Sábado 4 de enero de 2003
 

Keynes, ese desconocido

 

Por Héctor Ciapuscio

  En general, se recuerda de J. Maynard Keynes sólo el hecho de haber ideado una teoría sobre la utilización del gasto público para generar empleo y salir de una depresión económica. Algunos manifiestan admirarlo y otros -como el autor de una carta de lectores sobre el "keynesianismo", que entiende simplemente como emisionismo, en "La Nación" del 20/12- detestarlo por eso. Esto es obviamente superficial y más de lo que podría suponerse. Una consideración atenta de su trayectoria -basta leer los comentarios que suscita la aparición del tercer tomo de su monumental biografía por Lord Robert Skidelsky, miembro de la Academia Británica- revela la riqueza de ideas e intereses de este personaje extraordinario. Filósofo, sociólogo, esteta, altamente dotado para la vida de relación personal y la cultura, no han faltado compatriotas suyos que lo equiparan con Churchill en cuanto a genio y gravitación en el siglo XX.
Dejando de lado su obra clásica ("Teoría General del Empleo, el Interés y la Moneda", 1935-36), que dominó por largos años el espacio académico y ejerció enorme influencia en el mundo, hay un par de episodios menos conocidos de la trayectoria de Keynes que resaltan su personalidad de economista y humanista. El primero se refiere a su intervención en la Conferencia de Paz posterior a la guerra 1914-18; el segundo a la que tuvo en el trámite del arreglo monetario mundial de Bretton Woods a finales de la Segunda Guerra, que dio nacimiento al Banco Mundial y al Fondo Monetario Internacional por iniciativa de Estados Unidos.
Keynes representó al Tesoro inglés en la Conferencia de París de 1919 en la que se elaboró el Tratado de Versalles. Allí polemizó contra los "Cuatro Grandes" sobre las compensaciones financieras que finalmente impusieron a la Alemania vencida. En particular con Clemenceau, "el Tigre", a quien describió "con sus guantes grises (sufría de psoriasis), seco de alma y vacío de esperanza" exigiendo vindicativamente reparaciones imposibles -33.000.000.000 de dólares (de entonces). Si, como se sabe, el advenimiento de Hitler y el nazismo tuvo un caldo de cultivo e impulso insoslayables en la indignación del pueblo alemán por la paz punitiva y los feroces términos de ese Tratado, se echa de ver la clarividencia de Keynes que, derrotado, renunció a sus funciones en el gobierno inglés y publicó en 1919 "Las Consecuencias Económicas de la Paz". En ese libro denunció que las imposiciones draconianas de los vencedores a la potencia derrotada constituían una imposibilidad económica, eran un acto obtuso impropio de estadistas y alimentarían una reacción de gravedad impredecible para Europa y el mundo. Léase este párrafo visionario: "La política de reducir a Alemania a la servidumbre por una generación, de degradar la vida de millones de seres humanos y de privar de felicidad a una nación entera sería horrorosa y detestable aun si fuese posible, aun si nos enriqueciera, aun si no constituyera la siembra de la decadencia de la completa vida civilizada de Europa".
El segundo episodio -su batalla contra intereses políticos y financieros de Estados Unidos en otra magna reunión, la Conferencia de Bretton Woods de 1944- puede ser visto también como una grande y honrosa derrota. Allí presentó un esquema alternativo al de EE. UU. para reglar el comercio mundial después de la Guerra, un sistema de "clearing" que pondría equidad entre los intereses de países fuertes y países económicamente débiles. Para alcanzar el equilibrio, no sólo serían penalizados los países que arrastraban déficit continuos, sino también los países con ganancias continuas. Keynes advirtió claramente que la propuesta norteamericana determinaría un creciente deterioro de los términos del intercambio entre los países del Tercer Mundo productores de "commodities" primarias y los industrializados, con el resultado de un endeudamiento permanente de aquéllos y el dominio económico consiguiente de los otros. Un problema largamente denunciado luego desde la Cepal y otros foros internacionales por nuestro compatriota Raúl Prebisch.
Thomas Jackson, cientista político y presidente de la Rochester University, dio en noviembre del 2001 una versión amplia de este episodio en una comunicación publicada en "Times Literary Supplement" con el título "Los Estados Unidos y la deuda del Tercer Mundo". Allí concluye con una apelación fuerte. Dice: "Casi mil millones de personas están malnutridas en un mundo que rebosa de comida". Y luego: "El mayor problema en este momento es la inhabilidad de la sociedad en Occidente para apreciar por qué el mundo pobre está aumentando su desesperación y por qué tanta gente allí odia a los países ricos con una intensidad que, ¡ay!, está ahora empezando a expresarse mediante actos de terrorismo. Si queremos evitar un futuro terrorífico, la peor cosa que podemos hacer es dejar caer bombas sobre ellos. Lo que deberíamos estar haciendo es dejando caer su deuda". Parece un eco de aquel Keynes rebelde, humanista, profético y desconocido.
     
     
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