Viernes 17 de enero de 2003 | ||
La guerra contra Irak, un dilema para los árabes |
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Por Samia Nakhoul |
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A medida que los nubarrones de guerra se acercan a Irak, muchos árabes se sienten frustrados por no poder salir a las calles a manifestar su ira contra una posible invasión encabezada por Estados Unidos. Los gobiernos árabes, respaldados por el ejército, los servicios de inteligencia y la policía, están tratando de impedir cualquier señal pública de disensión en una región que tiene poca tolerancia para las protestas que no estén orquestadas o sancionadas por las autoridades. Mientras Estados Unidos y Gran Bretaña acumulan tropas en el golfo Pérsico, los activistas antibélicos en el mundo se están movilizando y organizando protestas, así como ofreciéndose para actuar como escudos humanos en solidaridad con los iraquíes. Sin embargo, para desazón de muchos árabes, las protestas son difíciles de materializar. Sus gobernantes, muchos de los cuales dependen de Estados Unidos para sobrevivir, temen que el pueblo se lance a las calles para expresar su ira. “Quisiera que nuestra gente fuera como los europeos, que se puedan manifestar y gritar contra la guerra. Aún en el corazón de Estados Unidos hay algunos que se están manifestando, pero nosotros somos incapaces de reunir a cinco personas en la calle”, dijo Hakem al-Fayez, director de un comité que agrupa a organizaciones cívicas de Jordania. “El problema del mundo árabe es que ha sido liberado de los imperialistas y entregado a las dictaduras”, afirmó por su lado Nabil al-Sofi, líder del partido opositor yemenita, Islah. “Si los regímenes árabes quisieran movilizar las calles árabes, la gente respondería”, agregó. Analistas consideran que la crisis de Irak constituye un doloroso dilema para los gobernantes árabes, que están conscientes de que respaldar a Washington puede alimentar la ira popular, ya resentida por el apoyo estadounidense a Israel en el conflicto con los palestinos. Reacción violenta “Los líderes árabes temen que si no controlan las protestas antiestadounidenses, éstas podrían provocar una violenta reacción popular en contra suya”, dijo el analista Patrick Seale. “Temen que las protestas puedan salirse de control y conducir a más violencia y problemas domésticos”, añadió. Muchos países árabes dependen de la ayuda financiera o la seguridad militar que les brinda Washington. En su mayoría, no pueden darse el lujo de enfrentarse a su poderoso protector pese al descontento popular. Muchos gobernantes árabes han instado a los líderes religiosos a moderar su retórica antiestadounidense en las mezquitas, el principal punto de reunión de la población, incluidos aquellos que simpatizan con el militante islámico Osama ben Laden, acusado de planear los atentados del 11 de setiembre de 2001. En Arabia Saudita, lugar de nacimiento de 15 de los 19 secuestradores suicidas del 11 de setiembre, el religioso Abdulbari Thubaiti limitó su sermón a cómo vivir una “vida buena, segura, tranquila, contenta y estable” a través de la fe y las buenas obras. Sin embargo, pese a lo cauteloso y ambiguo de sus políticas, los líderes árabes siguen sintiendo la necesidad de expresar su fuerte oposición a una guerra contra el presidente iraquí, Saddam Hussein. Aunque todos los estados árabes se alinearon con la coalición liderada por Estados Unidos para poner fin a la ocupación de Kuwait en 1991, ahora sólo unos cuantos están facilitando sus bases para las tropas estadounidenses y británicas. Hussein, odiado por muchos musulmanes chiítas y por los kurdos, ha perdido mucha de su popularidad entre los árabes. Pero incluso en Kuwait, escenario de la euforia proestadounidense tras la Guerra del Golfo Pérsico de 1991, muchos sospechan de los verdaderos motivos de Washington para atacar a Irak. “Saddam tiene que irse. La región estaría mejor sin él. El es un asesino”, dijo un árabe de la zona. “Pero los norteamericanos sólo quieren controlarnos. Ellos quieren dominar la región”. Washington afirma que Saddam esconde armas de exterminio y nucleares. Sin embargo, los inspectores enviados por la ONU a Irak no han encontrado evidencias concretas que respalden la posición de la Casa Blanca. En Egipto, donde el sentimiento islámico está aumentando, diplomáticos y analistas opinan que habrá poca conmoción popular hasta que se puedan palpar el impacto, la duración y las consecuencias de un ataque de Estados Unidos. Muchos alegan que si la guerra dura poco y no hay muchos muertos, habrá pocas revueltas en Egipto, además de una satisfacción considerable con la caída de Hussein. Según analistas, Irak es un detonador emocional menos potente que el conflicto palestino. (Reuters) |
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