Domingo 19 de enero de 2003 | |||
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La ternura metió los pies en la arena |
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Chicos de la Escuela Especial 18, en Las Grutas. |
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Acompañaban también varios padres, comprometidos con el desarrollo psicomotriz y social de sus hijos. La ternura se puso de manifiesto en cada uno de los 11 chicos de distintas edades y con diferentes patologías que los profes de Eco"s y los docentes de la institución llevaron a la playa para continuar tareas de estimulación muscular y de profundización de los procesos de socialización. "El mar es el medio ideal para dar movilidad a los músculos, pero además que vengan a la playa es una estrategia para su socialización, ya que no es común que los padres puedan traerlos", comentó Maia, una de las terapistas ocupacionales, integrante del grupo Ecos, quien hace ya varios años que en verano trabaja con los alumnos de la Escuela Nº 18. Había ayer chicos con parálisis cerebral, síndrome de Down, síndrome de Hunter, oligofrenia y síndrome Prader Willi. –¿Qué es lo que más te gusta de venir a la playa?, le preguntó este medio a un nene rellenito, que emanaba dulzura. "El agua", respondió con dificultades. A su lado, Gabriela, su fiel fonoaudióloga bromeaba para hacerlo soltar y que hablara con entusiasmo. Fue el fútbol lo que le hizo dejar de lado la timidez. Fanático de Ríver, mostró orgulloso sus flamantes ojotas con el escudo Millonario. ¿A qué jugador te parecés vos?, preguntó Gabriela. "Al Chacho Coudet", dijo riendo. Martín es oligofrénico y tiene el síndrome de Prader Willi, un mal que le genera deseos casi incontrolables de comer. Vive con su abuela, en "Las Heras, la casa verde", dice automáticamente, seguramente producto de sus viajes en taxi o en la combi que lo lleva de regreso de la escuela. Pero también recuerda el domicilio con el número exacto. Como Martín, cada niñito tiene su historia, sus problemáticas y su carisma. Entre todos inundaron el sector de la Cuarta con sonrisas y juegos. Se escondieron bajo el paracaídas de Eco`s, jugaron con pelotas, cada uno participó en la medida de sus posibilidades, rompieron con la frivolidad que a veces embarga a estas playas turísticas. Demostraron que también pueden ser felices, que no merecen lástima, sino respeto, que no deben esconderse sino mostrarse como ejemplos, que son iguales con capacidades diferentes, que tienen derecho a disfrutar del mar y que éste les sirve para dar pasitos en su desarrollo. El resto de la playa lo notó y los acompañó sin eufemismos ni exageraciones. Con la normalidad que implica que un niño disfrute del mar, ni más, ni menos. (ASA) |
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