Martes 4 de febrero de 2003
 

Sol y sombra

 
  Aunque el año pasado varios millones de personas se vieron reclasificadas como "pobres" que apenas perciben lo suficiente como para subsistir, el país está experimentando un boom turístico sin precedentes. Si bien la presencia de visitantes extranjeros ha sido llamativa, la mayoría abrumadora de quienes están desbordando los balnearios de la Costa Atlántica, la zona cordillerana de la Patagonia, Córdoba y otros lugares está conformada por argentinos, lo que hace pensar que el país está "latinoamericanizándose" a un ritmo aún más rápido que antes al ampliarse la brecha que separa a los que están en condiciones de permitirse ciertos lujos, por humildes que éstos fueran, del grueso de sus compatriotas. Con todo, se da una diferencia muy grande: mientras que en el resto de América Latina los pobres suelen ser "estructurales" que nunca han tenido ninguna oportunidad para aprovechar las ventajas posibilitadas por una economía de consumo moderna, aquí una proporción importante consiste en hombres y mujeres de la clase media para los cuales la pobreza es una catástrofe personal humillante. Por tratarse de un fenómeno que no se ha producido en escala comparable en otras sociedades democráticas, no pueden predecirse las consecuencias a mediano y largo plazo de la caída en la pobreza de sectores enteros de la población, pero sorprendería que no resultaran ser graves.
Con todo, el que a pesar del bajón del año pasado una parte significante de la población no haya perdido su apetito por el turismo y haya contado con los medios necesarios para practicarlo es un dato muy positivo por tener esta "industria sin chimeneas" un efecto multiplicador al estimular la construcción y el transporte además de generar una cantidad notable de empleos estacionales. También lo es el hecho de que nos haya visitado una multitud de turistas procedentes tanto de los países vecinos como de Europa y Estados Unidos. Estos han sido atraídos en parte por los precios y en parte por la conciencia de que a su modo la Argentina constituye una suerte de "nueva frontera" irresistible para los hartos de participar de las migraciones masivas propias de los países ricos que ya se encuentran irremediablemente comercializados. Sin embargo, aunque para algunos el atraso y la improvisación pueden poseer cierto encanto exótico tercermundista, si queremos que el turismo se erija en una fuente de ingresos realmente importante nos será preciso mejorar mucho la infraestructura, sobre todo en lugares como isla Victoria, que podrían convertirse en imanes para los turistas más exigentes de los países prósperos pero que en la actualidad son monumentos a la desidia. Asimismo, será necesario que todos los interesados en promover el turismo hagan más por "vender la Argentina" en el exterior, empresa que además de beneficiar directamente el turismo como tal, serviría para modificar la imagen nacional que, por motivos evidentes, no está disfrutando de un buen momento. Por ilógico que pueda parecer, una buena campaña en favor del turismo ayudaría a atraer inversiones en otros sectores: lo mismo que los demás mortales, los empresarios y financistas suelen dejarse influir no sólo por "los números" sino también por impresiones vagas y sus gustos personales.
Por motivos geográficos, no es demasiado probable que como destino turístico la Argentina llegue pronto a rivalizar con los principales países europeos, Estados Unidos y México, pero si todos los años consigue atraer una proporción mínima de los mil millones de personas de lo que podría calificarse de "la clase media internacional" los ingresos así supuestos contribuirían a modificar radicalmente las perspectivas futuras de las zonas privilegiadas, entre ellas, Bariloche y sus alrededores. Por lo demás, el turismo en gran escala entraña la ventaja para la sociedad de que obliga a los relacionados con la actividad a respetar normas internacionales más exigentes que las locales. En efecto, el gobierno del presidente Eduardo Duhalde al darse cuenta de que demasiadas manifestaciones de "viveza criolla" serían perjudiciales al país, ha tratado de desalentarlas: aunque sus esfuerzos resulten vanos, es bueno que se haya difundido la conciencia de que el oportunismo excesivo es siempre contraproducente y que los errores cometidos un año suelen causar pérdidas en los siguientes.
     
     
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