Miércoles 26 de febrero de 2003
 

Perfil borroso

 
  Ya que los candidatos principales a la presidencia de la Nación parecen haber completado sus fórmulas respectivas al elegir a un compañero que a su entender podría ayudar a aumentar su eventual cosecha de votos, la campaña electoral debería estar por ingresar en una etapa dominada por polémicas en torno de sus ideas acerca de la mejor forma de remodelar el país para que por fin logre dejar de ser un problema no sólo para la llamada comunidad internacional, sino también para sus propios habitantes. Sin embargo, aunque no cabe duda de que los "proyectos" planteados por -en orden alfabético- Elisa Carrió, Ricardo López Murphy, Néstor Kirchner, Carlos Menem y Adolfo Rodríguez Saá son decididamente distintos, no parece demasiado probable que sus partidarios participen de muchos debates serios y exhaustivos sobre sus méritos relativos. Las razones son sencillas. Una consiste en que a juicio de la mayoría, lo que dicen los candidatos tendrá muy poco que ver con lo que harían en el caso de que triunfaran, aunque sólo fuera porque el próximo presidente carecerá del poder necesario para concretar planes ambiciosos contra la voluntad de los comprometidos con una multitud de intereses creados; mal que nos pese, la fragmentación extrema de la clase política debido a la virtual desaparición de la UCR y el Frepaso más la división en por lo menos tres partes del PJ, ha privado al país de la posibilidad de contar con un gobierno fuerte. Por lo tanto, es en cierto modo lógico que hasta ahora los "debates" preelectorales se hayan concentrado en las vicisitudes de las internas partidarias, en las personalidades y las trayectorias de los aspirantes a suceder a Eduardo Duhalde y en la búsqueda de compañeros de fórmula adecuados.
Otra razón tendrá que ver con la conciencia creciente de que cualquier gobierno, por generosos que resultaran ser sus sentimientos, se verá obligado a tomar medidas "de ajuste", porque de otro modo en un lapso muy breve la crisis giraría fuera de control. A los considerados progresistas no les convendría entrar en detalles, señalando que hasta que la economía se haya expandido mucho para que el país disponga de más recursos, ayudar a un sector significaría perjudicar a otros. Sorprendería, pues, que se arriesgaran procurando explicarnos precisamente lo que harían a fin de transformar sus intenciones, que con toda seguridad son muy buenas, en iniciativas prácticas que efectivamente contribuyan al bienestar de los más necesitados.
Con todo, no obstante las diferencias a primera vista enormes entre Carrió, López Murphy, Kirchner, Menem y Rodríguez Saá, puede vislumbrarse a través de la neblina verbal el perfil aún borroso de la Argentina de los años por venir. En los meses últimos, todos han moderado sus propuestas, abandonando algunas variantes excéntricas como la dolarización plena antes favorecida por Menem y aceptando sin confesarlo que la Argentina sencillamente no está en condiciones de crear una alternativa sui géneris al consenso internacional. Por obra de las circunstancias, todos parecen estar deslizándose hacia lo que suele calificarse de "centro derecha", un lugar que ya está ocupado por el presidente Duhalde y su ministro de Economía, Roberto Lavagna. Que esto haya sucedido es natural por ser tan escasos los recursos disponibles.
Al aludir a la presunta conveniencia de reestatizar los ferrocarriles, Kirchner consiguió dar a su candidatura un toque supuestamente izquierdista, pero sucede que los trenes están manejados por el Estado en algunos países emblemáticos del capitalismo moderno como Francia, Alemania, de suerte que la sugerencia, que por motivos evidentes no motivó entusiasmo, dista de ser tan "revolucionaria" como algunos quisieran suponer. Mientras tanto, Carrió parece haber suspendido su guerra santa contra la banca extranjera. Otro factor que puede haber incidido en la actitud de los candidatos que son considerados progresistas ha sido el rumbo emprendido por el presidente brasileño Luiz Inácio "Lula" da Silva, quien en la actualidad es el dirigente izquierdista más influyente del hemisferio occidental. Al optar por tomar en serio la disciplina fiscal, Lula envió un mensaje elocuente a todos aquellos que fantasean con emularlo: es de prever que de ahora en adelante se esforzarán cada vez más por hacer pensar que lo han entendido.
     
     
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