Lunes 6 de enero de 2003
 

Tecnología apropiada

 

Por Tomás Buch

  Al margen de las crisis económicas y políticas, así como en otros tiempos vivieron adorando a Dios, nuestro mundo vive embelesado por las maravillas de creación humana, como la telefonía móvil, Internet y la medicina de alta tecnología. No todos están de acuerdo con esta visión; estiman que la tecnología ha superado ciertos límites y que se deberían tomar medidas para proteger a la humanidad de sus propias creaciones, que tal vez hoy ya llegan a amenazar su supervivencia. Pero como no podemos retroceder hacia una vida enteramente "natural", se nos propone emplear tecnologías más suaves, más respetuosas del medio ambiente, más "apropiadas" que las que predominan en la actualidad.
Es habitual que esta expresión, "tecnología apropiada", que casi sólo se emplea en relación con el mundo "subdesarrollado", sea usada, en un sentido condescendiente y/o militante, como opuesto a "tecnología de punta". El término también se emplea en conexión con el concepto más abarcativo de "sustentabilidad". La marcha actual de la civilización, basada en el uso intensivo de recursos naturales no renovables como los hidrocarburos fósiles, y en el uso no sustentable de los renovables, como los bosques y el agua, parece haber tomado un camino que conduce al desastre, sea por agotamiento de dichos recursos, por un cambio catastrófico del clima en grandes zonas de la Tierra, o por la expansión sin límites de las poblaciones miserables y pauperizadas del Tercer Mundo, que es una consecuencia paradójica del mejoramiento de las condiciones de vida de esas mismas poblaciones, que no se acompaña con una política demográfica sustentable.
Hay una corriente de pensamiento que atribuye a aquella entidad abstracta denominada "la tecnología" una gran parte de la culpa en estos impulsos autodestructivos que ha puesto de manifiesto en la especie humana. Por ello, hace ya años que ha surgido una corriente "alternativa" que propugna, también, una tecnología menos agresiva contra las personas y el medio ambiente. Esta es la que recibe, a veces, el nombre de "apropiada", en el sentido de que sería mejor que la predominante para la supervivencia de nuestra especie tal como la conocemos.
Según los que usan el término en forma condescendiente, los pueblos subdesarrollados no tienen la sofisticación o los medios necesarios para poder usar la tecnología avanzada, la "verdadera" tecnología que se emplea en Europa o en los EE. UU. Para ellos, nada mejor que una tecnología menos compleja, que sería más "adecuada" para nosotros que las "de punta". Se trataría, en suma, de una "tecnología para pobres".
Pero la palabra también tiene un uso militante: muchos ambientalistas y otros grupos que rechazan los excesos de las tecnologías más modernas, proponen este tipo de tecnologías, a veces también llamadas "intermedias", que son consideradas más "blandas" y más amables con los ecosistemas que las que predominan en el mundo desarrollado.
Ejemplos de esto son las pequeñas turbinas hidráulicas, los pequeños molinos de viento o los digestores de compost, que generan metano que luego se puede usar como combustible de biomasa. A veces, tales prácticas corresponden a tecnologías obsoletas en la economía posindustrial contemporánea. Por ejemplo, hay quien propugna el desarrollo de estufas a leña de mayor eficiencia para aumentar el rendimiento de lo que aún es el combustible que predomina en muchos sitios de la Tierra, desde Honduras a Laos y desde Gabon a la Patagonia. Por supuesto, esto relativiza el concepto de obsolescencia, que frecuentemente sólo expresa la inherente tendencia del capitalismo a una expansión sin límites.
En lugares apartados de las líneas de distribución de energía, en efecto, es posible que la gente se vea enfrentada con soluciones de diverso tipo. Como fuente de energía, el gobierno o una gran empresa interesada en vender equipos caros, probablemente propongan la instalación de un generador a fueloil, o, si son conscientes de los recursos no renovables y los petroleros no los presionan, pondrán paneles solares o generadores eólicos. Algún grupo podrá proponer una solución de "baja tecnología", como sería volver al empleo de la leña. Ninguna de esas soluciones es descartable a priori, pero usar leña allí donde ya escasea, como en grandes regiones de Africa, es más depredatorio que el uso exclusivo de combustibles fósiles, así que las soluciones "adecuadas" a un estado de desarrollo no siempre son las más apropiadas, por más que también haya que tener en cuenta los aspectos culturales. Pero el caso más perfecto de uso apropiado de una tecnología de punta es el de una tribu selvática brasileña que usó la tecnología satelital más avanzada para defenderse de los avances territoriales de los hacendados sobre las tierras tribales.
También en los países desarrollados se hacen sentir tendencias que quisieran usar tecnologías más simples o menos contaminantes. Un ejemplo de esto es la popularidad creciente de los alimentos que llevan la marca de calidad "orgánica" que certifica que fueron cultivados sin el empleo de fertilizantes artificiales ni pesticidas. El precio de estos productos es más elevado que el de otras calidades, lo cual ofrece buenas perspectivas comerciales a productores de zonas relativamente poco contaminadas, como lo es nuestra Patagonia. Pero el que piensa que fomentando la agricultura orgánica hace algo por mejorar el estado general del mundo, se equivoca, ya que el mayor rendimiento de los cultivos "industriales" no se puede sustituir más que a mayor costo y usando más extensiones arables; de modo que el cultivador "orgánico" sólo está contribuyendo a producir a mayor costo "comida para ricos".
