Viernes 17 de enero de 2003

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En el ’91 se produjeron dos ataques a bolivianos en Allen

 

Casi matan a un matrimonio, sólo por ser chileno

 

Una patota protagonizó el xenófobo ataque en un barrio zapalino. Las víctimas recibían insultos y pedradas desde hace seis años. Ahora incendiaron la casa con ellos adentro y destruyeron casi todo.

 
Gerardo Quirquitripay y su mujer viven una pesadilla. Gran parte de lo que habían logrado en años de trabajo, lo perdieron en manos de patoteros, quienes actuaron cobardemente y en grupo. Las víctimas temen regresar a su casa, que tanto les costó construir y que muestra las huellas del incendio.
ZAPALA (AZ).- La locura y la violencia xenófoba se vivió en carne propia en un barrio de Zapala. Esta vez la víctima fue un matrimonio chileno que salvó milagrosamente su vida, tras ser atacado el domingo por una patota. El motivo de la salvaje agresión, apunta a la nacionalidad de ambos.
Este tipo de ataques inexplicables, no son nuevos en la región. En octubre y diciembre de 2001, las víctimas fueron horneros bolivianos radicados en Allen, quienes salvaron sus vidas por poco. Sus autores nunca fueron identificados.
En cuanto al matrimonio que vive en Zapala, fueron atacados por veinte jóvenes enardecidos que apedrearon y prendieron fuego la vivienda, cuando ellos en el interior.
Y tan descontrolados estaban los atacantes, que ni los propios policías lograron calmar los ánimos de los vándalos, quienes también la emprendieron contra los uniformados.
Las víctimas gozan de buen concepto en el barrio Ruca Hueney, y el caso causó conmoción en toda la ciudad.
Gerardo Quirquitripay (39 años) y su mujer, Isabel Bustamante (41), perdieron en pocas horas el esfuerzo de 17 años de trabajo en esta ciudad. El odio xenófobo de una patota destruyó a pedradas casi la totalidad de sus muebles y quemó un sector del frente de la casa.
“Jamás pensé que llegarían a esto, estoy destruido y mi esposa internada con un shock nervioso” aseguró.
Sus problemas con el grupo de adolescentes rebeldes que se reunían en un domicilio ubicado justo frente al suyo se inició hace unos seis años. Los insultos, amenazas y pedradas era moneda casi corriente durante todo el día pero nunca pasaban a mayores.
Según confirmaron fuentes judiciales, el encono contra Quirquitripay, quien nunca tuvo problemas con el resto de los vecinos del barrio, nació por su condición de chileno. “Los conflictos se daban tanto de día como de noche porque era un lugar de reunión de los patoteros”, se informó.
La pesadilla se inició en la madrugada del domingo cuando Isabel Bustamante recibió los habituales insultos de los adolescentes cuando salió a sacar la basura. Su marido intentó intervenir y recibió como respuesta una lluvia de piedras que cayó sobre la casa ubicada en la calle Chaco. La víctima decidió avisar a la Policía lo cual enervó todavía más los ánimos de los vándalos.
Cuando los efectivos intentaron disolver la gresca también resultaron agredidos y uno de ellos recibió una herida en un ojo. Transcurridos unos minutos renació una tensa calma pero cuando la Policía se fue se desató la bestial agresión.
“Tiraron la puerta abajo y empezaron a entrar piedras por todos lados, con mi esposa nos refugiamos en el baño” contó el dueño de casa. Aterrorizada por la acción de los patoteros, la pareja escuchó impotente como destruían todas sus pertenencias. Los estremecedores sonidos dieron paso, después de unos minutos, a una cortina de humo que poco a poco comenzó a ingresar a la casa.
“Después de un rato se hizo un silencio, cuando salimos el piso estaba lleno de vidrios y empezamos a sentir olor a quemado pero nunca pensamos que prenderían fuego la casa”, relató.
Los malvivientes habían encendido cubiertas en la puerta del inmueble y solo la rápida de la acción de la policía, que acudió nuevamente ante el desesperado clamor de Quirquitripay, evitó que las llamas se propagaran y generaran una tragedia de proporciones.
“Nunca buscamos problemas con nadie y ahora tenemos miedo de volver”, afirmó. Según las víctimas, otras familias de la zona también reciben amenazas pero se escudan en la silencio por temor a represalias. “La mayoría de los patoteros son del barrio Municipal porque en el Ruca Hueney hay buena gente”, dijo.

“Salvamos nuestras vidas, pero perdimos todo”

ZAPALA (AZ).- La desolación pinta el rostro de Gerardo Quirquitripay en una de las habitaciones de la clínica Huinca Lahuén. A su lado, Beatriz Bustamante se recupera del cuadro de shock que le provocó la estremecedora experiencia que debieron afrontar el domingo. Juntos tendrán que emprender una lucha que jamás soñaron, cuando decidieron cruzar la cordillera en busca de mejores oportunidades.
“Todavía no se cómo seguir, salvamos nuestras vidas pero perdimos la casa que tanto esfuerzo nos costó construir”, cuenta con la voz entrecortada por el dolor y la resignación. Para este empleado de la Dirección de Producción que llegó a Zapala en 1986 cargado de ilusiones, es difícil mirar al futuro sin una mueca de incertidumbre. Con mucho sacrificio logró edificar la humilde vivienda que habitaba sobre la calle Chaco en el barrio Ruca Hueney. Su rutina de trabajo era simple: todas las mañanas partía al taller de la repartición y recién regresaba promediando la tarde. “Nunca los enfrenté porque conocía con que clase de gente estaba tratando, y sabía que me odiaban por ser chileno” explicó.
“Antes el barrio era tranquilo, no había problemas de ningún tipo. Pero desde hace un tiempo las patotas lo convirtieron en un infierno”, dijo y agregó: “dicen que a esos jóvenes les falta contención pero eso no justifica lo que me hicieron”.
La justicia deberá investigar ahora el hecho que sacudió la vida de este matrimonio, pero se especula que será muy difícil que puedan reconocer a todos los agresores, quienes en caso de ser hallados culpables recibirán una pena menor y en poco tiempo recuperarán su libertad.
Lo cierto es que el matrimonio está invadido por el miedo, tras un ataque incomprensible.

   
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