Viernes 24 de enero de 2003
 

¿Sin inflación?

 
  Si bien el año pasado los precios minoristas y mayoristas aumentaron a un ritmo que en otras circunstancias se hubiera considerado alarmante, el que el país no se haya visto arrasado por una marejada hiperinflacionaria parece haber convencido al ministro de Economía, Roberto Lavagna, de que por fin es posible pensar en liberar los 14 mil millones de pesos aún encerrados bajo llave en el "corralón". Después de las convulsiones de la primera mitad del 2002, el gobierno de Eduardo Duhalde logró controlar la emisión, hazaña que pudo concretar debido a que el grueso de la "clase política" compartía la conciencia de que la estabilidad precaria que se había alcanzado podría desmoronarse enseguida si intentara atenuar los problemas imprimiendo más dinero. Sin embargo, contaba con ciertas ventajas. La severidad de una depresión que había reducido el poder de compra de casi todos y una tasa de cambio nada realista contribuían a mantener relativamente bajos los precios e impedir que muchos optaran por cambiar sus pesos en dólares. Otro factor que los ayudó fue el atraso tarifario: tarde o temprano, será necesario permitir que las tarifas de los servicios públicos suban hasta llegar a un nivel más razonable que el actual, pero no es demasiado probable que esto ocurra antes de las elecciones fijadas para fines de abril.
Puede decirse, pues, que la inflación está grogui, pero que aún no está en la lona. Cuanto más se normalice el país, más rigurosos tendrán que ser los responsables de la política fiscal porque de lo contrario las presiones desatadas resultarán irresistibles. En efecto, el gran peligro que enfrentamos en este ámbito consiste en que "la clase política" se convenza de que la vieja enemiga ya ha sido derrotada de suerte que podrían comenzar a honrar lo que algunos han dado en llamar "la deuda social" -la que a menudo coincide con los intereses de los "dirigentes" más poderosos-, sin preocuparse por los límites financieros. En tal caso, la Argentina podría verse atrapada una vez más en la pesadilla que por casi medio siglo contribuyó a hacerla incapaz de evolucionar del mismo modo que países europeos como Italia y, últimamente, España, que antes habían sido decididamente más pobres. Huelga decir que los sectores más perjudicados por el eventual regreso de la inflación serían los de menos recursos, detalle éste que en el pasado no impresionaba a gobiernos de perfil similar al encabezado por Duhalde porque sabían muy bien que los indigentes suelen agradecer a sus "benefactores" por favores puntuales mínimos pero que es raro que se indignen por sus errores mayúsculos aun cuando éstos les supongan la miseria de por vida.
A partir del colapso de la convertibilidad ha sido relativamente fácil mantener a raya la inflación, pero no lo será en absoluto en cuanto el gobierno se vea privado de la ayuda de una depresión, un "dólar recontraalto", tarifas virtualmente congeladas y un default que le ahorre la necesidad de pagar la deuda pública. Parecería que el gobierno sabe muy bien que es así, motivo por el que se ha sentido molesto por los aumentos de los precios en los centros turísticos más concurridos en los que el dinero no escasea tanto como en otros lugares, por la caída persistente del dólar, por la impaciencia de los empresarios vinculados con los servicios públicos privatizados y, desde luego, por las sugerencias de quienes afirman que se deberían reanudar las negociaciones con los acreedores. Mientras persista la situación anómala actual, la inflación alta seguirá ausente, pero todo paso que se dé hacia la "normalización" planteará muchos riesgos. Sin embargo, aunque es comprensible que por motivos políticos Duhalde y Lavagna hayan querido perpetuar la estabilidad deprimida de los meses últimos, propia de un país que ha tocado fondo, no hay razones para creer que la ciudadanía está dispuesta a conformarse con ella indefinidamente sólo por considerarla mejor que el caos que tantos habían vaticinado a comienzos del año pasado. Como país, la Argentina está funcionando a una pequeña fracción de su capacidad intrínseca, pero al prolongarse el "veranito" sus potencialidades propenden a mermar, fenómeno que en buena lógica le plantea una amenaza que es aún mayor que la supuesta por la inflación.
     
     
Tapa || Economía | Políticas | Regionales | Sociedad | Deportes | Cultura || Todos los títulos | Breves ||
Ediciones anteriores | Editorial | Artículos | Cartas de lectores || El tiempo | Clasificados | Turismo | Mapa del sitio
Escríbanos || Patagonia Jurásica | Cocina | Guía del ocio | Informática | El Económico | Educación