Miércoles 18 de diciembre de 2002

 

Una familia sufrió un violento asalto en Roca

 

Los delincuentes creían que el hombre era un diputado, pero en realidad es docente jubilado.

 
Los atacantes esperaron a que saliera algún miembro de la familia Manca para reducirlo y poder ingresar en la vivienda.
ROCA (AR)- "No nos mataron porque no quisieron. Lo que nos pasó no se lo deseo ni a mi peor enemigo". Con el rostro hinchado y mirando la decena de gasas que su hijo tenía en su cabeza por los sucesivos "culatazos" que recibió, Abel Manca relató la odisea vivida durante las últimas horas del lunes, cuando dos asaltantes entraron a su vivienda del barrio Los Olmos de Roca.
Manca es un reconocido docente jubilado de la ciudad, pero los dos delincuentes encapuchados que lo atacaron insistían en que era legislador y por eso tenía que darles "la plata grande". Sin embargo, no fue la confusión lo que desató la violencia, porque la golpiza comenzó desde el primer instante en que se presentaron a los dueños de la casa ubicada en Viedma 355 de esta ciudad.
Todo comenzó a las 23 del lunes, cuando Rodolfo Manca -hijo del docente- terminó de cerrar una puerta trasera y advirtió que había una canilla abierta unos metros más al fondo del terreno. Cuando se acercó a cerrarla lo único que pudo ver fue una sombra y nada pudo hacer para esquivar el golpe que le propinaron con un arma.
De allí en más todo fue descontrol. A los empujones lo hicieron entrar a la casa, donde sus padres permanecían en una habitación. Por más que les gritó, no fue suficiente para prevenirlos y evitar que los delincuentes dominen la acción.
Segundos después las tres víctimas estaban en una habitación, maniatados y al cuidado de uno de los malvivientes. El otro se dedicaba a revolver todas las dependencias.
Las exigencias se repitieron: "la plata, la plata". "Les dijimos que no teníamos nada de efectivo, pero insistieron y hablaban de un dato que les habían pasado, que decía que yo era legislador", relató el padre.
La más dramática de las situaciones se generó cuando uno de los asaltantes decidió quitarse la capucha. Para eso guardó en un bolsillo del pantalón su arma y eso dejó al descubierto que portaba otra pistola en la cintura. Tal vez temiendo que si descubría su identidad era porque el delincuente había tomado la decisión de dispararles, Abel Manca -que había podido desatarse- se abalanzó contra el joven y lo tomó del cuello. "Lo que pasó después fue peor, porque yo puedo ser más grande, pero él fue más ágil y no pude vencerlo", contó el docente jubilado, cuya esposa también sufrió golpes en la cabeza.
El forcejeo se extendió desde las habitaciones hacia el comedor y su hijo -al ver que su padre estaba trabado en lucha- se trenzó con el otro ladrón. "El suelo y las paredes estaban repletas de sangre, era un desastre, hasta que sonó un disparo", contó Rodolfo, quien dijo no saber si se escapó accidentalmente o fue porque el malhechor quiso definir la disputa. Lo cierto es que afortunadamente la bala, que sería del calibre 45, pegó en el piso y no tocó a nadie.
Lo que nadie presumía adentro de la casa es que desde el primer momento un efectivo de la Policía Federal que alquila una casa contigua a la de los Manca seguía los hechos y no intervenía para no empeorar la situación de las víctimas.
Todo se precipitó con el bala-zo adentro del inmueble, que terminó por convencer a los asaltantes de que era mejor abando- nar la operación sin llevarse na-da. Sin embargo, cuando salieron al patio, recibieron la voz de alto del policía. Como no la acataron y corrieron el efectivo realizó dos disparos (uno al aire y el otro dio en un Citröen ubicado en la acera opuesta a la de la vivienda de Manca), que finalmente no lograron detener la fuga.
Los tres integrantes de la familia Manca fueron derivados al hospital, donde recibieron las atenciones de urgencia. Sólo el hijo quedó en observación por la gran cantidad de heridas que sufrió en su cabeza. "Fueron como 15 culatazos", recordó.
La pesadilla no duró más de 15 minutos, pero fueron suficientes para que ninguna de las víctimas pudiera dormir ayer, todavía sin poder creer qué tan cerca habían estado de la muerte.
   
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