Martes 31 de diciembre de 2002

 

Lo que el cuerpo sabe y nosotros no

 

En "Los deseos oscuros y los otros", la escritora Luisa Valenzuela retoma la temática del erotismo como tópico de la relación entre literatura y cuerpo.

  Buenos Aires (Télam).- A partir de una fórmula literaria que desdibuja los márgenes del registro autobiográfico, la escritora Luisa Valenzuela retoma en su libro "Los deseos oscuros y los otros" la temática del erotismo como tópico de la relación entre literatura y cuerpo. A medio camino entre la ficción y el registro documental, la nueva obra de la escritora compone un itinerario erótico que recrea sus días en Nueva York, ciudad en la que se radicó hacia 1979 y en la que pasó casi dos décadas. "Durante mi estadía en Nueva York llevé un diario, pero no esa clase de diario canónico que llevan la mayoría de los escritores, donde relatan sus encuentros con celebridades y sus logros profesionales -aseguró Valenzuela-. Yo en cambio me encargué de testimoniar mis aventuras amorosas... todas mis historias afectivas de aquellos años".
"Este material se publica ahora porque siento que ya es hora de decirlo todo, de enfrentar ese tramo de mi vida sin sentirme invadida", acotó.
"Los deseos oscuros y los otros", editado por el Grupo Editorial Norma, traslada a la escritura una pulsión pasional y erótica que le sirve a Valenzuela para tematizar una de sus obsesiones más recurrentes: la relación entre la literatura y el cuerpo. "El lenguaje es en sí mismo una forma de la máscara: cubre y devela a la vez. Las palabras son antifaces que ocultan sentidos ulteriores sin que se pueda acceder nunca al último de todos. Otro tanto ocurre con la identidad de cada uno. Todo el tiempo nos estamos poniendo máscaras, representando papeles sin los cuales no existimos", señaló."La tarea del escritor es desarticular las apariencias, desenmascarar los discursos, empezando por el discurso de los dominadores que es presentado como la única verdad y suele ser falso. A la mujer, por ejemplo, le estuvieron vedadas muchas palabras a lo largo de los siglos... y no sólo se le vedaron las catalogadas como malas palabras".
La narrativa de Valenzuela, tanto sus novelas como sus ensayos y sus crónicas de viajes, está atravesada indudablemente por una reflexión sobre la escritura y su relación con los géneros: "El acercamiento a la escritura es distinto según el género (no el literario, el otro) -destacó-. Esto no quiere decir que las temáticas sean distintas. Para la mujer lo importante es explorar su deseo, porque siempre estuvo marcada por el deseo del hombre".
"Es importante explorar con la palabra ese mundo donde sí hay una diferencia. Por eso no me interesa tanto la literatura que narra acontecimientos, anécdotas, sino la que se mete en honduras a través del lenguaje, a través de la manera de decir, del estilo, de la respiración; y en ese sentido es distinto lo que escribe el hombre de lo que escribe la mujer", continuó.
Según Valenzuela, a medida que fue conquistando nuevas parcelas de la realidad, el género femenino también ha ido ganando un lenguaje más abarcativo: "La mujer conquistó muy tarde su derecho al improperio. Y si no puede usarse toda la gama que el vocabulario pone a nuestra disposición, el lenguaje queda cercenado, castrado".
"Hay que saber trabajar bien las palabras, buenas o malas, usarlas para que no se descarguen y pierdan efectividad -indicó la autora-. Yo tomo la escritura como una forma muy activa del estar vivo, y no se puede estarlo si no se tiene una relación erótica con la realidad, y con la literatura".
"Mientras más se trabaja con el lenguaje, más se percibe la posibilidad o bien de manejar el lenguaje, con las limitaciones del caso, o de dejarse manipular por él. Y por lo tanto la idea de liberar y limpiar (en el sentido de descontaminar) la palabra de la mujer siempre me ha preocupado", sostuvo.
El concepto de la escritura lograda con y a través del cuerpo recorre toda la obra de Valenzuela y se hace específicamente manifiesto en su último libro: "El erotismo se manifiesta en el lenguaje cotidiano que sólo en apariencia es asexuado e inocente. Me gusta trabajar con coloquialismos de doble filo que en mi caso suelen ser muy porteños, muy argentinos", subrayó.
"El cuerpo sabe cosas de nosotros que nosotros ignoramos -analizó- y expresa cosas propias y hasta ajenas que nos suelen pasar inadvertidas. Esas expresiones reaparecen, si tenemos suerte, en la escritura. Por eso sostengo que hay que escribir lo inescribible, hablar de lo inefable. Si no, estamos todo el tiempo contando las mismas historias desde distintos ángulos".
   
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