Martes 21 de enero de 2003

 

El voraz negocio de la fertilización

 

Ya se habla en Europa de "fábricas de bebés".

  Sammy Lee, un médico londinense especialista en fertilización asistida, está por servirse un café cuando un colega le pide hablar a solas. Se trata de una paciente. "Una mujer encantadora", dice, cerrando la puerta tras de sí. "Realmente merece tener un bebé. Lamentablemente, el esperma de su marido no sirve absolutamente para nada".
Luego, con una sonrisa cómplice: "Me dijo muy confidencialmente que a ella no le importaría que, para una fertilización asistida, utilizáramos el esperma de un donante". El marido, naturalmente, no debe enterarse de ello.
No es la primera vez que Lee oye una petición semejante. El se ha resistido a tales manipulaciones, decía recientemente en un artículo publicado en la prensa. Pero confirma que sí, que tales propuestas no son ya una excepción.
"Nosotros (los especialistas en fertilización asistida) no nos detenemos en nada para tener éxito", confiesa.
Lee no es el único especialista que ha dado últimamente la alarma en Gran Bretaña. Robert Winston, profesor de estudios sobre fertilidad, miembro de la Cámara de los Lores y popular periodista científico de la televisión británica, dice: "Se trata aquí de una explotación comercial de la peor especie".
Más de 68.000 "bebés de retorta" han nacido en Gran Bretaña desde que en 1978 vino al mundo Louise Brown, el primer bebé nacido por fertilización artificial, en el norte de Inglaterra. En Alemania son ya 100.000, según la Asociación Federal de Centros de Medicina Reproductiva.
Los críticos hablan ya en Gran Bretaña de "fábricas de bebés". No se niega que en las clínicas de fertilización asistida se hayan producido ya algunos fallos. Así, una pareja inglesa tuvo mellizos negros, porque los óvulos de la esposa fueron fecundados erróneamente con esperma de un donante negro. A dos mujeres se les implantaron en Londres embriones equivocados. Y un médico afirmaba a sus pacientes haberles implantado embriones. Y no era verdad. Pero sí cobraba.
Y a la sombra de este "boom" surgen cada vez más nuevos "servicios especiales". Recientemente se abrió en Londres el primer banco de semen sólo para lesbianas: se llama "ManNotIncluded" (Hombre no Incluido). A la clienta se le envía con un mensajero un cofrecillo conteniendo el esperma de un donante anónimo. La fertilización la puede hacer ella misma, y cómodamente en casa.
Lord Winston, que hace veinte años participó entusiastamente en la apertura de las primeras clínicas de fertilización, ve ahora "oscuras nubes" sobre este terreno.
Le preocupa, por ejemplo, la práctica, muy difundida en Gran Bretaña, de congelar los embriones antes de la fertilización. Las consecuencias de ello son difíciles de prever. "Dicho en palabras simples: los alimentos congelados nunca saben igual. Tras la congelación, gran cantidad de embriones no llega a fijarse en el útero materno, y tenemos que preguntarnos por qué ocurre esto".
Pero sobre todo critica el que muchos médicos den esperanzas a mujeres que por su edad ya avanzada no tengan posibilidades reales de tener un hijo, ni siquiera con las técnicas más modernas. Estas mujeres invierten con frecuencia inútilmente miles de libras esterlinas, pero, lo que es peor, los meses o los años de decepciones una tras otra les son una tortura. "Nunca he visto tanta desesperación", confirma Sammy Lee. "A veces me basta mirarles a los ojos para ver allí un infierno". (DPA)
   
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