Domingo 22 de diciembre de 2002
 

Persistir en el error

 
  De vez en cuando, dirigentes políticos que son notorios por su propensión a refugiarse en una suerte de burbuja mental nos sorprenden al hacer gala de un grado poco común de realismo. Es lo que hizo Eduardo Duhalde cuando afirmó que "no nos gusta no pagar a los organismos internacionales, porque ésa es la prueba del fracaso de un país". Sin embargo, parecería que en opinión del presidente interino, y de muchos otros, confesar algo equivale a superarlo. En buena lógica, reconocer que la Argentina ha fracasado como país debería suponer la puesta en marcha inmediata de reformas profundas destinadas a permitirle emular a todos los demás miembros de la "comunidad internacional" que a pesar de sus muchos problemas siguen pagando sus deudas, pero no hay indicio alguno de que nuestra clase política se haya propuesto emprender una tarea de tamaña magnitud. Antes bien, tanto el gobierno de Duhalde como las distintas facciones peronistas, radicales y otras parecen decididos a seguir resistiéndose a cambiar so pretexto de que de este modo podrán defender al país contra sus enemigos foráneos y abstracciones temibles como el "capitalismo salvaje".
A esta altura sería difícil discrepar con el juicio de Duhalde según el cual la Argentina ha "fracasado". Además de no estar en condiciones de producir lo bastante como para brindar a todos sus habitantes un nivel de vida mínimamente tolerable, ha resultado incapaz de dotarse de un gobierno u oposición que sean presentables. Con todo, el fracaso mayor ha consistido en que ningún grupo significante haya podido formular un "proyecto" que le permitiría dejar atrás la sensación desmoralizadora de estar totalmente a la deriva. En el resto del mundo muchos movimientos políticos han fracasado, pero en el Occidente por lo menos se han visto reemplazados por otros nuevos más actualizados. Puede que uno ya esté gestándose en las entrañas del país, pero de ser así hasta ahora no ha logrado hacerse notar porque todo el espacio disponible sigue ocupado por los escombros de los movimientos tradicionales.
Una vez que se haya asumido que la Argentina sí ha fracasado según todos los criterios contemporáneos, se hace necesario contestar la pregunta: ¿Por qué? Desde hace años, muchos han respondido a dicho interrogante atribuyendo el fracaso a las maniobras de países extranjeros, sobre todo los Estados Unidos, a la evolución perversa de los mercados internacionales, a la ubicación geográfica o, cuándo no, a la locura globalizadora "neoliberal". Aunque quienes piensan de tal modo estuvieran en lo cierto, la actitud que han expresado conforme a la que somos víctimas inocentes de la maldad ajena es esencialmente derrotista puesto que no nos será nada fácil destruir a los "imperios", reordenar el comercio internacional para que nos convenga más, reubicarnos geográficamente o frenar la globalización. En términos prácticos, tales análisis sólo han servido para mantener a raya el espectro del cambio.
Una forma menos autocompasiva de reaccionar frente al fracaso sería preguntarnos cuáles son los factores internos que nos han diferenciado de países "exitosos" como Australia, Canadá, Italia y, últimamente, España. Uno, acaso el principal, consiste en que en años recientes ninguno de estos países se ha permitido dominar por movimientos populistas, sistemáticamente miopes, corporativos, clientelares, corruptos y a menudo xenofóbos, como el radicalismo y el peronismo que, andando el tiempo, degenerarían en organizaciones de características "mafiosas" obsesionadas por el reparto de parcelas de poder y cantidades importantes de dinero. Pero, claro está, Duhalde no tiene interés alguno en procurar iniciar reformas destinadas a acelerar la evolución política del país para que los movimientos responsables del fracaso se vean sustituidos por otros similares a aquellos que han guiado a los países que podrían servirnos de modelo. Por el contrario, la prioridad de Duhalde y, es innecesario decirlo, de la mayoría abrumadora de los representantes de la clase política tradicional, es frustrar todos los intentos de desbloquear un sistema que, si bien ya no puede ofrecernos nada positivo, ha conservado toda su capacidad para defenderse contra los muchos que quisieran despedirse de los fracasados para que otros puedan tomar su lugar.
     
     
Tapa || Economía | Políticas | Regionales | Sociedad | Deportes | Cultura || Todos los títulos | Breves ||
Ediciones anteriores | Editorial | Artículos | Cartas de lectores || El tiempo | Clasificados | Turismo | Mapa del sitio
Escríbanos || Patagonia Jurásica | Cocina | Guía del ocio | Informática | El Económico | Educación