Jueves 9 de enero de 2003
 

El lenguaje de la guerra

 

Por Alberto Galeano

  El mejor ejército del mundo se prepara en el mejor país del mundo para atacar a Irak, sin darle mayor importancia a un enemigo pobre y aislado, dormido en el estalinismo, con un millón de hombres y por lo menos dos bombas atómicas.
El presidente estadounidense, George W. Bush, empezó el 2003 marcando la importancia que le otorga su país al denostado gobierno del presidente iraquí, Saddam Hussein, a quien comparó en algún momento con Adolfo Hitler, y al régimen de Pyongyang.
En la misma semana, Bush justificó una eventual acción militar contra Bagdad al señalar que un ataque de Hussein "dañaría nuestra economía", por lo que consideró que es más importante atacar Bagdad que al régimen norcoreano.
La crisis entre Estados Unidos y Corea del Norte, iniciada en octubre del 2001, cuando Washington denunció que Pyongyang había reactivado su programa nuclear, violando un acuerdo de 1994, tuvo un nuevo episodio el viernes pasado cuando Pyongyang acusó a la Casa Blanca de provocar una nueva escalada nuclear.
Corea del Norte, un país con por lo menos dos bombas atómicas y la capacidad de fabricar una al mes si pone en marcha un proceso de desarrollo, solicitó a Washington un pacto sin condiciones de no agresión que fue rechazado por la Casa Blanca.
Temeroso del cataclismo nuclear, Corea del Sur presentó a Washington un plan para solucionar la crisis con Pyongyang, elaborado en tres etapas por su presidente electo, Roh Moo-hyun: en la primera fase, Norcorea pondría fin a su programa nuclear y simultáneamente Washington se comprometería a no atacarlo y a suministrarle petróleo.
En la segunda etapa, Corea del Norte debería renunciar definitivamente a sus ambiciones nucleares, y en la tercera, China, Rusia y otros países implicados, como Japón, darían garantías a Pyongyang sobre su seguridad.
Bush no parece muy preocupado por Corea del Norte, al cual incluyó en el llamado "Eje del mal", junto con Irak e Irán.
Durante una visita a la base de Fort Hood, en el estado de Texas, no se cansó de repetir a los soldados que Estados Unidos es el "mejor país del mundo" y por lo tanto cuenta con "el mejor ejército del mundo" para desbaratar las eventuales amenazas de Hussein o del régimen de Kim Jong-il, hijo de Kim Il-sung, el fundador del comunismo norcoreano.
Se cree que Corea del Norte, como Irak, puede tener almacenado el tan temido virus de la viruela, además de poderosos misiles capaces de alcanzar una distancia de 1.300 kilómetros, con lo que podría atacar el Japón.
En un artículo publicado en el diario "International Herald Tribune", el analista William C. Potter señala que Estados Unidos calculó mal cuál sería la reacción de Pyongyang a su política de asegurar que Corea del Norte había mantenido un programa nuclear clandestino.
Potter advierte que la administración Bush difícilmente pueda dar por descontada la posibilidad de que Corea del Norte le venda armas a terroristas.
Aún sin haber puesto en funcionamiento sus instalaciones para reprocesar plutonio, con el que se pueden fabricar bombas atómicas, Corea del Norte representa una amenaza mucho más seria que Irak, sostiene el analista.
Y es que más allá de la arengas patrióticas de Bush, los estadounidenses analizan los riesgos que implicaría una eventual operación militar en Irak, teniendo en cuenta que la poderosa Guardia Republicana seguramente resistirá y dará batalla para defender a Hussein.
En tanto, se aguarda con gran expectativa el informe previsto por los inspectores de la ONU para el lunes 27 de enero sobre la real dimensión de la capacidad militar de Irak.
La Liga Arabe, encabezada por Egipto, realiza gestiones con el fin de analizar la posibilidad de que Hussein se exilie con su familia en algún país de la región o quizás en Moscú, como aseguran alguna fuentes diplomáticas.
Mientras tanto, más de 60.000 militares norteamericanos y británicos viajaron en los últimos días al golfo Pérsico para integrarse a la maniobras que se realizan con miras a invadir Irak. La Casa Blanca estimó que una guerra para derrocar a Hussein costaría entre 50.000 y 60.000 millones de dólares, si la intervención es rápida y sin incluir los eventuales gastos de reconstrucción. (Télam-SNI)
     
     
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