Sábado 15 de febrero de 2003
 

Un, dos, tres PJ

 
  Si aún hubiera sido necesario probar que "la ineptitud" no era una característica limitada al gobierno del radical Fernando de la Rúa, la incapacidad patente tanto de la UCR como del PJ de celebrar internas partidarias acaba de recordarnos que es típica de la mayor parte de la clase política populista. Mientras que el fracaso en este ámbito de los radicales es de importancia meramente simbólica, porque sus candidatos presidenciales en potencia apenas figuran en las encuestas de opinión, el de los peronistas sí es grave debido a que tres aspirantes, el ex presidente Carlos Menem, el gobernador de Santa Cruz, Néstor Kirchner y el ex gobernador de San Luis, Adolfo Rodríguez Saá, están entre los más favorecidos. Según falló la jueza electoral María Servini de Cubría, la mejor forma de desenredar el embrollo ocasionado por la inoperancia de los políticos consistiría en permitir que los integrantes de este trío y cualquier otro peronista que podría sentirse tentado a postularse compitan por separado, como independientes virtuales, propuesta ésta que Menem ya ha objetado reclamándose el derecho exclusivo a usar los íconos justicialistas más entrañables como los retratos del general Perón y Evita, por entender que de este modo podría asegurarse algunos votos más.
Las posibilidades abiertas por esta nueva manifestación de ineptitud colectiva son muchas pero, por desgracia, no incluyen la probabilidad de que el gobierno nacido de las elecciones fijadas para el 27 de abril esté en condiciones de administrar con cierta solvencia a un país que está debatiéndose en la crisis más confusa de su historia. Podría producirse un ballottage entre dos peronistas, entre un peronista y un ex radical o, si bien nadie apostaría a la variante, entre los dos ex radicales Elisa Carrió y Ricardo López Murphy. Sea como fuere, el triunfador que eventualmente salga del caos político así creado no tardará en verse frente a buena parte del país que, es de prever, lo tratará como un usurpador con la esperanza de derribarlo luego de un intervalo breve mediante movilizaciones "populares" similares a aquellas que, para regocijo de muchos, pusieron fin a la gestión de De la Rúa. Es que, lo entiendan o no los "dirigentes", ningún presidente podrá gobernar sin el apoyo firme de un partido organizado cuyos miembros estén dispuestos a defender todas las medidas emprendidas, no sólo aquellas que les parezcan políticamente provechosas. Huelga decir que sería demasiado esperar que un partido tan rencorosamente dividido como el PJ, que ni siquiera pueda encolumnarse detrás de una sola candidatura, resultara lo suficientemente coherente como para brindar a un futuro presidente la ayuda que sin duda alguna necesitará. Asimismo, de ganar a raíz de la fragmentación peronista la "progresista" Carrió o el "liberal" López Murphy, no les sería dado gobernar mucho tiempo porque desde el vamos tendrían que afrontar la hostilidad del movimiento crónicamente indisciplinado pero fuertemente atrincherado que se cree dueño del país.
Para que se modificara esta realidad trágica, sería preciso que "la gente" decidiera que el peronismo ya le ha proporcionado tanta evidencia de sus proclividades anárquicas y del hecho indiscutible de que su célebre "vocación de poder" no se ve acompañada por un interés en gobernar, que seguir respaldándolo no tendría ningún sentido. Sin embargo, aunque en buena lógica el país debería poseer los recursos humanos precisos para que surgieran nuevos movimientos que reemplazaran a los ya totalmente agotados, las únicas alternativas al bipartidismo tradicional están creciendo a un ritmo muy pero muy lento y, para colmo, parecen haberse contagiado de los vicios propicios de la UCR y el PJ por ser agrupaciones aglutinadas por el "carisma" de sus respectivos fundadores. Puede que andando el tiempo consigan convertirse en partidos de verdad, pero no les será posible hacerlo antes del 27 de abril, lo que hace temer que hasta nuevo aviso el país seguirá dominado por un movimiento populista atomizado, carcomido por una multitud aberrante de líneas internas distintas, que si bien no está en condiciones de formar una administración que fuera capaz de brindar al país el gobierno firme y lúcido que tan desesperadamente necesita, es un experto consumado en el arte de impedir que otros lo hagan.
     
     
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