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Domingo 26 de enero de 2003 | |
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"La conspiración" |
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Carlos Torrengo
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| Guillermo Carr Beresford no olvidó el Río de la Plata. No sólo por el papelón que pasó ante la desaliñada y vehemente soldadesca de Santiago Liniers. También porque del breve gobierno de Buenos Aires durante la primera invasión inglesa extrajo una conclusión: éstas eran tierras de conspiración. Y como Guillermo Carr Beresford vivió mucho -más de 80 años-, reflexionó largo sobre el tema. Sostenía que todo lo hecho o tocado por España siempre tiene una impronta: hacer de la conspiración un tema constante en la vida social y política. Reconocía conspiraciones reales. Un caso: la que condujo a la derrota de Inglaterra en aquella primera invasión. Pero hablaba también de las otras conspiraciones. No existían, pero se difundían y se procuraba darlas por ciertas en función de dos objetivos: Uno: disimular una debilidad propia de quien las propagaba. Dos: desjerarquizar verdades y realidades. Para los ingleses son conspiraciones "wet", húmedas. Un término al cual apelan -en política- como sinónimo de invento. Definición apropiada para explicar muchas de las conductas del gobierno rionegrino. Esta semana lo demostró. Veamos. El gobernador Pablo Verani se irritó con la candidata a vice por el Frente Grande Graciela Di Biase. Motivo: una nota de opinión publicada en este diario que abona la sospecha de corrupción en el manejo -por parte del gobierno- de la adjudicación de casinos y la de los medios de elevación en más de 70 hectáreas del cerro Catedral. Verani reaccionó visceralmente. Defendió decisiones desde los eventuales costos que para la provincia tendría no seguir el camino elegido para adjudicar. Costos a los que se refirió en términos potenciales. No debatió argumentos. No fundamentó nada desde una solidez que libere de sospechas las determinaciones en curso. Un estilo de viejo cuño en el ejercicio del poder por parte del régimen radical. Pero a este grave tratamiento de una cuestión pública, el mandatario le sumó otra. Por emisoras del Alto Valle, puso en dudas que Di Biase fuese la autora intelectual de la nota de opinión. Según el gobernador, fue forjada desde sectores interesados en dañar al gobierno. En consonancia con el mandatario habló uno de los hombres con decisiva influencia sobre él. Pero lo hizo con mayor fervor en materia de precisiones: "La nota de Di Biase la hicieron periodistas del "Río Negro"", sostuvo dentro y fuera del poder. Un silogismo brutal. Primario. Reza así: "Río Negro" cuestiona ambas concesiones; Di Biase también. Conclusión: Di Biase es "Río Negro". A los ojos del gobierno y sus acólitos más ortodoxos -el ultraveranismo-, la conspiración cierra. Y desde ese cierre, el poder invalida. Se desentiende de toda obligación racional de explicar sus decisiones sobre casinos y Catedral. Pero con esa conducta la administración alienta entonces la convicción de que hay "cola sucia" en esas determinaciones. Y que tiene miedo de que se le arroje agua. Es el único temor que anida en el gobernador Pablo Verani cuando reflexiona sobre cómo será éste, su último año de mandato. El concepto macro de gobernabilidad que sustenta es, en síntesis, singularmente modesto: pagar los sueldos en el mes. Ese objetivo no parece peligrar. Es más, desde esa perspectiva, Verani está en condiciones de ser el único gobernador de la transición que deje el poder manteniendo poder. Y así, seguir incidiendo sobre el radicalismo y una eventual administración de ese signo. Porque la historia dice que Osvaldo Alvarez Guerrero jamás hizo suyo ese espíritu de trascendencia. Y recuerda la historia que Horacio Massaccesi partió con su poder hecho jirones. Todo este plan de repliegue veranista tiene una única incógnita: ¿qué sucederá con la investigación del caso casinos, tanto en lo que hace a la denuncia de coimas como a las nuevas concesiones? En esa lonja del radicalismo un frío helado corre por sus espaldas cuando se piensa en lo adverso que puede convertirse ese tema en el tiempo por venir. Tanto frío como siente el radicalismo cuando mira las encuestas sobre intención de voto para gobernador. Y de ahí emerge que, en esa materia, Miguel Saiz viene tosiendo, hay bujías empastadas. No sale de estar siempre muy abajo de los aspirantes del Frente Grande Julio Arriaga y del peronismo Carlos Soria. Por algo el veranismo, en tanto titular de la candidatura de Saiz, apura restañar las heridas con el no veranismo. Necesita el partido cohesionado. Y hay razones para creer que su búsqueda encuentra sensibilidad en el ala más poderosa de su oposición: la que lidera el vice Bautista Mendioroz. El veranismo le ofreció cuotas de poder que, desde el autodestartalamiento en el que se encontraba sumido, es difícil creer que Mendioroz estimara recuperar. Tanto amor ha renacido entre Verani y Mendioroz que, si hay arreglo, el vice prometió ponerse al frente de la campaña electoral de Saiz. ¿Qué pedirá a cambio el veranismo para lograr el acuerdo? "Es obvio", dijo un veranista empedernido cuando se le preguntó si la moneda no será un afloje del entusiasmo que el no veranismo le pone a la investigación del caso coimas en casinos. Mendioroz está advertido de que si ésa es la pela de transacción, hay no veranistas que no aflojan. Uno de ellos -y ya se lo dijo- es el diputado Fernando Chironi. La legión chironista enfrenta hoy al veranismo en la interna por la candidatura radical a intendente de El Bolsón. Por los primeros, Oscar Romera, actual jefe comunal. Por los segundos, José Luis Núñez. A mediados de semana toda una línea del aparato veranista bajó a El Bolsón. Objetivo: facilitar el triunfo de Núñez, que también sería el del legislador César Barbeito, su padrino en el área. Y en esa bajada el veranismo no ahorró nada. Llegaron Yamil Direne, subsecretario de Acción Social; Arturo Guilinanes, director de Promoción Social; Gustavo Otero, director Provincial de Empleo, y "Pichu" Artola, encargado provincial en lo concerniente a la tercera edad. En fin, el régimen en operaciones. Carlos Torrengo |
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