Jueves 12 de diciembre de 2002
 

Realidades distintas

 
  La Argentina es un país de contrastes no sólo para las agencias de turismo. También lo es desde el punto de vista de los economistas serios que comprenden muy bien que una medida que acaso resultara adecuada para una zona de Tucumán podría provocar estragos en Neuquén y produciría nada más que perplejidad en la Capital Federal. Sin embargo, tanto el gobierno nacional como la CGT, la Unión Industrial Argentina y otras organizaciones corporativas similares prefieren pasar por alto los detalles de este tipo por entender que no les convendría en absoluto tener en cuenta las diferencias entre las diversas regiones, actividades económicas y, sobre todo, empresas, razón por la cual sus representantes se han puesto a fijar aumentos salariales para los trabajadores del sector privado abarcados por los convenios laborales. Aunque es de suponer que a esta altura algunos se han enterado de que las grandes paritarias nacionales son peor que inútiles, los participantes saben que es de su propio interés fingir creer que sus decisiones incidirán profundamente en la vida del país. Después de todo, si dejaran el asunto en manos de los directamente involucrados, los representantes de las corporaciones "nacionales" verían reducido su poder y figuración, mientras que al gobierno le sería más difícil hacer gala de su sensibilidad social y de su activismo en pro de los trabajadores ordenando aumentos generales.
Como suele suceder en estas ocasiones, los sindicalistas están en favor del aumento propuesto, si bien quisieran que fuera sustancialmente mayor, agregando que debería ser "remunerativo" para que una parte termine en las obras sociales que manejan, no en el consumo como pretende el gobierno, y quienes dicen hablar en nombre de los empresarios se oponen a los aumentos que se han previsto afirmando que no están en condiciones de pagarlo. Huelga decir que en el caso de los empresarios se trata de una verdad a medias. Algunas empresas que se han visto beneficiadas por la evolución de la economía, en primer lugar las que han podido exportar sus productos sí podrían aumentar los salarios de sus empleados sin experimentar problemas y muchas lo han hecho, pero esto no quiere decir que no abunden las empresas que no han podido aprovechar los cambios vertiginosos que se han producido a partir del default festivo y el colapso de la convertibilidad y que por lo tanto se resisten a acatar las órdenes oficiales. En cuanto al alarde voluntarista del Ministerio de Trabajo según el que "no vamos a permitir que se pierda el valor del salario el año próximo", su relación con lo que efectivamente ocurra dependerá de la evolución de la economía en su conjunto: si crece a un ritmo respetable, el poder de compra de los salarios subirá; de lo contrario, caerá, por ambiciosas que sean las órdenes formuladas por los políticos, sindicalistas y lobbistas.
Aunque no cabe duda de que el corporatismo redivivo que ha adoptado el gobierno del presidente interino Eduardo Duhalde seguirá sirviendo para brindar muchas satisfacciones personales a los que participen en las "negociaciones", las ventajas para los demás habitantes del país serán a lo sumo coyunturales. A pesar de todos los acuerdos que se han alcanzado a través de los años y los discursos dedicados a autofelicitarse por el aporte gubernamental o sectorial a la armonía supuestamente imperante, los ingresos reales de los argentinos raramente han dejado de reducirse por motivos que han tenido menos que ver con la presunta voluntad de los gobiernos o de los empresarios del sector privado que con el hecho patente de que los intentos de mantener vivo el sistema corporativo han obstaculizado el crecimiento al desalentar la creación de nuevas fuentes de trabajo, causar graves problemas a algunas empresas y brindar a otras un buen pretexto para limitarse a dar a sus empleados los aumentos fijados por el gobierno de turno. Asimismo, la idea misma de que en última instancia todo dependa de las decisiones tomadas por un pequeño grupo de "negociadores", muchos de los cuales han estado en la cúpula de su corporación particular desde hace largos años, ha contribuido a consolidar una cultura económica arcaica, cortesana y prebendaria que sencillamente no puede adaptarse a los tiempos que corren.
     
     
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