Domingo 12 de enero de 2003
 

Sobisch crea su Goliat

 

Por Gerardo Bilardo

  mpujado por cierto desprecio ante la opinión diferente y por una evidente actitud de intolerancia frente a la crítica, a la que considera siempre destructiva, el gobernador Jorge Sobisch acudió a la más tradicional y previsible forma de castigo ejercida desde el poder.
Para el periodismo que trabaja con libertad de conciencia, sin ataduras y alejado de la influencia de los despachos oficiales, Sobisch ha tenido dos respuestas: restringir el acceso a las fuentes de información primero y a la publicidad oficial después.
Tal estrategia es antigua y muchos gobernantes de aquí y de otras partes del mundo la han aplicado o han sentido la tentación de ponerla en marcha.
Para no ir muy lejos, el ex gobernador de esta provincia, Felipe Sapag, acaba de reconocer que él mismo tomó una medida similar en los "70 porque este diario lo "maltrataba", según sus palabras. Sin embargo, dijo que luego se dio cuenta del error y por eso lo corrigió. Con ese antecedente, y hablando desde la propia experiencia, opinó que lo de Sobisch "es una calentura y nada más".
La decisión que tomó el actual gobernador parece exceder la definición de Sapag. El camino que eligió Sobisch desvaloriza la democracia que dice defender, porque intenta destruir uno de los pilares del sistema: el de la libertad de expresión y el derecho de los ciudadanos a estar informados.
Con rudimentarios conocimientos sobre periodismo, opinión pública, derecho a la información, entre otros apasionantes temas de debate que se actualizan y enriquecen permanentemente en el mundo académico y en los medios de comunicación, el gobernador aplicó a este diario la política más arcaica en materia de información pública.
La veda informativa impuesta desde el Estado hacia un medio de comunicación por el hecho de considerarlo "enemigo" es una herramienta ineficaz. Los funcionarios que así no lo interpretan deberían saber que la información circula de todos modos, aunque se cierren los canales oficiales.
Para poner en práctica políticas de comunicación flexibles, los gobiernos suelen contar con profesionales en la materia. Sin embargo, Sobisch está huérfano porque privilegió en puestos clave del área de comunicación a personas de confianza que se quedaron con el cargo por acuerdos políticos o simplemente porque existen lazos familiares.
En su actual gestión, el gobernador acentuó una política de choque frontal con la prensa independiente, una tendencia que, con ciclos de buena y mala relación, arrastra de su anterior mandato que se prolongó entre diciembre de 1991 y el mismo mes de 1995.
Los periodistas que han seguido su carrera política conocen el malhumor que provoca en Sobisch la pregunta que incomoda, la mirada diferente sobre los sucesos, la crónica que se ajusta a la realidad, el título que no esperan en los despachos oficiales y la fotografía que en una imagen resume el texto mejor escrito.
El gobernador concibe el periodismo como apenas un intermediario, un mensajero del poder, un amplificador de la política oficial. Y a los periodistas como soldados de la causa que reproducen una noticia que, con adornos a menudo increíbles, puede mostrar a un gobernador alto, delgado, con cabello rubio y ojos azules.
Hace tiempo que en Neuquén el gobierno cuenta con varios soldados enrolados en sus filas. Algunos de ellos comparten la causa por convicción, pero la mayoría de los que se prestan a este juego lo hace por tranquilidad y conveniencia económica de sus bolsillos.
Sobisch interpreta que el periodista que indaga y se para con inquietud frente a hechos que se transforman en noticia es poco menos que un militante político de la oposición, alguien que le quiere hacer daño a él y a todos los habitantes de la provincia. Así lo ha expresado en más de una oportunidad en una carrera creciente de enfrentamiento con periodistas de este diario que esta semana llegó al intolerable límite de la burla.
La política de comunicación del gobierno ha sido pésima y estuvo acompañada por un manejo discrecional. Tan lejos ha llegado su estrategia, que los funcionarios se han resistido sistemáticamente a transparentar los gastos en esta área.
Los diputados de la oposición tienen presentados nueve pedidos de informes sobre el tema y en sólo tres casos hubo respuestas parciales sobre el destino de los fondos públicos asignados a los medios.
Pero el paradigma del ocultamiento de la información recae sobre el Banco de la Provincia del Neuquén. Para evitar ventilar sus números, y los de la Fundación del BPN, la entidad que conduce Luis Manganaro llegó con el caso hasta la Corte Suprema de Justicia de la Nación, que aún no se expidió.
A esta altura de los acontecimientos se puede pensar que el gobernador Sobisch está aprovechando este momento para generar "enemigos poderosos" a los que hay que "vencer" en las próximas elecciones.
Al intentar recrear en el imaginario colectivo a "esos enemigos poderosos" a los que identificó en discursos de campaña ante sus afiliados y en los actos oficiales, Sobisch se coloca como un dirigente que no le teme a la prensa que, a su juicio, tiene poderes sobrenaturales y lo "castiga" sin fundamentos.
Con ese discurso, el oficialismo de esta provincia está pariendo a un David que está dispuesto a dar batalla a un Goliat. Y el gobernador se juega a que la tribuna lo entienda de ese modo.
Nada de eso es cierto. Pero es la nueva estrategia de marketing de un gobernador que quiere la reelección y que no tiene adversarios políticos a la vista.

Gerardo Bilardo
gbilardo@rionegro.com.ar

     
     
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