Lunes 27 de enero de 2003
 

Una dinámica en favor de la construcción europea

 

Por Paul Dijoud y Hans-Ulrich Spohn (*)

  Los países, dos pueblos que, en los tormentos de la historia, parecían no poder poner fin a una rivalidad a menudo mortal, decidieron, mientras que las consecuencias del último conflicto que los había enfrentado continuaban agitando al mundo, tomar el camino de la reconciliación bajo el impulso de dos dirigentes igualmente visionarios. El canciller Konrad Adenauer y el general De Gaulle, hace cuarenta años, sellaban esta reconciliación en un tratado del cual el presidente de la república francesa Jacques Chirac y el canciller de la República Federal de Alemania, Gerhard Schröder, han destacado la importancia simbólica y la actualidad durante las manifestaciones conmemorativas que tuvieron lugar en París y en Berlín el 22 y 23 de enero último.
Este aniversario ha sido marcado por una contribución común en favor de una evolución de las instituciones europeas que permite fortalecer la integración y la profundización de la Unión, reforzando cada una de sus instituciones : el Consejo, la Comisión, el Parlamento.
El Consejo Europeo, que reagrupa a los dirigentes gubernamentales de cada uno de los Estados-miembro, podría verse dotado de una presidencia cuyo mandato sería de dos años y medio renovable una vez, lo que permitiría asegurar una mayor continuidad a los trabajos del Consejo, en lugar del mandato semestral actual. La Comisión Europea vería su legitimidad fortalecida por la elección de su presidente a cargo del Parlamento, acentuando así el peso de este último en la conducción de la Unión de los quince, y mañana veinticinco países europeos.
Será conveniente, naturalmente, lograr que nuestros socios adopten estas propuestas para la construcción de esta casa común de todos los europeos. Por ahora lo que conviene retener reside en la capacidad de esta "pareja" para generar ideas originales que permiten ir más allá de nuestras diferencias y seguir siendo así el "motor" de la integración europea.
Francia y Alemania son conscientes de ejercer una responsabilidad histórica común al servicio de Europa. Su ambición es la de continuar representando una fuerza generadora de propuestas capaz de persuadir a sus socios, sin imponer nada.
Desde luego, las relaciones entre nuestros dos países no siempre están exentas de dificultades, que pueden encontrar su origen en la diversidad de nuestras culturas, de nuestras tradiciones políticas e institucionales, de una cierta idea que cada uno de nuestros países puede tener de su lugar respectivo en el mundo, pero a lo largo de estas cuatro décadas hemos sabido superar estas diferencias, permitiendo así cada una de las grandes conquistas de la construcción europea : libre circulación dentro del espacio de Schengen, mercado único, creación del euro.
Si la pareja franco-alemana ha logrado hacer avanzar el proyecto europeo, es también porque el tratado del cual celebramos el cuadragésimo aniversario, sentaba las bases de una cooperación bilateral de cuyo beneficio pudieron gozar ampliamente los habitantes de nuestros dos países. Intercambios llevados a cabo entre miles de jóvenes, escolares y estudiantes, les han permitido descubrir la realidad de la vida de sus vecinos. Un sistema de enseñanza binacional ha sido desarrollado en nuestras universidades. Nuestras ciudades y nuestros pueblos han multiplicado los convenios de hermandad. La constitución altamente simbólica de una brigada franco-alemana hizo posible el desarrollo de una profunda solidaridad entre nuestros soldados, lo que permitió sentar las bases de una política europea de defensa. El canal de televisión franco-alemán "ARTE", proyecto inédito a nivel europeo, favorece el intercambio cultural.
El desarrollo de las relaciones entre nuestros dos países es también el fruto de un trabajo constante entre nuestros dirigentes, más allá de las alternancias políticas de uno y otro país. Esta cooperación estrecha entre nuestros gobiernos, enmarcada por encuentros bilaterales -como las 80 consultas germano-francesas que tuvieron lugar el 22 de enero último- y por el fortalecimiento de los lazos institucionales, ha conocido estos últimos años un enriquecimiento marcado por el intercambio de personal entre nuestros dos ministerios de Relaciones Exteriores. Nuestras representaciones diplomáticas han establecido una estrecha cooperación, como sucede aquí en la Argentina.
El beneficio de esta cooperación entre nuestros dos países se ha extendido a nuestras relaciones económicas a través de fuertes convergencias en materia de política económica, financiera y social. En la actualidad, Alemania y Francia son el uno para el otro el principal socio comercial, y juntos representan más del 50% del potencial económico de la euro-zona.
Si esta política, iniciada hace cuarenta años, de unión y de amistad entre Alemania y Francia, tiene por primer objetivo consolidar la construcción europea, se propone también favorecer las gestiones comunes en el conjunto de las relaciones internacionales, de las cuales nuestros dos países tienen, por lo demás, una percepción a menudo cercana. Es el caso que se da hoy con respecto al asunto iraquí.
La unidad franco-alemana ha jugado también en favor de la Argentina. Esta solidaridad se ha expresado en el seno de las instancias internacionales, y es por ello que nos alegramos por el acuerdo obtenido con el FMI, que nosotros habíamos deseado desde el comienzo de las negociaciones.
Francia y Alemania, que comparten una visión común de un mundo multipolar, son promotores permanentes del acercamiento entre el Mercosur y la Unión Europea. En esta perspectiva, el fortalecimiento progresivo del proceso de integración regional de los países del Cono Sur, tanto en sus dimensiones económicas y comerciales como políticas e institucionales, es una señal positiva, así como lo demuestran los primeros encuentros entre los presidentes Duhalde y "Lula" Da Silva. Nuestros dos países no escatimarán esfuerzos para favorecer la concertación del acuerdo de asociación Mercosur/Unión Europea.
El acuerdo franco-alemán alcanzado al margen del Consejo Europeo de Bruselas sobre la financiación de la política agrícola común y que asegura un tope a los subsidios agrícolas a partir del 2007, abrió la vía a la histórica Cumbre de Copenhague y no puede más que facilitar la conducción de un diálogo fructuoso sobre un tema de primera importancia para las autoridades argentinas.
A los progresos de la construcción europea resultantes de la cooperación franco-alemana deben, en efecto, corresponder nuevos avances en nuestras relaciones políticas, económicas y culturales con el Mercosur y la Argentina en particular.
La dinámica del Tratado del Elíseo puede ser también una oportunidad de este lado del Atlántico.

(*) Embajadores de Francia y Alemania, respectivamente, en la Argentina.
     
     
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