Lunes 13 de enero de 2003
 

Una peligrosa confusión

 

Por Ricardo Villar (*)

  Me he informado sobre las represalias del gobierno de Sobisch contra el "Río Negro". Si bien nada de lo que haga este hombre en función de su proyecto hegemónico me sorprende, creo que lo peor que debemos hacer es acostumbrarnos a convivir con las actitudes autoritarias, que lamentablemente las hay en gran cantidad en la sociedad argentina y en particular en la neuquina.
Sobisch padece de una peligrosa confusión entre lo que son los bienes públicos, los partidarios y los personales o particulares. Semejante maraña de conceptos lo lleva a interpretar que ser el administrador de un Estado equivale a ser el dueño de vida y bienes; a establecer premios y castigos a sus gobernados, según demuestren sumisión o diferencias con sus posturas; a faltarle el respeto a los trabajadores de prensa; a ignorar a la oposición política.
Es por eso que en esta provincia el reloj de la democracia se sigue atrasando, porque no se puede construir una sociedad democrática cuando buena parte de ella está sometida por el miedo, por el temor a quedarse sin empleo, sin contratos, sin el subsidio, sin la caja de alimentos o recibir un trato diferenciado en los organismos públicos que prestan distintos servicios.
En definitiva, con tantos años de desempeño de la función (va por el séptimo en ejercicio de dos mandatos) y con tanto poder acumulado, este gobernador va diseñando un modelo de sociedad a su medida.
Por eso buena parte de la ciudadanía neuquina es permisiva con los excesos que se puedan cometer desde los gobiernos -sean municipales o provincial- y es refractaria espontánea ante cualquier propuesta de cambio de actitud que se genere desde otro colectivo partidario o social.
Por eso el proyecto de dominación de la Justicia que encara el gobernador y que rechaza el arco partidario no "sobischista" es mirado por muchos como una pelea de élite, como algo que concierne a un grupo reducido de personas entre las cuales hay algunos que están conjurados para impedir un buen gobierno de Sobisch. Es una posición tan estúpida que cuesta creer que pueda ser utilizada como argumento. Pero, lamentablemente, se usa. Como también se ha empezado a creer que Jorge Taylor intentó chantajear al pobre abogado Ferreyra y traicionó la confianza de Sobisch después de haberlo recibido en su casa particular.
El sostenimiento de esta postura demuestra la chatura conceptual, la pobreza en formación democrática y republicana que tienen muchos habitantes de esta provincia, evidentemente influenciados por los gobernantes que sacan provecho de semejante ignorancia o comodidad.
Porque para esta porción de la sociedad, el gobernador es el "mandamás" del pueblo y en consecuencia debe ejercer el dominio sobre los jueces, los legisladores, los intendentes. Sobre todo.
Dentro de este concepto, este arco social aplaudirá, o al menos consentirá con su silencio, que aquellos que se animen a generar una crítica o a disentir sean sancionados por el poder de turno. Y si se trata de habitantes de otra provincia o que vivan aquí pero que trabajen para empresas ajenas al territorio, tendrán un doble castigo: por disidentes y por no neuquinos.
Desde hace décadas se viene alimentando en esta provincia lo que hemos llamado un "chauvinismo" provinciano, que se manifiesta en una exacerbación de lo de aquí y un rechazo de lo de afuera. Pedro Salvatori, durante su gobernación entre 1987 y 1991, blanqueó esa peligrosa postura ideológica. Su discurso abandonó lo subliminal y pasó a ser explícito.
Sobisch lo ha profundizado, sin sutilezas. Por eso, en su momento, sonó tan burdo lo de la regionalización. Por eso en su momento sonó tan coherente y peligroso el proyecto de separar la Patagonia de la Argentina, cuya descripción quien esto escribe escuchó de boca de una de las más altas autoridades políticas de la provincia en la última semana de abril del año pasado.
Después Sobisch lo desmintió y, como siempre, adjudicó responsabilidades a la prensa regional, nacional y extranjera. Pero el proyecto existió y él alimentaba el sueño de convertirse en lo que el francés Orly Antoine de Tounens no pudo lograr hace más de 200 años.
Como periodista, militante político y ciudadano que quiere asumir siempre el máximo de responsabilidades, conozco que los "aprietes" a través de la publicidad han sido moneda corriente en la relación entre gobernantes y los medios de comunicación. Porque al fin y al cabo, el ejercicio responsable del periodismo no es otra cosa que la búsqueda permanente de la verdad y la difusión de ideas. Y esto a los gobernantes con poca formación democrática no les gusta, porque les impide ejercer el poder sin límites.
Escribo con la autoridad de haber sufrido esta situación que hoy "Río Negro" ha descripto, con la diferencia de que este diario regional es fuerte económica y moralmente y no claudicará ni será dejado al costado del camino. A mí me despidieron de Radio Neuquén (siendo gerente de Noticias) en 1993, porque según argumentó mi patrón, si seguía trabajando allí el gobierno (que también ejercía Sobisch) le retiraría el cupo de publicidad mensual, con el cual hacía frente al pago de salarios. Otro proyecto periodístico (semanario "La Trastienda") del que fui creador y protagonista durante más de una década, tampoco recibió un centímetro de publicidad oficial, pese a que era neuquino y lo hacíamos personas que vivíamos aquí, algunos desde que la cigüeña nos depositara junto a los pechos de nuestras madres.
Pese a tener el reaseguro de la continuidad empresaria y de la línea editorial que lo caracteriza, los sectores políticos y sociales que quieren participar en una sociedad democrática, ética, equitativa, como debe ser la neuquina, deben tomar esta actitud de Sobisch y su gente como un atropello al derecho elemental de recibir información pluralista.
Cualquier gobernante, si tiene grandeza, la debe mostrar a través de su prescindencia absoluta sobre el desenvolvimiento de los medios de difusión y de los periodistas. Cuando interfiere en ese juego es porque tiene mucho para ocultar, padece de severas debilidades ideológicas o quiere avanzar hacia un modelo no democrático.

(*) Legislador provincial neuquino
     
     
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