Miércoles 22 de enero de 2003

 

Carrascosa buscó despegarse y culpó al médico

 

El esposo de María Marta García Belsunce declaró ayer ante el fiscal. Está sospechado de ser el autor del encubrimiento del asesinato. El fiscal podría ordenar careos con los restantes implicados.

 
Carlos Carrascosa fue esperado por una legión de periodistas. "Vengo a declarar ante el fiscal", fue lo único que señaló.
BUENOS AIRES (DyN).- Con la clara intención de "despegarse" de las sospechas que lo sindican como impulsor del encubrimiento del crimen de su esposa, Carlos Carrascosa le pidió ayer "por favor" al fiscal del caso que encuentre al asesino de la mujer y responsabilizó al primer médico que llegó al country de haberle dado a entender que María Marta García Belsunce había sido víctima de un accidente.
Esta situación obligaría entonces al fiscal Diego Molina Pico, a cargo del caso, a disponer -por lo menos- el careo entre Carrascosa y el médico Juan Gauvry Gordon quien, por su parte, durante su indagatoria del último viernes, también habría descargado las culpas en el marido de la víctima. No se descarta, además, que a la luz de otra serie de indagatorias que se tomó en los últimos días a familiares y amigos también se ordenen más cruces entre los personajes de esta trama.
Pero por ahora no hay nada ordenado y el fiscal Molina Pico se encuentra analizando la lista de declaraciones porque -según revelaron fuentes del caso- al jefe de la investigación "no le convencieron las explicaciones" que brindaron desde el viernes el hermanastro John Hurtig, el médico Gauvry Gordon, los amigos Nora Taylor y Santiago Binello, el cuñado Guillermo Bártoli, el hermano Horacio García Belsunce (h), el marido de la madre, Constantino Hurtig, y el viudo Carrascosa.
Por ahora, Carrascosa terminó la lista de amigos y familiares sospechosos, que fueron convocados por el fiscal para explicar por qué habrían ocultado pruebas o falseado datos en torno al homicidio de María Marta.
La socióloga de 50 años, vicepresidenta de Missing Children y miembro de la asociación Amigos de Pilar, apareció muerta en su casa del country Carmel Club de esa ciudad el 27 de octubre pasado, pero el homicidio recién se confirmó un mes y medio después, cuando una autopsia certificó que tenía en la cabeza cinco balazos disparados por un revólver calibre 32 milímetros largo que aún no fue encontrado.
Tal como lo había hecho el abogado y periodista Horacio García Belsunce (h) y sin ni siquiera atinar a las maniobras distractivas a las que habían recurrido los otros imputados del encubrimiento, Carlos Carrascosa enfrentó ayer a la mañana, por primera vez, las cámaras que lo esperaban en la puerta del edificio de la Fiscalía de Pilar.
Frente a un tumulto de cronistas que lo ametrallaron a preguntas, Carrascosa repitió una y otra vez: "Vengo a declarar ante el fiscal" y sólo contestó con un seco "no, señor" al ser consultado sobre si tenía alguna hipótesis en el crimen de su esposa.
Desde las 10, Carrascosa prestó declaración ante Molina Pico para rechazar las pruebas y los testimonios que lo señalan como el impulsor del encubrimiento. Y a las 16.30 se retiró en un auto con vidrios polarizados por una puerta lateral del edificio de la Fiscalía, mientras el acosado por la prensa pasaba a ser su abogado, Marcelo Nardi.
Nardi aseguró que "Carrascosa le pidió al fiscal que encuentre al autor del homicidio de su esposa". Y consideró que su cliente había "aclarado todas las dudas" que existen en la investigación sobre su accionar.
Es que Carrascosa no sólo fue la primera persona que ingresó al chalet tras el crimen sino que, según consta en la causa, fue el primero que le dijo a la masajista Beatriz Michellini (segunda en llegar al lugar) que María Marta había sufrido un accidente.
Además, varios testimonios que obran en la causa lo señalan como el supuesto responsable de evitar que la policía se acercara al lugar, de pedir a familiares y amigos que se consiguiera un certificado "trucho" de defunción y de decidir, pese a que tenía preparación en el manejo de armas, que el "pituto" -que en definitiva era el plomo de una bala- debía tirarse al inodoro.
   
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