Sábado 22 de febrero de 2003
 

Sabiduría oriental

 
  No es nada común que un izquierdista emblemático se atreva a decir que en su opinión el FMI existe para algo más que aplastar a los pobres en nombre del capitalismo ultraliberal, de suerte que ha motivado cierta sorpresa la afirmación del uruguayo Tabaré Vázquez según la cual el Fondo "entiende que Uruguay es un país serio, con un sistema político firme, que merece el apoyo de los organismos internacionales de crédito para salir adelante". Para colmo, Vázquez se permitió decir que el FMI, el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo realmente quieren ayudar a su país, una tesis que no está compartida por muchos izquierdistas latinoamericanos que, por lo general, prefieren hacer pensar que a su juicio los desastres económicos que está experimentando la región se deben exclusivamente a la malevolencia de conspiradores locales y extranjeros que por motivos presuntamente estratégicos habrán decidido sembrar la miseria por estas tierras. Si bien es de suponer que en su condición de jefe de la alianza Encuentro Progresista-Frente Amplio Vázquez no siente demasiado entusiasmo por el capitalismo liberal, a juzgar por sus comentarios sabe que para resultar viable "la alternativa" tendría que basarse en algo un tanto más firme que la desprolijidad principista como suelen insinuar sus homólogos argentinos. Mal que bien, para que un país logre mantenerse a flote en las aguas tumultuosas del mundo actual es necesario que maneje sus recursos, que siempre serán escasos, con disciplina y sensatez. Asimismo, no es posible minimizar la importancia de la colaboración internacional: contar con la aprobación del FMI es mejor que verse tildado de paria. Puede que a ciertos "dirigentes" les sea provechoso rebelarse ruidosamente contra el orden imperante, pero quienes pagarán los costos del espectáculo así armado serán los millones de personas mayormente pobres que dependen por completo del desempeño del conjunto.
Vázquez no es el primer líder izquierdista latinoamericano que ha roto con el consenso populista, autocompasivo y "victimista" que según parece está conquistando a cada vez más adeptos en la región. Ya lo ha hecho el presidente brasileño Luiz Inácio "Lula" da Silva, quien para indignación de los teóricos ha elegido anteponer los intereses concretos de sus compatriotas a las consignas contestatarias utilizadas por los intelectuales del Partido de los Trabajadores. Es de esperar que otros pronto sigan su ejemplo, dándole la espalda al escapismo sistemático que durante muchos años ha caracterizado a buena parte del progresismo regional que, por creerse incapaz de afrontar los tremendos desafíos que le plantea el subdesarrollo, se ha refugiado en una especie de universo paralelo poblado de mitos, marchas de protesta tal vez multitudinarias pero en última instancia sólo testimoniales e ideologías que ya son espectrales por no tener contacto alguno con la realidad.
Parecería que muchos izquierdistas se sienten muy conformes con la situación actual porque, al fin de cuentas, les suministra una cantidad inagotable de motivos perfectamente legítimos para denunciar al resto del mundo. Dicen estar en favor del "cambio", pero proponen medidas que saben fantasiosas. Al oponerse sistemáticamente a las "políticas de ajuste", pasando por alto el hecho evidente de que algunos "ajustes", como el supuesto por la reducción de las sumas apropiadas por "dirigentes" inescrupulosos, serán netamente progresistas mientras que otros, por ejemplo los vinculados con la salud y la educación, no lo serían, terminan comprometiéndose con el despilfarro seguido por el colapso, opción que lejos de ser izquierdista es sencillamente insensata. Hasta que los progresistas de la región logren sustraerse a esta trampa que ellos mismos se han tendido a raíz de su voluntad de criticar a sus adversarios desde todos los ángulos concebibles, no habrá ninguna alternativa progresista factible para América Latina. Por fortuna, parecería que en Brasil y Uruguay los líderes más respetados de la izquierda han comprendido esta verdad patente pero, por desgracia, el realismo así manifestado sigue escaseando en el país que más lo necesita, la Argentina, aunque es posible que gracias a Lula y, ahora, a Vázquez, algunos dirigentes pronto comiencen a darse el trabajo de pensar.
     
     
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