Sábado 22 de febrero de 2003
 

Divididos puso su música para que vibrara Neuquén

 

El Parque Central neuquino tuvo en una noche bárbara, con otro color, el del rock de la música de Divididos, motivo suficiente para convocar a una multitud de jóvenes de toda la región.

 
Nadie faltó a la cita. Nadie paró de vibrar y de vivir a pleno el show de Divididos. Lo que se dice una noche inolvidable.
Ricardo Mollo, Diego Arnedo y Jorge Araujo subieron al escenario pasadas las 21,40 de ayer, y a partir de ese momento el mapa céntrico de esta ciudad se transformó en un coctel de funk, rock, folclore, power y baladas.
"La aplanadora del rock" arrasó con todo nuevamente en Neuquén, esta vez con la presentación de "Vengo del placard de otro", un compacto que satiriza la cruda realidad del país y la coloca a la altura de una obra tragicómica.
Una verdadera marea de miles de jóvenes de toda la región marcaron el pulso de lo que fue una noche para el recuerdo. La fuerza y la potencia de cada acorde dejaron en claro que Divididos es como el vino: el paso de los de los años le sienta cada vez mejor.
A nadie le importó lo que de antemano se venía barajando como una pulseada política entre los candidatos a intendentes Horacio Pechi Quiroga y Federico Brollo.
Toda esta trastienda quedó en el olvido cuando el power trío puso sobre el escenario todo el menú que piden a gritos sus fans: un show de sonido poderoso, eléctrico y divagante; mezclado con una amena vocación eléctrica, folclórica y acústica; y como plato principal una fuerte dosis propia de fank-rock, aderezada con viejos clásicos de su progenitor Sumo, el grupo que le cedió la posta. .
El llano vibra, el piso se mueve, y la ola de jóvenes no para de saltar. Es un solo cuerpo que se enamora ante cada palabra o algún punteo de Mollo, que divaga con el bajo de Arnedo y que se estremece con cada dibujo que realizan en el aire los palillos del baterista Jorge Araujo.
Desde el escenario que se montó para la ocasión en el Parque Central, a metros del gimnasio de la comuna, bajan las primeras frases de "Cajita musical", "Ay! Que Dios es boludo", "Tomando mate" y "Vengo del placard de otro" y "Vida de topos".
La "horda" se estremece, canta y baila sin parar. Nadie se acuerda de la larga espera de casi dos horas. Nadie se acuerda de nada, todos disfrutan el aquí y ahora.
Luego llega el momento esperado, la hora de reconstruir el camino que llevó a estos paisanos de Hurlingham a lo más alto del rock nacional.
Sobrevuela una serie de clásicos que van desde "Sobrio a las piñas", y "Raputín", pasando por "Cielito lindo" y "Ala delta", hasta llegar al pegadizo "El 38" donde la masa humana se muestra más masa que nunca.
El clásico tributo a Sumo no se dejó esperar, y menos que menos los temas de oro de las históricas placas "Acariciando lo áspero", "La era de la boludez" y "Narigón del siglo", obra cumbre de la aplanadora.
Las imágenes mentales de Luca Prodan pasan fugaces por la memoria de cada uno de los presentes, mientras el grupo concilia como algo normal el rock con el folclore, con alguna que otra chacarera, mientras esperan la llegada de la y la interpretación a puro pulmón de la vieja y querida frase "las penas y las vaquitas se van por la misma senda, las penas son de nosotros y las vaquitas son ajenas".
El piso continúa vibrando ,y nadie piensa en el final hasta que éste llega, luego de un par de horas de puro vértigo y de rock de la mejor sepa.
Con las palabras de despedida retorna la vida normal del centro neuquino, mientras muchos de los jóvenes se retiran tarareando "la rubia tarada" , "Qué tal" y "el 38".
   
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