Miércoles 22 de enero de 2003

 

Montescos y capuletos en la tevé

 

Familias enfrentadas, un tema clásico que se reproduce en la pantalla chica.

  La bronca entre familias enemistadas entre sí, algunos de cuyos miembros sin embargo dejan de lado la inquina para enamorarse unos de los otros, resulta el eje dramático de "Soy gitano" y "Costumbres argentinas", tiras que arrancaron el lunes pasado por Canal 13 y Telefé respectivamente, así como de "Malandras", que empezó por el 9 una semana antes.
El hecho de que el horario central de la tevé veraniega esté atestado de estos enconos exhibe una realidad que merece, al menos, dos lecturas: por un lado, la vigencia de una temática ampliamente transitada por la literatura clásica y, por el otro, la falta de ideas nuevas que aqueja a los encargados de poner historias dentro de la llamada "caja boba".
El uso de familias cercanas pero enfrentadas virulentamente asoma en la tele de 2003 como "el tema" excluyente para acaparar la atención de los televidentes de la temporada estival.
Aunque en todos los casos el origen de la enemistad tuvo que ver con asuntos de polleras (una mujer "robada" o que eligió a un varón por encima de otro), las tramas suavizan los viejos odios a partir de nuevas relaciones amorosas capaces de involucrar a integrantes de los irreconciliables clanes.
En "Costumbres argentinas", el punto de encuentro lo dan los adolescentes Mariana (la cantante Daniela Herrero) y Gabriel (Tomás Fonzi), mientras que en "Soy gitano" las pasiones cruzadas involucran a los hijos del Amaya encarnado por Antonio Grimau (interpretados por Julieta Díaz, Joaquín Fourriel y Juan Palomino) y los hermanos del Lázaro Heredia, animado por Arnaldo André (a cargo de Osvaldo Laport, Juan Darthés y Malena Solda).
Los amores "Malandras", en tanto, involucran a Alejandro (Damián de Santo) -hijo del liberado Toto (Lito Cruz)- con la joven que asume Julieta Cardinali, que es hija de Ordóñez (Rodolfo Ranni), jefe del grupo que lo mandó preso.
Otro aditamento común en los tres envíos nocturnos lo marca la presencia de personajes y situaciones donde el bien entendido grotesco da, muchas veces, paso al absurdo chillón.
Los abanderados en esta tendencia son Marcelo Mazzarello en "Malandras" (una lograda caricatura de quien en los tiempos de la anorexia gusta de las damas robustas como su propia esposa), el tándem Betiana Blum -Toti Ciliberto en "Soy gitano" (encabezan escenas de humor costumbrista) y Lola Berthet (la aniñada y escandalosa émula de Bo-Derek) en "Costumbres...".
Para disimular las coincidencias, cada una de estas novelas impulsadas por exitosas productoras del medio local ("Malandras" es de BBTV de los Borensztein, "Costumbres..." de Ideas del Sur de Marcelo Tinelli y "Soy gitano" de la Pol-ka de Adrián Suar) se ambientan en sitios diferentes.
La más tradicional es "Malandras", ya que recoge el guante de la estética barrial tan en boga en estos últimos años de la tevé y se desarrolla en la Argentina del nuevo siglo; con idéntica impronta chillona y de gente "común", "Costumbres..." pretende aportar la novedad de deslizarse en los años '80; pero " Soy gitano" aspira a visitar el ignoto e intrigante mundo de esa colectividad.
En "Costumbres argentinas" el eje de la disputa circula por el distanciamiento que se estableció entre dos entrañables amigos (encarnados por Carlos Andrés Calvo y Osvaldo Santoro) desde que una mujer (María Valenzuela), a quien ambos pretendían, eligió a uno de ellos (el segundo) para furia del otro, y el rencor se agravó cuando al paso de los años, las vueltas de la vida llevaron a Santoro y su familia a ser vecinos de Calvo y los suyos.
En el plano ficcional ubicado en la supuesta alegría reinante en los '80 de la dictadura (época que Alejandro Lerner, Sandra Mihanovich y Juanse describen en la pegadiza cortina musical como "un tiempo hermoso"), los ex amigos son vecinos lindantes que han armado nuevas familias.
"Soy gitano", centra sus situaciones en el seno de dos familias de estirpe gitana, los Amaya y los Heredia, enemistadas entre sí, y ambas habitantes de la actual urbe porteña, por lo que de gitanas les queda poco, salvo el hablar cada tanto de los "payos" (los no gitanos) y cierta pronunciación andaluza en el caso de Osvaldo Laport.
Como en anteriores productos de la factoría Pol-ka, el tono de la tira oscila entre la gravedad dramática, cuando no trágica, que emana de la atávica inquina entre dos clanes, la gracia zumbona y una creciente dosis de romance y erotismo.
En el caso de "Malandras" (la de peor performance en cuanto a audiencia se refiere), el tema pasa por las ilegalidades varias a que una de las familias (liderada por Toto) recurre para acariciar causas justas y denunciar el poder asentado en las huestes de los Ordóñez.
Que en los tres programas sean chicas y muchachos quienes, con sus iconoclasias respecto de ciertas tradiciones de sus familias, empiezan a tirar abajo muros de orgullo e intolerancia, parece efecto de una visión común a los responsables de esos ciclos (por supuesto, la analogía no es premeditada), que maniqueamente confiarían en las supuestas fuerza e incontaminación de los jóvenes para superar las heridas de una sociedad dual. (Télam)
   
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