Jueves 2 de enero de 2003
 

Los cuatro estereotipos de la crisis venezolana

 

Por Andrés Oppenheimer

  El mensaje, dirigido "a los corresponsales extranjeros", me llegó por e-mail, con un aire de urgencia.
"Peligrosos estereotipos sobre Venezuela", decía el título.
El texto comenzaba diciendo que después de leer varios despachos de corresponsales extranjeros que están cubriendo la crisis venezolana, "me preocupa el reiterado uso de estereotipos que algunos de ustedes están usando"".
La autora del mensaje era Ana Julia Jatar, una académica venezolana del Centro Rockefeller de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Harvard, y a menudo apasionada defensora de causas de centroizquierda en programas televisivos. Según me dijo más tarde en una entrevista telefónica, se estaba refiriendo, entre otros, al New York Times, al Washington Post y a CNN.
El mensaje, tomado en parte de una columna que Jatar había publicado en el diario caraqueño El Nacional, señalaba que los corresponsales estaban cayendo en los siguientes estereotipos:
Primer estereotipo: que la crisis venezolana es un conflicto entre la élite tradicional, encabezada por la asociación de patronos Fedecámaras, y los pobres, encabezados por Chávez.
Falso, dice Jatar. Venezuela es uno de los países latinoamericanos con mayor movilidad social, producto de la volatilidad de los precios del petróleo, que ha hecho nacer y morir fortunas en poco tiempo. El presidente de Fedecámaras, por ejemplo, nació en España y empezó manejando camiones en Venezuela a los 17 años, antes de llegar a su posición actual.
La huelga antichavista está organizada por la mayor organización sindical venezolana y, según las últimas encuestas, alrededor del 70 por ciento de los venezolanos está en contra de Chávez. Considerando que un 70 por ciento de los venezolanos está por debajo de la línea de pobreza, las encuestas indican que la mayoría de los pobres está contra Chávez.
Segundo estereotipo: la crisis venezolana es un conflicto racial entre blancos y negros o mulatos, en el que la élite blanca está saboteando a un gobierno conformado por mulatos y negros.
"Nada más lejano de la realidad"", dice Jatar. Como muestra, señala que muchos dirigentes opositores como Manuel Cova, Enrique Medina Gómez y Claudio Fermín son de tez morena, mientras que los colaboradores más cercanos de Chávez, el vicepresidente Diosdado Cabello y el ministro de Defensa José Vicente Rangel, son blancos.
Tercer estereotipo: que las fuerzas armadas venezolanas forman parte de una élite de derecha. Falso, dice Jatar. Las fuerzas armadas venezolanas siempre han sido un importante mecanismo de movilidad social para las clases desposeídas. El mejor ejemplo de ello es el propio Chávez, señala.
Cuarto estereotipo: que la oposición es golpista. "Los golpistas tienden a usar tanques y tropas, no a recolectar dos millones de firmas"", asegura. "La verdadera historia es que Chávez ha quebrado la Constitución y la ley en varias oportunidades"".
Chávez, que dijo el 25 de octubre del 2000 que "la democracia representativa no le sirve a ningún país latinoamericano"", está siendo investigado en los tribunales por más de una docena de cargos de corrupción y violaciones a los derechos humanos. Entre ellos están la desaparición de millones de dólares de un fondo de estabilización financiera y la masacre de 19 personas en una marcha opositora el 11 de abril.
¿Significa todo esto que deberíamos apoyar las demandas de algunos dirigentes opositores que buscan la renuncia inmediata de Chávez, o un golpe de Estado?
En absoluto, y -por lo que escuché de Jatar- tampoco creo que ella quiera eso. Cualquier salida de Chávez forzada por presión militar no sólo lo convertiría en una víctima, sino que sería un precedente funesto para las demás democracias de América Latina.
Pero eso no significa que la oposición no tenga el derecho de pedir que se acepten sus dos millones de firmas para iniciar el proceso legal para convocar elecciones anticipadas, como lo permite la Constitución. Eso es mucho más democrático que la intentona golpista de Chávez de 1992, su posterior glorificación de la misma, o la gradual militarización de su gobierno en los últimos tres años.
Algunas de las recientes protestas en Venezuela juntaron más de un millón de personas. Se trata de multitudes mucho mayores que las que forzaron las renuncias de presidentes recientes en la Argentina y Ecuador, que por cierto no fueron tan ineptos como Chávez. En efecto, Chávez ha logrado lo imposible: a pesar del aumento de los precios del petróleo, hizo caer la economía venezolana más de un siete por ciento este año y creó casi 2.5 millones más de pobres que los que había cuando asumió el poder.
Mi conclusión: los líderes opositores venezolanos que están buscando una salida extraconstitucional merecen el repudio de la comunidad internacional. Pero los líderes opositores que buscan una vía legal para echar por las urnas al presidente más incompetente de Sudamérica merecen el aplauso.
     
     
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