Martes 10 de diciembre de 2002

 

Jugar con los polos que se contraponen

 

Profundidad y levedad se confunden en las composiciones de Jorge Drexler, quien hoy iba a presentar los temas de "Sea" en Neuquén, en un recital que se suspendió a último momento.

  En Montevideo, examinaba narices, oídos y laringes en su consultorio de otorrinolaringología, pero cuando colgaba el guardapolvo blanco, tomaba la guitarra y tocaba en público, por diversión nomás. Un día fue telonero de Joaquín Sabina en el Teatro de Verano y Jorge Drexler (hoy 38) dejó la medicina en Uruguay por la música en España.
A Madrid llegó en febrero de 1995. Desde entonces, el autor de "Tamborero", "Horas", "El pianista del gueto de Varsovia", "Raquel" y "Un país con nombre de río", es parte del ruedo musical español con sus conciertos propios o como artista invitado también de Ketama, Alba Molina, Miguel Ríos, Maldeamores, Rosario Flores, David Broza, Massiel, Víctor Manuel, Pablo Milanés, Pedro Guerra, Ana Belén y Javier Alvarez. Ha grabado además, "Vaivén" ("96), "Llueve" ("97), "Frontera", el quinto CD, y "Sea", el año pasado. Entre los dos últimos, compuso bandas sonoras para películas. Actualmente reside en Madrid, en El Escorial y se las ingenia para venir cuatro o cinco veces al año al Río de la Plata. 
"En Montevideo se me preguntaba mucho sobre mis sentimientos acerca de la distinta valoración que se me tuvo, después que Ana Belén grabara una canción mía o que Ketama hiciera otro tema de mi autoría, o Víctor y Pablo Milanés... Siempre respondo que en la música uruguaya hay tan pocas puertas para abrir, que cuando se abre una, no la cuestionás. No la mirás con lupa, te metés con alma y vida y tratás de cumplir el sueño de vivir de la música. En mi país, se da el caso de colegas que venden un disco de oro y no pueden largar su laburo en el banco. Siguen marcando tarjeta o mantienen la docencia musical como alternativa, porque no se puede vivir de esto, fácilmente, allá...".
"A mí, esa oportunidad se me dio y no me hice muchas preguntas. La verdad es que somos un país muy chico, con una dependencia de lo que pasa afuera muy grande. Miramos mucho al exterior, para muchos lados; para Madrid, para Buenos Aires, para Brasil. Cuando de alguno de esos lados viene una opinión favorable hacia un uruguayo, nos alegramos e influye en nuestra consideración sobre él. Tuvimos y tenemos una dependencia colonial de muchas cosas; de los Estados Unidos, de España, de Francia. Me parece un proceso lógico. No lo estoy juzgando como que está bien o mal. Simplemente, es de esperar, es lo que hay."
- Seguramente por eso, estudiaste medicina.
- "En parte sí. Me crié en un entorno no artístico, más ligado a la biología; en mi familia había maestros rurales y comerciantes. Entre mis parientes, nadie vivía del arte y demoré mucho tiempo en darme cuenta que esa era una opción de vida. En ejercerla como alternativa única de vida, tardé treinta años… Antes de eso vivía de otras cosas, para la música. Eso le dio una sensación de enorme privilegio a cada minuto que dedicaba a hacerla o a escribir un texto. Era una alegría cada instante que pasaba tocando la guitarra o cantando. No llegué a los treinta desgastado por llevar diez años haciendo cosas que me disgustaran musicalmente. Siempre pude hacer lo que me gustaba mucho. Soy muy afortunado en ese sentido. Tuve la suerte de poder mantener esa línea de conducta hasta hoy, pero lo hice porque la música fue mi amante de toda la vida. No se me ocurría hacer algo que me gustara un poquito menos, para mantenerme, porque sabía claramente que lo lograba como médico o en otros trabajos que tuve."
"El respeto por la música era y es un concepto muy arraigado en mí y en el Uruguay, también, en los últimos años. Hay una ética sobrevolando las realizaciones musicales populares. A veces, excesivamente severa; también hay que relajarse un poco y hacer lo que uno tiene ganas. A mí me gustan la profundidad y la levedad, al mismo tiempo; me agradan cosas muy contrapuestas, el sonido del último disco de Madonna y copio los tracks de Atahualpa Yupanqui en la computadora."
- Suena raro  "tracks de Yupanqui en la computadora"…
- "Sí. Los voy desgranando como quien lee una partitura, aprendiendo sus claves. Y a la vez también me encantan Alfredo Zitarrosa, Björk, Carlos Gardel, Daniel Viglietti y soy un fan de Beck. Me gusta ir muy atrás y muy al presente, jugar con polos que se contraponen, que se contrapesan. Siempre. La sensación de un compromiso ético ha rondado a la música uruguaya; de que hay la misma valoración positiva que aquí cuando tu decís rocanrol: es como decir calidad técnica, compromiso artístico, seriedad, honestidad. En mi país, sucede eso con la música de raíz. Lo que más nos interesa es que se nos note el plumero, como dicen en España. Que se note de dónde venimos, cuál es nuestro lugar de origen. Mi visión es que para hacer resonar la mayor cantidad posible de elementos del diapasón sensorial, afectivo, de una persona, hay que jugar con elementos familiares desde la niñez; que mi abuela judía-polaca cantaba cuando vino o que mi otro abuelo asturiano cocinaba y yo los comí y quedaron en mi memoria; como Los Olimareños, que la señora que me cuidaba, escuchaba por las tardes cuando mis padres trabajaban. Eso fue entrando y modificándose con un montón de opciones estéticas. El folclore es algo que negué durante mucho tiempo, por estar asociado a un período tan gris como el de la resistencia a la dictadura. Copiar esquemas desde cero es perder el vínculo y lo que más me interesa es la conexión. Yo vibro más cuando estoy conectado con algo y creo que se nota".
"Desde hace unos años, no sólo me importa eso, sino de cuándo vengo, de qué momento. No vivo en la nostalgia, me gusta sentir resonando en mí las vibraciones que se dan en este momento, en esta época. Y que no podés recibir de la misma manera cuando lo hacés retrospectivamente. Hacer música de los "60, hoy en día -digo, lo respeto- no es lo que me agrada. Me gusta ver qué está pasando en el aire, lo que ocurre en el mundo".  
Eduardo Rouillet
   
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