Miércoles 8 de enero de 2003
 

Sigue en el limbo la
política regional de Bush

 

Por Andrés Oppenheimer

  Un centro de estudios de Washington acaba de hacer una interesante miniencuesta: les preguntó a varios expertos quién está a cargo de los asuntos latinoamericanos en el gobierno del presidente Bush.
El Diálogo Interamericano, la organización que formuló la pregunta, no solicitó mi humilde opinión. Si lo hubiera hecho, le hubiera dado una respuesta muy sencilla: "Nadie"".
¿Por qué? Porque si alguien estuviera a cargo, el gobierno de Bush -que en sus comienzos prometió convertir América Latina en una de sus máximas prioridades en política exterior- no estaría cometiendo tantos errores en la región.
La semana pasada, por ejemplo, la Casa Blanca metió la pata al no enviar al secretario de Estado Colin Powell, o en su defecto a un grupo de otras figuras clave del gabinete de Bush, a la toma de posesión del nuevo presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva.
La ceremonia de asunción de Lula contó con la presencia de unos 15 jefes de Estado, incluidos el dictador cubano Fidel Castro y los presidentes de Argentina, Chile, Perú, Venezuela, Portugal y Sudáfrica. La delegación de Estados Unidos estuvo compuesta por el representante comercial Robert Zoellick y tres funcionarios de menor rango.
Zoellick es respetado en América Latina, pero su presencia fue lógicamente eclipsada por los jefes de Estado visitantes. Por sus rangos, los presidentes fueron recibidos personalmente por Lula, mientras que Zoellick tuvo que contentarse con entrevistas con miembros del gabinete brasileño.
"Zoellick es un actor importante, pero la representación de Estados Unidos no reflejó la importancia del Brasil para la región y para Estados Unidos"", me indicó Peter Romero, el ex jefe de asuntos latinoamericanos del Departamento de Estado durante el gobierno de Clinton.
Dos semanas antes, la Casa Blanca trastabilló en una declaración sobre la crisis venezolana. Luego de emitir un comunicado el 13 de diciembre anunciando su apoyo a "elecciones anticipadas"", la Casa Blanca aclaró dos días después que apoyaba "un referéndum"" sobre la posibilidad de elecciones anticipadas, una opción contemplada por la Constitución venezolana.
"El reciente tropezón sobre Venezuela sugiere que la Casa Blanca y el Departamento de Estado no están coordinando bien sus actividades"", señaló Bernard Aronson, otro ex encargado de asuntos latinoamericanos del Departamento de Estado.
Otros recientes deslices incluyeron una deslucida visita a Chile del secretario de Defensa Donald Rumsfeld en noviembre, y el titubeo del Departamento de Estado en abril antes de tomar distancia de una salida extraconstitucional de la crisis venezolana.
Parte de estos problemas se explican en la casi total concentración del gobierno de Bush en la lucha contra el terrorismo islámico en otro rincón del mundo. Pero también se debe a luchas burocráticas entre la Casa Blanca, el Departamento de Estado y el Congreso.
El último encargado de asuntos latinoamericanos del Departamento de Estado, el cubanoamericano Otto Reich, tuvo que dejar su cargo en diciembre tras no ser confirmado en el Senado. No está claro si Reich, un nombramiento político de Bush, será nominado nuevamente por el presidente. Fuentes del Departamento de Estado dicen que Powell quiere nombrar a la embajadora en Colombia, Anne Patterson, para el cargo.
Para ser justos, el gobierno de Bush ha tenido algunos éxitos importantes en su política latinoamericana. Logró la aprobación del Congreso de la "vía rápida"" para negociar nuevos acuerdos de libre comercio, algo que Clinton no pudo hacer en sus ocho años de gobierno. Bush también acaba de concluir un tratado de libre comercio con Chile, y anunció el comienzo de negociaciones de libre comercio con cinco países de América Central.
También ha hecho avances en la lucha contra la corrupción. Y en cuanto al Brasil, el gobierno de Bush apoyó el paquete de rescate de U$S 30.000 millones para ese país y tuvo la buena iniciativa de invitar a Lula a visitar la Casa Blanca y entrevistarse con Bush antes de su inauguración. Todo eso está muy bien.
Pero mientras Bush y Powell siguen concentrados en Irak y Corea del Norte, la crisis de América Latina se está agravando.
Los expertos consultados por el Diálogo Interamericano propusieron que se resuelva cuanto antes la disputa sobre quién será el encargado del Departamento de Estado para la región. También sugirieron resucitar el cargo de "enviado especial del presidente para América Latina"", que funcionó exitosamente durante el gobierno de Clinton.
Estoy de acuerdo. La política latinoamericana del gobierno de Bush está en el limbo, y no hay pretexto para que un presidente que goza del 61 por ciento del apoyo popular y controla las dos cámaras del Congreso no pueda remediar el problema. Si no lo hace habrá más errores, y más graves.
     
     
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