Lunes 23 de diciembre de 2002
 

El pluralismo político malentendido

 

Por Osvaldo Pellín

  A propósito de la denuncia pública de intento de soborno al diputado provincial Jorge Taylor, entiendo oportuno reflexionar acerca del pluralismo político parlamentario, con especial atención al caso neuquino.
En 1991, fecha de la ascensión del primer gobierno de Sobisch, la enmienda constitucional propuesta en la plataforma electoral era una fuerte oferta para terminar con las mayorías automáticas en la Legislatura provincial. Adoptar el pluralismo para jerarquizar la política y estar a tono con las demandas de democratización de la sociedad neuquina era una salida audaz, en la medida que la propuesta provenía del mismo partido que había consolidado el sistema de mayorías automáticas. Tan es así que ya en el gobierno hubo fuertes presiones para que ese compromiso no se concretara. Presiones que provenían desde adentro mismo del partido en el gobierno. No obstante, en abril de 1994 tuvo lugar el referéndum popular que ratificó la ley de enmienda constitucional sancionando la proporcionalidad en la Cámara de Diputados de la provincia, mediante el sistema D"ont.
¿Era ése un aspecto meramente formal de las intenciones del nuevo gobierno o por el contrario representaba el punto de partida de una estrategia nueva en las formas de hacer política por parte del partido provincial?
Ese era el desafío: desarticular la hegemonía de poder en favor de fijar nuevos códigos en las relaciones políticas entre los partidos. No para intensificar las viejas normas de negociación basadas en el tráfico de influencias, la dádiva o la coacción de los representantes del pueblo en favor de la omnímoda voluntad del Poder Ejecutivo Provincial. La proporcionalidad se llevó a cabo como un eje esencial de una reforma política que tenía por objeto entablar un diálogo permanente con la oposición, especialmente en aquellos temas de trascendencia como, por ejemplo, el endeudamiento público, las prioridades sociales y las estrategias de desarrollo. Al mismo tiempo y aunque hoy parezca increíble, con el objeto de permitir también el crecimiento de las alternativas políticas que la propia oposición podría formular. Se creía en el proceso democrático y en la necesidad de su profundización y a esos efectos encarnarlos en el avance institucional.
Lamentablemente y valorando la historia reciente de la provincia, la oportunidad de cambiar fue dejada de lado y sólo se mejoró el empeño por hacer más intensos los instrumentos viciosos del sistema. Tal como lo ilustran los sonados casos Dailoff o el de los diputados radicales Basso, Aravena y Piombo, que curiosamente pertenecen a otra gestión diferente de la de Sobisch, aunque del mismo partido.
Ahora Sobisch persevera en el camino anómalo, cuando fue él mismo quien propició la enmienda constitucional. Por lo que no resulta exagerado afirmar que las fallas no están en las instituciones sino en los hombres que las corrompen.
La letra de la proporcionalidad es perfecta, pero si en cambio de asimilarse a sus bondades se la usa de modo perverso con el solo fin de asegurar impunidad, se está traicionando a los ciudadanos que confiaron y eligieron con su voto el programa de gobierno que la auspició.
Estas actitudes, más allá de su clara estirpe delictiva, demuestran que la corrupción está en el alma de algunos hombres, lo que no pretende señalar ninguna novedad. Lo sorprendente es que a veces son esos mismos hombres los que en otro momento han luchado por mejorar las instituciones. Lo que indica una repudiable claudicación.
Una persona puede cambiar. Es más, quizás deba cambiar ante las circunstancias siempre contingentes de la vida política. Lo que jamás puede aceptarse es que sus opciones sean, según convenga, algunas veces el camino de la ley y de la norma moral y otras el del delito, buscando mantener sólo la apariencia de un escenario público vacío de valores.
El pluralismo político no ha fracasado, como podría suponerlo algún reaccionario con afinidad con los métodos expeditivos de todo autoritarismo que se precie. Por el contrario, ha sido gracias a la diversidad que le es implícita que pudo defenderse de tanto agravio.
La oposición política en la Legislatura provincial, al menos ciertos sectores de ella, haciéndose fuerte en su cuota de representatividad, ha conseguido doblegar la imposición insolente de criterios que se pretendieron estar vedados a toda discusión.
Sin intenciones retóricas afirmo que ha ganado la democracia.
Ahora es el turno de la Justicia.
     
     
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