Sábado 18 de enero de 2003
 

Joan Manuel Serrat: "La canción vive en la medida, pues, en que la dejas vivir"

 

Entrevista exclusiva a Joan Manuel Serrat antes de su presentación de mañana en el estadio Ruca Che
de Neuquén.

 

Buenos Aires hierve a toda hora. También cuando su vuelo tocó pista en Ezeiza y los días de sus primeros recitales en la Argentina. Hotel a media cuadra de Plaza de Mayo, largo sueño, duchazo, distensión y a dar notas. El hombre no se hace rogar a la hora de hablar en exclusiva con "Río Negro". En este viaje, durante el que recorrerá buena parte del país y Montevideo, lo acompaña Ricardo Miralles, su colaborador por más de dos décadas que participó desde sus inicios y en clásicos como "Homenaje a Antonio Machado", "Canción infantil" y "Cada loco con su tema".

Junto al director, pianista y arreglador tocarán mañana en Neuquén, Paco García en batería, el guitarrista David Palau, Alex Hernández en contrabajo y bajo eléctrico, y Alejandro Terán en viola, saxo y clarinete. Vienen de andar por toda España presentando "Versos en la boca", último cd que el 9 de octubre pasado marcó la reaparición de Joan Manuel, treinta y siete años después de su disco primero. Un trabajo fresco, rico, dinámico, inquietante por momentos, con arreglos basados en sonoridades acústicas que recuerda al Serrat clásico.
"Lo que más me gusta es haberlo hecho, haber sido capaz de comenzar con una serie de ideas y terminarlo", define el Nano. "Sin pretender construir una historia homogénea entre sus once canciones perfectamente definidas, cada una cuenta algo concreto, al ser una labor en la que el autor -servidor de usted (señalándose, sonrisa mediante)- bucea constantemente en el mundo interior donde se cuece lo mejor y lo peor de cada uno, pues se produce una serie de facetas, como en un prisma, generadoras de un perfume común a todo el disco, cuando no fue voluntad mía el hacerlo así. Quizá no haya que ir demasiado lejos en esta reflexión. Cuando alguien escribe algo, lo hace en un tiempo determinado en el que le suceden cosas determinadas, en el que su pensamiento incide especialmente sobre aspectos precisos y hay una coincidencia de tiempo e historias que las hace vivir un hecho común.
-Con el tiempo, esas canciones las cantás diez, cincuenta, cien veces. ¿Cómo captás su perfume cada vez que subís al escenario en medio de distintas situaciones personales, en ámbitos diferentes? ¿Cómo la reconstruís afectivamente?
-Yo creo que incluso la idea, siendo la misma, está evolucionando constantemente. Es decir, una canción no es de rápida evolución pero sí se mueve siempre. Según tu propio momento, es tu manera de interpretarla, el modo en el que te afecta cada una de sus palabras, cómo las vives… una canción tiene un eje fundamental y además una serie de secundarios que le dan matices bien diferenciados. Además, cada vez que subes al escenario, lo haces con un grupo de gente, a trabajar; cada uno toca de una manera distinta a la que tocaba otro, o él mismo, que la interpretó en otra ocasión y todo eso genera otra canción.
A veces ocurre que después de una temporada de conciertos, o durante ella, alguien opina que el arreglo del tema tal es mejor o más vivo y en nuestra intención no hubo interés en hacerlo así, no se planificó en la unión autor y director musical decidiendo una nueva distribución instrumental, cambio en las armonías… sencillamente, se tocó de otra manera; cada uno de los instrumentistas aporta algo que está limpiando la canción, le quita la herrumbre de la monotonía. La canción vive en la medida, pues, en que la dejas vivir. Por otro lado, lo que yo particularmente siento en el escenario depende de dónde esté. Soy un ser humano sujeto a los vaivenes de la vida. Hay días en los que estoy mejor, en otros peor, en unos la voz me funciona de maravillas, en otros debo hacer todo tipo de trampas para sobrevivir al concierto. Hay veces que tengo el alma elevada y otras, por el piso. Y como es natural, cuando salgo a cantar lo hago cargando toda mi vida y arrastrando mis servidumbres humanas. No tengo un perchero bajo las tablas donde cuelgo lo que soy como individuo y me pongo un hábito para subir a predicar. Luego tenemos al público y según el calor que me vaya transmitiendo, tengo sensaciones distintas. Hay veces en las que canto entre nubes, siento que me llevan en la palma de la mano. Y las hay, en que canto para las piedras y me doy cuenta de que mi pretensión de conmover ha dejado de existir. Cada día es único y esto permite hacer una gira de conciertos. Si cada vez que subo al escenario ocurriera exactamente lo mismo, no podría soportarlo, te lo aseguro.
-¿Podrías definir la resultante de tu trabajo, después de veintinueve discos?
-Yo escribo sólo para mí. Soy egoísta… y me ha ido muy bien así, ¿sabes? ¿Para qué cambiar a esta altura, si me fue bien porque el público entendió las canciones? Mucho me temo que si algún día pretendiera componer para la gente haría unas cagadas impresionantes. Haciéndolo de este modo, pretendes ponerte en la mentalidad de otra persona y bajas la exigencia para colocarla a la altura de seres que tú ignoras. No tienes idea de cuál es. Si aprendí algo a lo largo de los años, es que no existe el público como receptor de canciones de modo masivo. Existe en la medida en la que el marketing lo pone en la obligación de escuchar sesenta y cinco veces al día una canción... cuando vas cambiando de dial y siempre aparece, siempre… entonces, no sé qué puede ocurrir. Pero en casos normales, habituales, cada quien se hace la canción a su medida. Por tanto, pretender escribir a medida de la gente, me parece un error. Yo he trabajado poniendo música desde un texto; a partir de la música, tratando de colocar un poema; y jugando de entrada con la idea y la melodía. Tener una música e intentar colocarle el texto, es sumamente difícil que resulte bien sobre todo en un largo desarrollo y con un ritmo irregular. Trabajar ambas cosas al mismo tiempo, es bastante confuso, al menos dicho de una manera global. Donde me encuentro mejor es partiendo de una idea literaria. Trato de buscar los versos donde ella repose, desde ahí desarrollo la música y todo es más natural.
-¿Qué sabor tienen los "Versos en la boca"?
- El agridulce de la vida en general. Me gustaría que tuvieran el sabor de lo cotidiano, de lo sencillo -única manera de ser profundo-, el de la claridad, de algo común a todos nosotros. No he pretendido hacer un disco cómodo, amable, tampoco lo contrario… sí conmover con historias que se movieran en este mundo difícil y a veces tremendo de la tripa de los sentimientos, donde los celos, el amor posesivo -elementos difíciles de manejar- estuvieran presentes. Quise hablar de los recuerdos, como manipulación de la memoria, adaptable como un recortable: se le quita, se le arregla para que quede bien. Al fin de cuentas, todos cargamos con una vida rellena de recuerdos y si estuvieran en estado puro y absoluto, buena parte de nosotros caminaríamos arrastrando los pies. Me interesó también hablar del azar como generador de historias, más que del destino en el que no creo. No puede ser que el hombre sea una especie tan infortunada, que depende de un destino preescrito para circular por la vida. Al destino lo hacemos cada día con nuestras elecciones.
-Al preguntar entre tus seguidores y seguidoras ¿por qué te gusta Serrat?, me respondieron: porque le creo; porque me gusta como es aunque no lo conozco personalmente; porque sus canciones son como él es…¿Qué ideas te sugieren esas respuestas?
-Me comprometerían si anduviera tratando de ser lo que no soy y en ese tren, pues, hiciera que alguien confiara en mí. Pero yo tengo lo que tengo, doy lo que doy, ofrezco lo que ofrezco… La clave fundamental de la relación de cualquier ser humano con otro, en el caso de un artista con un desconocido, parte de la confianza mutua. Es un acto de confianza, que puedes llegar en un momento determinado a defraudar, bueno… es un riesgo más de los que tiene la vida. Todos estamos defraudando en nuestras relaciones pequeñas a quien espera algo de nosotros que no somos o no podemos dar, o hacemos mal. No puedo vivir con la angustia de creer que estoy defraudando, basta sencillamente con hacer lo que creo que debo hacer y cargar con lo que me toca.

