Viernes 31 de enero de 2003
 

Viedma: historia y actualidad

 

Por Pedro Oscar Pesatti

  Viedma carga las consecuencias de un proyecto imposible, que se vincula con el propósito de la Corona Española de fundar, en la Patagonia del siglo XVIII, consignada en los mapas del virreinato como una zona económicamente vacía, un "fuerte y población" con capacidad de procurar su autoabastecimiento? ¿Viedma es, por lo tanto, producto de una decisión equivocada del ministro universal de Indias, don Manuel de Gálvez, que encomendó a un agricultor andaluz la empresa de lograr este objetivo a través de un modelo colonizador en tierras patagónicas? Para un proyecto de esta naturaleza, signado por el pensamiento fisiocrático, ¿no se debió elegir otra región con un clima más pródigo para desarrollar una colonia de agricultores? Resulta evidente, en el contexto de aquella época, que la Corona Española no disponía de suficiente información sobre la Patagonia y que resulta poco razonable, dadas las características del proyecto que se le encomendó a Francisco de Viedma, haber elegido esta región como destino. Sin embargo, el esfuerzo que aplicó el fundador luego de arribar al río Negro -tras su fracaso en San José, en la península Valdés- debió de ser tan formidable como para explicar el sostenimiento del Fuerte y Población Nuestra Señora del Carmen, el único que se mantuvo de todos lo que España ordenó establecer en la Patagonia durante aquella etapa, en la que ya el Imperio preanunciaba su ocaso.
De todas maneras, las dificultades que debió resolver Francisco de Viedma hasta su traslado a Bolivia en 1783, no sólo tuvieron su causa en el desconocimiento en torno de la región, a su clima o al régimen de crecidas del río Negro -que destruyó la primera fundación sobre la banda sur a pocos meses de su llegada-, sino también en ciertos desencuentros con los primeros pobladores que cuestionaban, por ejemplo, su relación pacífica con los indios y la desconfianza del virrey de que pudiera lograr su cometido, al punto de dejarlo librado a su suerte sin el apoyo que él necesitaba.
En consecuencia, ya en sus mismos orígenes, podemos observar en la historia de Viedma -y desde luego, de Carmen de Patagones- un devenir signado por fuertes dificultades, algunas de las cuales se mantienen hasta nuestros días. El aislamiento fue una constante durante todo el siglo XIX que le confirió a la comarca el atributo de "confín del mundo conocido". Durante décadas, el Fuerte del Río Negro debió resolver las demandas de su diario vivir con escasos medios. Así debió enfrentar la Escuadra Imperial del Brasil el 7 de marzo de 1827 o el desastre de la gran inundación de 1899 que arrasó a Viedma por completo.
Las dificultades, sin duda, recorren toda la historia de la humanidad y, por lo tanto, demorarnos en torno de las particularidades que éstas tuvieron en la región desde la fundación hasta nuestros días pueden servir de muy poco si sólo buscamos en ellas un atenuante a los problemas actuales. Sin embargo, el interrogante que nos formulamos al inicio de este artículo tiene gravitación en los días que corren porque se conecta con la necesidad, cada minuto más marcada, de encontrar nuevas alternativas que le permitan a Viedma una mayor independencia con respecto a la actividad del sector público, sobre el que principalmente apoya su desenvolvimiento económico-social. Es decir, Viedma, como en sus días fundacionales, se enfrenta al problema de lograr su "autoabastecimiento" o, en un sentido menos metafórico, de encontrar un nuevo modelo de funcionamiento que compense la crisis del sector público que la golpea en forma directa desde hace más de diez años, cuando se precipitaron, casi simultáneamente, la caída del proyecto de traslado de la capital federal y las políticas de reforma y desguace del Estado.
La iniciativa turística fue el primer camino que se intentó explorar en cuanto se hicieron evidentes estas políticas inauguradas a principio de los noventa. Con poco éxito, Viedma no logró sumar aún a su viejo perfil de ciudad administrativa el nuevo perfil buscado. En tal sentido, si bien no disponemos del espacio suficiente para analizar las causas que frenan la adquisición de un nuevo sesgo, es imposible dejar de mencionar una, que a nuestro juicio resulta clave: ni Viedma ni Patagones han logrado comprender que todo esfuerzo será vano sin una integración a fondo, tanto de sus municipios como del sector privado. Nosotros venimos abogando desde hace mucho tiempo para relanzar el Coprotur, eliminar las áreas turísticas de cada municipio y poner en manos de un experto, surgido de un concurso público, el gerenciamiento de las políticas de planificación y promoción turística de ambos estados locales.
El Idevi es, por otra parte, una plataforma para el desarrollo regional que no puede dejar de mencionarse. Muchas preguntas se podrían formular en torno de este proyecto que inexplicablemente, desde el 7 de setiembre de 1969, cuando se entregó la primera chacra a una familia de origen francés, ha deparado resultados muy escasos para quienes cifraron en él una palanca para el desarrollo agroindustrial del Valle Inferior. De todos modos, el Idevi mantiene un potencial productivo insoslayable que debe volver a ser objeto de interés activo del Estado provincial con plena participación del Estado municipal en la fijación y gestión de las políticas.
Viedma puede, objetivamente, vencer las fuerzas de la decadencia que se han apoderado del destino nacional. La tarea no es sencilla ni puede articularse mágicamente desde una visión insular de la realidad. Como nunca, aun cuando el contexto social nos induce muchas veces al desánimo por la complejidad que presenta, debemos recrear la vieja idea que condujo a Francisco de Viedma a estas latitudes. El proyecto de una ciudad que sume nuevos perfiles a su histórica condición de capital no es un imposible. Se trata, en definitiva, del mismo desafío que está presente en el origen histórico de nuestra comunidad.
     
     
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