Martes 21 de enero de 2003

 

Murió en la cárcel el joven que mató de 50 puñaladas al padre

 

El brutal hecho ocurrió el sábado y el atacante era un enfermo esquizofrénico. Le dio un paro cardíaco

  ROSARIO (Télam).- Un enfermo esquizofrénico de 40 años, que el martes pasado asesinó en Rosario a su padre, de 72, asestándole unas 50 puñaladas para mutilarlo luego horriblemente, murió hace 48 horas en la cárcel santafesina de Coronda de un paro cardíaco, informaron hoy fuentes policiales.
Carlos Horacio Rivero, el parricida, falleció a las 2 de la mañana del sábado en la unidad de psiquiatría de ese penal, distante a 110 kilómetros al norte de Rosario, adonde fue enviado el día posterior al crimen como un enfermo "psicótico" que "no podía comprender la criminalidad de sus actos".
El diagnóstico sobre la muerte del parricida (asistolía cardíaca) fue dado por el médico policial de la población de Barrancas, Zeljko Sleger, quien reemplaza por vacaciones al forense de Coronda, Rubén D"Ambosio, tras examinar cadáver del interno, aconsejando a la vez la realización de autopsia.
Víctima de abusos sexuales durante su niñez, el parricida ya había intentado asesinar a su padre hace dos años, cuando le aplicó siete puntazos en el abdomen con un elemento punzocortante, pero sin alcanzar su objetivo.
Hace seis días salió de la clínica psiquiátrica donde se hallaba internado en tratamiento, se dirigió a la casa familiar y asesinó a Carlos José Rivero, su padre, a quien además le destrozó el cráneo a golpes, le seccionó las orejas y los testículos, así como parte del pene, que introdujo en la boca de la víctima.
El espeluznante crimen ocurrió en la casa de Santiago 4039, en el sudoeste de Rosario, donde Carlos José Rivero, un jubilado municipal, separado, vivía solo.
Carlos Rivero, el parricida ahora fallecido, cumplía antes del crimen un tratamiento en la Clínica Alem, que permitía salidas ambulatorias, y que posibilitó ese día que el enfermo se dirigiera a la casa paterna.
Según testimonios de los vecinos, que fueron quienes dieron aviso a la policía, siempre que Rivero visitaba a su padre se escuchaban discusiones, al punto que éste último solía decir en forma casi premonitoria: "Si este no me mata a mí; lo mato yo".
   
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