Tema a tema

"Versos en la boca" comienza con una canción de amor como enajenación en cuya letra participó Tito Muñoz, una de las tres colaboraciones literarias del compacto. "De cuando estuve loco" viaja a la indefinible encrucijada en la que el corazón perturba la razón. Historia de un loco que se siente cuerdo para emprender nuevas locuras.
En "Así en la guerra como en los celos" Serrat escribió un padrenuestro del amor desconfiado, "eclipse total de la razón", "mortaja negra en el corazón", "venda en los ojos que no te deja ver", "cuentas pendientes, rencores viejos", "exilio del que jamás se vuelve"...
"La bella y el metro" es el amor en búsqueda. En el subte, entre individuos en masa, el prójimo es lejano y cada uno intenta hallar algo que lo acerque al otro. El carterista ve candidatos, los banqueros ven morosos, los caseros inquilinos, la comadrona pasado, el enterrador futuro negocio y el enamorado a "la bella que no me ve".
"Qué será de mí" rinde culto al amor en su propia esencia y bien podría ser una canción de cuna, declaración de amistad o propuesta erótica.
"Africa" es el Serrat que mira lo que nos negamos a ver, como en "El sur también existe". Esta vez su atención y sus dolores se centran en el continente seducido y abandonado, traicionado y exiliado en su propia tierra, espejo de maldades y miserable anverso de doradas medallas. Patria lejana del jazz y el son, de mejores futbolistas, boxeadores, basquetbolistas y escritores, hoy presa del hambre, la guerra, la peste. "Africa" evoca la cuna de la humanidad, cuyos hijos esparcidos por el mundo, siguen escarbando esperanzas y cultivando "flores de las espinas".
"Muñeca rusa" está dedicado a reiterar la fascinación que produce la mujer y su múltiple personalidad.
"Los recuerdos" es una radiografía de la memoria, mezcla de verdades y mentiras. Mundo inquieto hecho de cosas que se olvidan y otras que siguen andando, nuevas versiones de lo que no pasó, nuevos disfraces de lo ocurrido.
En "La mala racha", a partir de un texto del uruguayo Eduardo Galeano, Serrat vuelve a demostrar el poder de la palabra y su música para articular emociones y situaciones universales.
"Sin piedad" es un canto de dolor al amor como pasión destructora. Una invocación de sentimientos envueltos en una melodía intimista, que reconoce amores malditos y acepta sus callejones sin salida, las sentencias irremediables, los conflictos feroces entre amor y odio.
"Es caprichoso el azar" reúne las voces de Joan y la cantante israelí Noha, y es un cántico al amor hallado sin buscar, un homenaje a la coincidencia, al cruce de caminos, a la magia de la casualidad.

Eduardo Rouillet

   
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