Sábado 4 de enero de 2003
 

Caja de Pandora

 
  Es posible que el anuncio que fue formulado la semana pasada por una científica francesa sobre el presunto nacimiento de una beba clonada llamada Eva haya sido nada más que una maniobra publicitaria por parte de la empresa Clonaid, propiedad de un grupo religioso conocido como los raelianos, que no ha ocultado su esperanza de ganar mucho dinero, pero pocos pueden dudar de que muy pronto lo seguirán otros anuncios similares de veracidad indiscutible. Si bien la mayoría de los políticos, juristas y científicos afirman estar en contra de la clonación humana, el que, según parece, la técnica ya haya sido desarrollada y muchas personas estén dispuestas a pagar sumas importantes por los resultados asegurarán que los experimentos de este tipo continúen aunque se multipliquen las leyes y los tratados internacionales destinados a prohibirlos. Bien que mal, el "mercado" para los clones será amplio porque siempre serán muchas las personas que querrán perpetuarse a sí mismas por los medios que fueran o dar lo que a su entender sería una vida nueva a un ser querido o a un individuo admirado.
Además, como ya ha demostrado de forma contundente la "guerra contra las drogas" que se ha librado durante décadas con el apoyo, sincero o no, de virtualmente todos los gobiernos del planeta y que ha supuesto la movilización de decenas de miles de personas óptimamente preparadas más la inversión de cantidades ingentes de dinero, ni siquiera la policía o servicio de inteligencia más eficiente del mundo estarían en condiciones de eliminar por completo un negocio de esta clase. Puesto que en muchos países la policía, además de ser ineficiente, es extremadamente corrupta, es de prever que en un futuro no muy lejano la clonación sea frecuente aun cuando, a diferencia de los raelianos, los responsables no tengan interés en informar a los demás de lo que hayan hecho.
Las objeciones morales o religiosas a la clonación no serán suficientes como para impedirla por basarse en presupuestos que no todos comparten. Por cierto, los raelianos, integrantes de un culto cuyo líder dice creer que somos los descendientes de un producto de un laboratorio extraterrestre que lo fabricó por clonación hace unos 25.000 años, distan de ser los únicos que se nieguen a aceptar las razones de quienes se aseveran horrorizados por las posibilidades abiertas por esta rama de la investigación genética. Otro problema tiene que ver con la diferencia entre la clonación reproductiva y la terapéutica, la que no supone la producción de personas vivientes sino de células, que podría conducir a curas para muchas enfermedades, entre ellas el cáncer, el mal de Alzheimer y la diabetes. En Estados Unidos, el gobierno del presidente George Bush, que está dominado por "la derecha cristiana", está procurando prohibir toda forma de clonación por motivos supuestamente religiosos pero que son en buena medida semánticos, mientras que en países como el Reino Unido, Francia y Alemania, las autoridades hacen una clara distinción entre los muy distintos procesos vinculados con la clonación.
A la larga, los interrogantes de naturaleza práctica pesarán más que los escrúpulos éticos o religiosos. Según casi todos los científicos que han sido consultados, sería poco probable que "Eva" o, en el caso de que el anuncio de los raelianos resulte falso, los bebés clonados que efectivamente nazcan, fueran niños normales porque a juzgar por la evolución de los muchos animales recién clonados podrían padecer de enfermedades propias de personas mayores al heredar la edad biológica de su único progenitor genético. Por ahora cuando menos, se sabe muy poco sobre las consecuencias a mediano plazo, para no hablar del largo plazo, de la clonación, de suerte que es claramente muy alto el riesgo de que los niños así nacidos tengan deformaciones imprevistas. Si los vaticinios en este sentido se ven confirmados, la clonación reproductiva seguirá siendo una metodología clandestina, pero si resultan ser exagerados o si, como parece más probable, los investigadores finalmente consiguen reducir al mínimo los peligros, no habrá forma de impedir que la población humana incluya una proporción creciente de personas nacidas con los genes de un solo padre, lo que, huelga decirlo, planteará una multitud de problemas legales, éticos y, andando el tiempo, sociales.
     
     
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