Sábado 22 de febrero de 2003 | ||
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Crónica de una función intensa |
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El mundo se ha vuelto un lugar bastante más despreciable de lo que solía ser. La guerra finalmente acabó con buena parte de la humanidad en el año 2050. Aquí y allá unos sobrevivientes se debaten entre el exilio y las penurias del hambre o la peste. Bajo el cielo eternamente gris ya no quedan esperanzas. Un gobierno, seguramente el que sobrevivió a la estupidez de lanzarse misiles nucleares unos contra otros, vigila los destinos de esos pocos agraciados por el infierno. Son dueños de la tecnología -bizarra, mal conectada, deficiente- para llevar a cabo la misión. Ellos son el ojo buchón del mundo, como antes lo fueron la CIA o el FBI. En un rincón de la Patagonia tres seres comienzan a gestar una revolución. Nada silenciosa, la verdad. Entre ellos nos hay santos ni héroes. Sólo gente que debe recuperar su doliente humanidad para seguir existiendo. De la dignidad, ni hablemos. Esto no es un desfile de modas. La cosa resulta muy sencilla: afuera cae la lluvia ácida. Aquí dentro el ojo lascivo los espía. Cuidadito con lo que hacen, que antes de ustedes millones de personas murieron achicharradas en los hornos de los poderosos. ¿En semejante situación, metidos en un búnquer pos-posmodernidad, construido con los restos de lo que alguna vez se denominó civilización qué se puede hacer salvo ver películas? Si no hay videoclub cerca, aún queda la alternativa de mandar un saludo a los amigos con una radio de onda corta. "Desde este remoto lugar..." La energía íntima de nuestra naturaleza siempre ha sobornado al azar. Entonces, un día el solitario conductor de acento alemán le abre la puerta a una mujer que ha perdido el alma pero, ya lo comprobará más tarde, no la entereza. Y luego volverá a abrir las puertas de su refugio, y las ventanas, y su propio corazón, a una vedette que supo ser hombre pero que desde hace un tiempo se las arregla como mujer. Incluso a vos, hermosa lady, te iban a matar. Pero un tipo feo, junto a esta poco agraciada secretaria, que todos los días emiten a quién sabe quién desde quién sabe dónde, un programa con novedades y saludos, te ayudaron a salvar el pellejo. Di gracias, si quieres. Cómo saber por qué suceden las cosas. De un momento a otro estos tres parias hacen girar la rueda del cambio. En todos los benditos sentidos que se te ocurran. ¡Hay audiencia del otro lado de la antena! Sí señores, hay gente que encuentra motivos para soñar cuando le sugieren una receta de comida. Cuando las historias empiezan a fluir por sus venas y se imaginan que el mundo no es sólo escombros y caos. Los mensajes, tan raros al principio, se multiplican por mil. ¿Cuántos puntos de rating dijo que tenían? La gloria entre las llamas de la locura. Un rayo de luz en la oscuridad de la noche. El amor, por qué no, encaramado a la cúspide de los afectos. Basta de diferencias. Empecemos de nuevo. Al carajo con los Hitler de turno. Somos muchos más que tres. Pero -siempre hay un pero- las tiranías no se imponen jugando a las damas. Aunque los tiranos juegan al ajedrez y ven morir peones mientras ellos envejecen con un cáncer adentro. Pum. Pum. Pum. Uno resultará muerto. O más de uno. Qué problema. Las ilusiones están resignadas a soportar el peor fuego antiaéreo. Pum. Pum. Pum. Las balas atraviesan la casa-estudio. Tú y tú respiran por última vez. El legado de dos será un tercero. Unos ojitos abiertos que querrán robar el cielo y pintarlo de azul. (C. A.) |
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