Miércoles 15 de enero de 2003
 

Por vocación democrática y dignidad: Libre acceso a la información

 

Por Susana Penchulef (*)

  A raíz del surgimiento de "los zapallitos" en Centenario y el intento de soborno a un legislador ocurrido en nuestra provincia, días pasados un vecino de Neuquén me dijo "ahora entiendo qué valor le debemos dar a la educación". Esta aseveración más que acertada es imprescindible que tenga vigencia permanente en la conciencia de todos los argentinos.
La falta de educación lleva al desconocimiento de los derechos esenciales del hombre, y uno de los consagrados por nuestra Constitución y ratificado en los tratados internacionales es el derecho a la información. Derecho que se ejerce y también -desde siempre- se debe defender y hasta luchar para que sea respetado.
Desde hace años, con un grupo de trabajadores de prensa (periodistas empíricos y con formación académica) junto con organizaciones sociales, gremiales y representantes institucionales, venimos realizando un trabajo de extensión y capacitación sobre los medios de comunicación, la prensa y el poder.
Surgió tímidamente pero como algo imperioso, al calor de lo que se denominó la comunicación alternativa o comunicación popular.
Había avidez entonces de conocer el manejo de las herramientas que puede utilizar el pueblo para difundir información, actividades y los datos que los medios tradicionales por cuestiones de urgencias, espacio y también por su línea editorial no trataban, pero que eran de interés comunitario.
Esa comunicación popular o alternativa cumplió con su cometido en la mayoría de los casos, hasta que el poder en la década del "90 descubrió que podía apropiárselos definitivamente y hacerlos funcionales a su proyecto político-partidario hegemónico.
Sin ahorrar esfuerzos y con presupuestos que no son personales, funcionarios provinciales armaron aparatos y estructuras dentro del Estado, traspusieron los límites de las contrataciones publicitarias que reconoce la ley y se dieron a la tarea de montar medios electrónicos, "comprar" espacios radiales y televisivos, cobijar el surgimiento de agencias publicitarias y de producción periodística, así como la voluntad de seudos profesionales para arremeter de manera coordinada, e instalar al conjunto social un mensaje único.
Los medios alternativos quedaron entonces a merced de quienes fácilmente, sin riesgos y sin escrúpulos, desembolsan dineros públicos. Los trabajadores de prensa que intentaron preservar la función de los medios y el derecho a la información sufrieron y sufren la máxima presión, el hostigamiento, el amordazamiento y hasta la exclusión.
Así las cosas podemos concluir en que no vivimos en un verdadero estado democrático, donde se discuten ideas, se respetan disensos y se escuchan todas las voces. Estamos ante el intento de avasallamiento general, en este caso de la mano de una de las herramientas actuales de la democracia: los medios de comunicación. El gobierno necesita tenerlos bajo control para concretar una impúdica manipulación de los datos y los hechos o silenciar denuncias de discrecionalidad o por transgresión de las leyes. 
Sin educación, desconocemos que tenemos el derecho de acceder a la información a través de los medios; desconocemos que los medios de comunicación social deben tener garantizada su libertad sin condicionamientos económicos, para difundir con veracidad los hechos que acontecen, todo aquello que alguien no quiere que se sepa y poner a la vista lo que está oculto.
Sin educación no se tiene en claro que publicitar los actos de gobierno no es hacer propaganda del gobierno de turno, ni confundir Estado con gobierno y gobierno con partido, y hacer campaña electoral permanente con los dineros públicos. 
La situación que vive hoy esta empresa periodística muestra cómo se maneja el tema de los medios de comunicación en la provincia del Neuquén. Si a un medio de la característica empresarial, tradición e historia del diario "Río Negro" se lo pretende condicionar con esta metodología despreciable del recorte publicitario, puede la ciudadanía neuquina imaginar cuál es la situación de los emprendimientos y de los trabajadores de medios electrónicos que dependen del Estado, y ni qué hablar de aquellos que se inician desde el sector privado.
Es apropiado decir que al acceder al gobierno, los funcionarios del Neuquén se consideran depositarios del poder que ostenta el "patrón de estancia"; algunos de estancias chicas y otros de territorios más grandes, pero con el mismo criterio de creerse los amos, dueños y señores, aunque la Justicia los esté investigando y la comunidad, más que respeto, les tenga miedo por las represalias que toman.
Tan impropio es el poder que ejercen que lo que ocurrió en una radio municipal del interior neuquino ilustra la situación. La secretaria de Gobierno de la comuna escuchó por la emisora la información sobre una actividad del intendente de la localidad. Como no le gustó lo que decían fue hasta la radio, sacó a todos los empleados, cerró la puerta con llave y pasaron varios días antes de que la emisora volviera al aire y los trabajadores a su tarea.
Han pasado algunos años de ese hecho que hoy recordamos como anécdota. A fuerza de intercambio de experiencias, de educación, de capacitación y del conocimiento sobre los derechos que nos asisten, algunas cosas se han ido modificando, pero el poder del dinero que permite el acceso a la actual tecnología nos enfrenta a otras formas de imposición, manipulación de la información y dominación.
Que todos conozcamos esta realidad, que no nos hagamos los distraídos y como colectivo social tengamos en claro qué es lo que queremos a futuro, enriquecerá y afianzará este aporte que realizamos desde la capacitación y extensión que nos hemos impuesto por vocación democrática y dignidad profesional.

(*) Periodista, docente
     
     
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