Jueves 19 de diciembre de 2002
 

Un año después

 
  Ya que el país está por celebrar el primer aniversario de la caída estrepitosa del gobierno del radical Fernando de la Rúa, distintos grupos están movilizándose a fin de festejar la ocasión y, en el caso de algunos, intentar reeditar los desmanes que socavaron la voluntad de aferrase al poder de un presidente notorio por su carácter "vacilante". Irónicamente, se trata de los mismos grupos izquierdistas, neofascistas y sindicales que más hicieron para asegurar que en un lapso breve las protestas degeneraran en ritos sectarios que no plantearían ninguna amenaza al orden político tradicional. Es más: con el propósito de apaciguar a sus enemigos más peligrosos, los piqueteros, los peronistas se pusieron a cooptarlos mediante el reparto de planes Trabajar. De todos modos, la efervescencia de fines del año pasado resultaría estéril porque muy pocos sentían interés por participar de una siempre inverosímil "revolución", la supuesta convergencia de piqueteros y de cacerolistas despojados de sus ahorros en dólares que tanto fascinó a ciertos teóricos fue un fenómeno pasajero y la mayoría de las asambleas barriales no sobrevivió a los esfuerzos por apropiarse de ellas de una hueste abigarrada de marxistas, neofascistas y otros, mientras que los asistentes a aquellas asambleas que no se han disuelto prefieren dedicarse a asuntos más concretos que los relacionados con la hipotética obligación de "luchar" contra el statu quo mundial.
Asimismo, el mito embrionario según el cual "el pueblo" se había encargado espontáneamente de echar a un gobierno "neoliberal" se ha desinflado al darse cuenta muchos de que si bien el enojo causado por el corralito y por la sensación de que el gobierno no sabía qué hacer era auténtico, el aporte realmente decisivo a la caída de De la Rúa fue el brindado por los caciques peronistas, respaldados coyunturalmente por fracciones izquierdistas, del conurbano bonaerense. Aunque siguen existiendo dudas en cuanto al papel preciso cumplido en aquellas jornadas por diversos intendentes, por Eduardo Duhalde, Raúl Alfonsín y Leopoldo Moreau, a esta altura parece evidente que se produjo un "golpe civil" impulsado por una coalición conformada por los sinceramente convencidos de que tal y como estaban las cosas el país no podía seguir y por oportunistas deseosos de pesificar sus deudas en dólares, trasladándolas así a la ciudadanía en su conjunto.
De más está decir que la esperanza de que el desmoronamiento del gobierno delarruista y de la convertibilidad posibilitaría un cambio político global, no duró mucho. Después de tener que soportar "escraches" -una modalidad típicamente antidemocrática- durante algunos meses, los políticos nacionales y provinciales, lo mismo que los jueces de la Corte Suprema, pudieron salir de sus escondites sin correr peligro de ser linchados. Las reformas planteadas a fin de hacer más transparente y menos corporativa la política fueron rápidamente archivadas. En vez de irse, virtualmente todos los políticos se quedaron: puede que en el año que siguió a la renuncia forzada de De la Rúa menos políticos decidieron "irse" que en cualquier otro lapso comparable de las décadas últimas. De ser así, no se trataría de una paradoja: el deterioro del país ha sido tan notable que es natural que los "dirigentes", sabedores de que no les sería tan fácil emprender otra carrera, hayan querido atornillarse a sus puestos.
Igualmente decepcionantes han sido las secuelas económicas de un golpe civil, que para algunos se llevó a cabo en nombre de una "alternativa" al "modelo neoliberal menemista". Pocos negarían que la economía ha cambiado mucho a partir de la defenestración de De la Rúa, pero el "modelo" sigue pareciéndose decididamente más al denostado antes por Duhalde y Alfonsín que al insinuado con tanta vaguedad no sólo por aquellos dirigentes tradicionales sino también por amplios sectores políticos, sindicales, intelectuales y eclesiásticos. Huelga decir que es escasa la posibilidad de que esta situación se modifique en los años próximos: si bien es de prever que grupos opositores continuarán denunciando el "capitalismo salvaje" y exigiendo al gobierno de turno abandonar "el modelo liberal", también lo es que quienes logren acercarse al poder se limitarán a administrar el orden existente como en efecto ha hecho Duhalde.
     
     
Tapa || Economía | Políticas | Regionales | Sociedad | Deportes | Cultura || Todos los títulos | Breves ||
Ediciones anteriores | Editorial | Artículos | Cartas de lectores || El tiempo | Clasificados | Turismo | Mapa del sitio
Escríbanos || Patagonia Jurásica | Cocina | Guía del ocio | Informática | El Económico | Educación