Lunes 3 de febrero de 2003

 

Crear el arte y superar la nostalgia

 

Hace décadas que Jorge Nadur se radicó en Francia. Allí, junto a su pareja y sus hijos, ha desarrollado una destacada labor como artista y maestro. En esta entrevista con "Río Negro" reflexiona acerca de su vínculo con la Patagonia y sus logros en el extranjero. "He podido desarrollar mi pintura sin olvidar todo lo que me traje de allá, de la Patagonia indómita: su luz, sus colores, sus horizontes, sus inmensidades", señala Nadur.

  NEUQUEN (AN).- Es neuquino, descendiente de sirio-libaneses, artista plástico que hace décadas se radicó en Francia. Allí con su pareja y dos hijos adolescentes es un solvente profesional que produce y enseña. Más, no puede escaparle a la nostalgia. En doce años, regresó dos veces.
Graduado en Bellas Artes, en los ochenta continuó los estudios en arte y comunicación en la universidad francesa. Ejerce actualmente en un centro de formación para jóvenes y adultos en proyectos de creación, elaboración y edición de libros, realización de pinturas murales y otras realizaciones plásticas y en talleres de lectura de la imagen. Anteriormente trabajó como profesor de dibujo, de técnicas de la pintura y de análisis iconográfico en escuelas de arte. Durante siete años intervino como asesor técnico para exposiciones del salón del libro de Bordeaux después como ilustrador, como animador y hasta como artista en proyectos con escuelas primarias.
-¿Por qué te fuistes Nadur?
-No tengo una respuesta sino varias. Por un lado, como todo latinoamericano, la tentación de conocer Europa surgió desde muy temprano. Después cuando en una primera ocasión pude ir en 1984 a España, me quedé un año. Volví a Argentina con mi pareja, nacida en Francia y esto explica una de las razones de nuestra instalación en el ยด89. La decisión de radicarnos en otro país no fue fácil. Dejar la familia, amigos, los lugares representa, por supuesto hacer el duelo que deja trazos indelebles.
-¿En tanto que artista?
-La idea de probar en nuevas tierras un lenguaje universal que yo creo todos perseguimos fue también imponderante.
-Haz una reflexión sobre irte del país.
-Hum...tomando la dirección inversa de la que emprendieron mis antepasados. A conciencia me resultó esto simbólico, fue como continuar, o terminar el trabajo empezado. De hecho mi intención fue y sigue siendo la de poder ir a Medio Oriente para realizar de esa manera el sueño de abuelos: regresar a su propia tierra.
-Ahora ¡a volver al presente!
-Hace doce años que vivo en Francia con mi pareja y mis dos hijos, ya adolescentes. Ellos también impregnados de nostalgia por esa tierra del fondo del mundo que nos brilla desde allá como un faro de plata (como su nombre).
-¿Nostalgias? ¿Saudades?
-Extraño, por supuesto, inevitablemente antes de partir ya extrañaba, ya sabía que irremediablemente llegaría incompleto. Los amigos, la familia, la gente, los lugares es lo que más te marcan, son las referencias que te quedan, referencias irremplazables.
-Tironeado como Tupac Amaru.
-Aquí tengo amigos muy queridos con los cuales la amistad se construyó con los años. Pero a pesar de ello me siento como en una encrucijada: aquí me falta la gente de allá y allá me faltaría la gente de aquí...quedas condenado a sentir nostalgia profunda de lo que fue, de lo que pudo ser y de lo que no fue.
-¿Está Argentina en tu futuro?
-Cuando decidí venirme, nunca lo imaginé como definitivo. Cuando pienso en un posible retorno me es difícil situarlo dentro de una cronología precisa. En todo caso prefiero dejarme llevar por la marea y ver en que puerto me deja (lo que otros llamarían el destino), como tampoco sé si me quedaría para siempre en este país.
-¿Podés ser artista en Francia?
-Sí, sin duda, pero en cualquier lugar podés hacerlo, puesto que la energía que necesitás es interior. Lo exterior, el contexto te permite hacerlo de una o de otra manera.
-Específicamente ¿qué hacés?
-Aquí he podido crear y enseñar, que son dos actividades, dos filosofías que me resultan indisociables. Explorar, descubrir, compartir, transmitir, no guardarse nada para sí.
-Digamos ¿por ejemplo?
-He podido desarrollar mi pintura sin olvidar todo lo que me traje de allá, de la Patagonia indómita: su luz, sus colores, sus horizontes, sus inmensidades y sus minúsculos rincónes, sus lunas y sus soles y por supuesto el viento.
-Tu evaluación de estos años.
-Al hacer una retrospectiva de mi "capítulo francés" el balance es más que positivo, pero persiste la sensación de incompleto de inacabado, porque sin ánimos de caer en la nostalgia tanguera, me falta la gente, la tierra, el aire.
-Dice el refrán...
-Sí. Nadie es profeta en su tierra, pero ¿quién puede asegurarlo?
-Penas... ¿Podría haberlo hecho en tu país?
-Seguro, de otra manera, a otro ritmo, con otros medios.
Desde siempre los argentinos tenemos esa tendencia a la culpabilidad, a la subestimación, a creer que porque algo llega de afuera es forzosamente mejor de lo que tenemos en mano. Me esfuerzo en recordar en cada momento que todo lo que he desarrollado aquí, poco, mucho, bueno o mediano fue gracias a lo que ingerí en mi país
-En Neuquén claro.
-Tuve la suerte de maestros con mayúsculas y compañeros singulares. Al llegar aquí no fue "tierra nueva, vida nueva", sino más bien continuar creciendo, aprendiendo y desaprendiendo...esto no se termina nunca por suerte. De modo que lo que traje como experiencia me sirvió de base, de materia prima para seguir modelando mi visión del mundo, mi visión de la vida, que aunque a veces no es muy optimista al constatar la fealdad humana que nos rodea. Un granito de arena que aportemos puede resultar un inmenso mar de esperanza.
Beatriz Sciutto
Paula Gingins

