un lejano tercer lugar en las encuestas, el regente populista de 49 años tiene el mayor nivel de aprobación en algunas de los sondeos de opinión pública.
Una reciente encuesta del diario "Reforma" le dio a López Obrador un 67% de aprobación en esta ciudad, comparado con un 59% del presidente Vicente Fox. En algunas realizadas a nivel nacional, López Obrador alcanza un 58% de aprobación, más que cualquier otro posible candidato presidencial.
Con la visibilidad y los recursos del segundo cargo con más poder en México, y el impulso otorgado por la reciente elección de un presidente izquierdista en Brasil, pocos dudan de que López Labrador será un contendiente formidable para la presidencia.
"Es la estrella emergente", me dijo el historiador Enrique Krauze. "Sigue dando la percepción de que es un líder: es respetado, tiene carisma y es muy visible"".
¿Por qué razón deberíamos tomar en serio a un candidato del PRD, un partido ideológicamente estancado en la década de los años 70, que asusta a muchos mexicanos por su frecuente asociación con grupos violentos?
Porque López Obrador podría ganar por eliminación. Puede que los votantes mexicanos decidan en el 2006 que ya le han dado una oportunidad al Partido Acción Nacional (PAN), de Fox, y al Partido Revolucionario Institucional, que gobernó México por más de siete décadas, y que ninguno de estos dos partidos hizo mucho por el país. Según este razonamiento, muchos podrían concluir que habría llegado la hora de darle una posibilidad al PRD.
En apariencia, López Obrador es un hombre que hace obras. Durante mi visita me sorprendió ver cuadrillas de trabajadores en los puntos más visibles de la ciudad, como parte de un proyecto de casi u$s 200 millones para agilizar el tráfico en las carreteras capitalinas.
Se pueden ver trabajadores municipales plantando árboles a lo largo de la Avenida Reforma, construyendo un gigantesco segundo piso en las autopistas Periférico y Viaducto, y reconstruyendo el dilapidado centro histórico metropolitano.
Pero mucho de esto puede ser una ilusión óptica, dicen sus críticos. Según funcionarios del partido gobernante, López Obrador es el regente más irresponsable de los últimos tiempos: estaría gastando el doble del presupuesto de la ciudad, lo que obligaría casi con seguridad a suspender abruptamente estos trabajos próximo.
Pero para entonces, López Obrador habrá renunciado para lanzar su campaña presidencial. Habrá cumplido con su objetivo de promoción personal, y podrá culpar a su sucesor del repentino colapso de la ciudad, dicen.
Es difícil decir si estos pronósticos son justos, pero muchas de las acciones de López Obrador tienen un tufillo de populismo.
El mes pasado, el alcalde organizó un "plebiscito" telefónico para apuntalar su imagen, en el cual los residentes de la ciudad fueron invitados a llamar a un teléfono gratuito y votar si querían que el regente continuara en su puesto.
El resultado, según el gobierno de la ciudad: un 95,3% de los que llamaron -aproximadamente un 10% de los votantes registrados- le pidió permanecer en su puesto.
Fue un monumental gasto de dinero para una encuesta dudosa, ya que fue un "referendo"" con un solo partido, prácticamente sin campaña de oposición. Las llamadas gratuitas le costaron a la ciudad u$s 55.000 y el PRD destinó más de un millón de dólares en publicidad, además de los cinco millones de dólares gastados por el instituto electoral capitalino en un plebiscito realizado pocas semanas antes, según la prensa local.
Mi conclusión: si López Obrador se queda en el gobierno hasta el 2005 y termina las obras públicas que ha iniciado, se merecerá hasta el último punto de su actual popularidad. Pero si renuncia antes de tiempo para presentar su candidatura presidencial y deja a su sucesor sin un peso, como muchos sospechan, será uno de los políticos más irresponsables de la historia reciente de México. Lo sabremos pronto.
     
     
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