Domingo 5 de enero de 2003
 

El juego que mejor juega

 

Por Alicia Miller
amiller@rionegro.com.ar

  La fecha de las elecciones en Río Negro sigue estando en el terreno de la fantasía:
En cuanto un día de algún mes comienza a tomar forma en el calendario, enseguida algo sucede y vuelve a disiparse como una nube volátil y caprichosa.
Es que casi es capricho la voluntad del gobernador Pablo Verani de ejercer "in extremis" su facultad de establecer la fecha de los comicios.
En su afán, aprovecha a su modo la incertidumbre que campeó a nivel nacional.
Pero, a todas luces, la situación es aquí bastante diferente: no se ha ido en Río Negro un gobierno de un día para otro, ni hubo tres gestiones en un año, ni se han diluido los partidos políticos.
Por el contrario, en esta provincia el radicalismo -agrupación centenaria que a nivel nacional difícilmente subsiste- cumplirá este año sus veinte años en el gobierno y lo hará mostrando una vocación más hegemónica que nunca. Para celebrarlo, se arreglará el rostro mirándose en el espejo de la oposición, que le devolverá una imagen nada hermosa pero sólida como la piedra. O en el del electorado, que lo ha sancionado con votos en blanco pero que no ha encontrado alternativa donde encauzar su descontento.
Verani dijo desde un principio que convocaría a elecciones lejos de la fecha elegida para los comicios presidenciales.
Tanto, que hasta quiso modificar el Código Electoral y de Partidos Políticos para que se votara un año antes del recambio de mandatos.
Aun cuando no lo logró, sí ha conseguido tener a todo el resto del espectro político mirándolo a los ojos y fatigándose en las "gateras" -para usar una metáfora "burrera" apropiada a su gusto personal- sin saber cuándo ni con qué intensidad medir las fuerzas de una campaña que puede ser cortísima o hacerse interminable.
El presidente Duhalde acaba de formalizar la convocatoria para elegir presidente y vicepresidente de la Nación el 27 de abril y, en caso de que hiciera falta, la segunda vuelta se haría el 18 de mayo.
Casi al mismo tiempo, comenzaron a oírse voces de que, ante esa certeza, Verani podría elegir distanciar mucho, hacia adelante, la elección provincial. Podría llevarla, entonces, hacia agosto o setiembre.
Quienes se inclinan por esta posibilidad la fundamentan en que el gobernador acaba de recibir de manos de su encuestador de confianza un relevamiento que le indica que la fórmula radical Saiz-De Rege, que comenzó con un bajísimo piso de consenso en la sociedad, crece -aunque lentamente- a medida que va y viene, corre y recorre la provincia.
"Día que pasa, día de ventaja", dicen que dicen que dijo el mandatario.
Pero, como suele suceder, la realidad tiene más grises que blancos o negros nítidos.
Al parecer, sólo en Bariloche el radicalismo podría esperar "cosechar" algún respaldo "diferencial", confiando sobre todo en capitalizar la tarea que militantes de su sector han tenido en la transformación de la Cooperativa Eléctrica de esa ciudad. Claro que el piso desde el cual partió allí el oficialismo provincial es bajísimo, si se toma en cuenta que en los comicios municipales convocados tras la renuncia del ex intendente radical Atilio Feudal ese partido quedó séptimo en orden de las preferencias del electorado, obteniendo sólo un 4,72% de los sufragios, siendo superado por el MUP -que ganó la intendencia-, pero también por el PJ, el MPP, el MID, el Humanismo y el PPR.
Por ahora, la única ciudad grande de la provincia que le daría la victoria a la fórmula radical sería Roca.
Pero la división de la oposición con la aparición de figuras fuertes pero "localistas" ayuda muchísimo a Saiz y De Rege.
Así, Cipolletti daría ventaja a Arriaga -perjudicando en términos relativos a otras propuestas provincialistas- y Viedma al peronista disidente Eduardo Rosso -lo que afectaría las posibilidades de conjunto del candidato justicialista Carlos Soria, del MPP y del ARI-.
Así, el radicalismo jugará el juego que mejor juega: aprovechar la división del adversario y su relativa calma, oponiéndole sin demasiados escrúpulos la estructura del Estado como plataforma de campaña, inaugurando obras o exhibiendo como mérito lo que -en una democracia sana- sólo sería cumplimiento de la obligación, e ignorando las falencias y los defectos de su gestión como si a nadie afectaran.
Esta realidad no es ignorada por el resto de la dirigencia política que ha sobrevivido a estos veinte años de ejercicio del poder por parte de la UCR rionegrina.
No es casual que los diálogos se sucedan entre sectores con afinidades ideológicas y de metodología política, tales como el MPP, el ARI, el sector del peronismo que se agrupa en torno de Eduardo Rosso y los radicales allegados al vicegobernador Mendioroz.
Sólo que, por el momento, la distancia que separa a estos diálogos amigables de la constitución de una alternativa electoral convincente es tan amplia como una caminata de un extremo a otro de la provincia.
Sobre todo, porque la sinergia que tiende a unirlos está en pugna con la inercia que parece haber ganado ya hace años a todo el arco opositor, el que parecen iniciar cada campaña sin confiar en que, sea lo que fuere lo que hiciese, nada sería suficiente para vencer al aparato radical. Transpolado esto al resto de la sociedad, sorprende menos la escasa sanción social a los abusos de poder y a las sospechas de corrupción, que parecen quedar sobre la superficie, como la espuma en el mar.
     
     
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