El mito del eterno retorno

Un ciclo de ida y vuelta es el de Jorge Nadur. Los ancestros lo tironean. "Mis abuelos vinieron a la Argentina a principios del siglo pasado (XX) para "hacer la América" y yo me fui ocho décadas más tarde para "hacer la Europa", imagen un poco quijotesca, se puede decir, ¿no?"
-¿Cómo fue aquel lejano éxodo?
-Mi abuelo paterno llegó de Siria a la edad de 18 años en 1913. El materno del Líbano en los años 20. Los dos quedaron atrapados por la inmensidad de la Patagonia, casi resguardados al pie de la cordillera.
A los dos, los imagino como Ulises al final de sus viajes iniciáticos ; antes de beber las aguas del Limay y del Aluminé pasaron por Brasil, Buenos Aires, Roca, Zapala hasta terminar sus días en un pequeño crisol de culturas llamado Aluminé. Mis abuelas, más criollas que ellos, las dos eran hijas o nietas de españoles, dos mujeres magníficas forjadas en un cálido y duro metal, cinceladas con ternuras y templadas en aires de libertad. Una enorme admiración por esos cuatro personajes me inspiró siempre la idea de que todo puede ser posible, sólo es cuestión de voluntad y esfuerzo.
-De allí que tomastes tus petates y..¡a volar!
-Mis abuelos, que llegaron de tan lejos me dejaron en los genes esa curiosidad y esa nostalgia por un "allá lejos" y las ganas de llegar, de alcanzar ese "lejos". Llegar con un simple equipaje repleto de pasado, como una caja de Pandora que aunque vacía guardara siempre en su fondo la esperanza.
-¿También tienen que ver con tu veta artística?
-Mi abuelo libanés era ebanista y músico, en Beirut ejercía como profesor en un colegio de huérfanos armenios (refugiados durante el período de la masacre). Durante la guerra perdió casi toda su familia. Mi otro abuelo, oriundo del norte de Siria, forjó su persona en Argentina: mezcla de gaucho de las mil y una noches y de gentleman surrealista. Hace algún tiempo heredé su diario de viaje. Muchas páginas escritas en el barco durante el viaje hacia Buenos Aires, al traducirlo del árabe aquí, descubrí que era poeta. Unos versos espléndidos dedicados al amor, a la amistad, a la vida...y tenía 18 años.
-Por ahí viene la vena.
-Sin dudas la inclinación artística me viene de ellos, en mi familia la pintura, el dibujo, el piano y otras artes estuvieron siempre omnipresentes. De niño se despertó en mi esa sed insaciable de crear y de tocar el mundo con los ojos.

   
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