Otras veces, en el clamor por las tecnologías intermedias se puede percibir una nostalgia por un pasado del que se cree -casi siempre erróneamente- que fue más compasivo con los humanos y con el medio ambiente de lo que se observa en la actualidad. No es el momento de analizar si realmente la gente era más feliz en el siglo XIX que ahora, ni si comía mejor o era más sana. Seguramente no lo era, y la acechaban otros sufrimientos, como el dolor de muelas, que tal vez fuesen distintos de los actuales aunque igualmente penosos. El retorno a una vida más sencilla puede ser un anhelo lícito para cierta clase media con inclinaciones románticas, pero es de una imposibilidad absoluta para casi todos. Una de las razones de esta imposibilidad es que ahora somos mucho más numerosos que, por ejemplo, en la época de la formación de la República Argentina. Alrededor de 1860, la población de nuestro país era del orden del millón y medio de personas... y la Argentina es uno de los países de menor crecimiento demográfico.
La interpretación que yo quisiera proponer para la expresión "tecnología apropiada" juega con la polisemia de esa palabra. En efecto, la palabra tiene un sentido similar a "adecuada", "conveniente". Es ése el sentido que se le da habitualmente, y es el que hemos mencionado más arriba.Pero "apropiado" es también algo que he hecho de mi propiedad. Este es el sentido que quisiera analizar más detenidamente.
La Argentina tiene una historia política y económica complicada, pero una historia tecnológica sencilla: casi todo lo que hemos hecho en el campo del desarrollo tecnológico han sido adaptaciones y arreglos. Para lograrlo, empleamos una cualidad singular que a veces causa admiración a los extranjeros: nuestra versatilidad, nuestra facilidad para aprender cosas nuevas y nuestra habilidad para "arreglarlo con alambre", para "apropiarnos" técnicamente de lo que se nos ponía por delante. Así fue como a mediados del siglo pasado, "apropiándonos" de las tecnologías, improvisamos una industria, aunque fuese ineficiente y de mala calidad. Esta ineficiencia y esa mala calidad eran consecuencia de la falta de exigencias políticas y económicas, pero era una industria, y la hemos perdido.
Los argentinos no hemos inventado nada importante. Los objetos que siempre se mencionan son pocos, y nuestra autoría sobre ellos es dudosa. El método de identificación de delincuentes por sus impresiones digitales, por el yugoslavo Vucetich, es el caso más seguro. El Sr. Biro ya había inventado la birome cuando el gobierno argentino le facilitó su desarrollo y su producción, lo que no es poco mérito. El dulce de leche es conocido en toda América Latina con diversos nombres, aunque el nuestro es, de lejos, el más rico. Si el colectivo es verdaderamente un invento, es cuestión dudosa. Pero nos hemos sabido apropiar de varias tecnologías complejas. La Argentina no inventó la aviación, pero fabricaba aviones en los "30. Fue un alemán el que diseñó el Pulqui, pero se trató de una primicia mundial y lo construyeron argentinos. No inventamos los reactores nucleares, pero los perfeccionamos y ahora los hacemos mejor que otros.
Aunque descollamos en algunas áreas de la ciencia, rara vez nos pertenece la tecnología de avanzada. Empleamos sus productos, importados casi siempre. En el mejor de los casos, los sabemos reparar; comprando los repuestos, cuando los hay, al fabricante. Nos está vedado, casi siempre, abrir las "cajas negras" para ver cómo están hechas. No nos hemos apropiado de esas tecnologías, pero podemos hacerlo. Debemos hacerlo, si queremos volver a crecer como país. Los japoneses mostraron el camino. Al terminar la guerra, estaban destruidos. Claro que ya antes habían sido una potencia industrial, porque habían logrado "apropiarse" de la tecnología occidental desde el año 1870. Pero después de la guerra, se dedicaron a comprar cuanto equipo electrónico había en el mercado, para despanzurrarlo, hacer uno mejor y vendérselo a sus inventores. Esto es lo que se llama, a la vez con ironía y en serio, "ingeniería inversa". No se trataba sólo de piratería, aunque también hubo de eso. También compraron licencias y patentes, y si hubo juicios, no fueron tantos como para inutilizar el método. Se "apropiaron" de la tecnología occidental, y avanzaron más allá. Al principio, su calidad era mala y sus prospectos en inglés estaban llenos de errores gramaticales y de ortografía. Fueron mejorando, y se "apropiaron" también del idioma de los que habían sido sus conquistadores. Hoy dominan el mercado. Y ahora son los chinos quienes siguen el mismo camino y sus productos ya están en la etapa en la que su calidad es cada vez mejor, y sus precios, mucho más bajos. ¿Y nosotros?
     
     
Tapa || Economía | Políticas | Regionales | Sociedad | Deportes | Cultura || Todos los títulos | Breves ||
Ediciones anteriores | Editorial | Artículos | Cartas de lectores || El tiempo | Clasificados | Turismo | Mapa del sitio
Escríbanos || Patagonia Jurásica | Cocina | Guía del ocio | Informática | El Económico | Educación